Los días de paz parecían un vago recuerdo en la mente de los ciudadanos de Verdana. No estaban en guerra ni nada parecido, simplemente tenían una terrible memoria. Era un defecto congénito que sufrían los habitantes por tener relaciones sexuales con miembros de su propia familia. El frenesí incestuoso llegó a tal punto que tras la orgía del equinoccio de la primavera (que fue seguida por la matanza del equinoccio de la primavera) todos los habitantes tuvieron por apellido Gutierrez.
Los Gutierrez no se destacaban en ningún campo. Eran pésimos nadadores, torpes con la espada y solían matarse entre ellos cada vez que practicaban arquería. Era un pueblo condenado al éxito, cosa que no tengo idea qué significa pero que acongojaba a cada uno de los pequeños mal nacidos.
Uno de ellos, un joven de 53 años, estaba hastiado de toda una vida de cosechar el huerto y acostarse con su prima. Por su sangre corría el deseo de la aventura junto a una decena de enfermedades virales más. Una tarde mientras hacía la cola para cobrar el cheque de seguro social el joven se dijo a sí mismo “he de salir de este agujero; necesito respirar el aire puro de las montañas, descansar bajo la sombra de los grandes sauces, fumar el delicioso opio de Night City, matar una prostituta y enterrarla en el desierto…”. El ambicioso joven tenía por nombre Arian Baldarion Gutierrez Jr. Jr.
Tres años más tarde Arian abandonó Verdana. Nada en el cielo o en la tierra impediría que cumpla su sueño, sea cual fuese.
En el primer día de expedición Arian intentó robarle la comida a un lobo y este lo mató. Permaneció en ese estado por casi un mes, siendo ocasionalmente mordisqueado por el canino. Un clérigo que pasaba por la zona vio el terrible estado en que se encontraba y lo resucitó con un hechizo (“Resurrección”). Desde ese día Arian, el clérigo y el lobo fueron mejores amigos. Bautizaron al lobo “Pluto” y prosiguieron su camino.
Los tres aventureros siguieron caminando por días hasta que llegaron al pueblo de Tahoma, que era conocido en todo el mundo por el hermoso río que lo atravesaba y las violentas manifestaciones de obreros que una vez a la semana derrocaban al gobernador. Allí se toparon con Terion “Tijera Loca” Drakeson, el barbero del pueblo. Le ofrecieron unirse a ellos y recorrer el mundo en busca de lugares para saquear. Terion no lo dudó ni un segundo. Se puso de pie y sonriendo dijo “ni en pedo”. Arian sabía que la presencia del barbero era vital para el equipo y haciendo gala de su elocuencia amenazó con “cortarle el cuello a la perra de su mujer y a sus seis deformes excusas de hijos” si no colaboraba con ellos. Era todo lo que Terion necesitaba para aceptar. Fue a su casa, tomó un bolso lleno de provisiones y le dijo a su familia que “iba a comprar cigarrillos y volvía en diez minutos”.
Antes de abandonar el pueblo el clérigo le preguntó por qué le decían Tijera Loca. Inmediatamente Terion desenfundó unas tijeras de su cinturón y las lanzó a un anciano sentado en el pórtico de su casa. “Nadie, nadie me llama Tijera Loca” dijo enfurecido mientras removía sus tijeras de los ojos del ya fallecido geronte.
Once días más tarde Pluto trajo un objeto en sus fauces. Arian pateó los testículos del canino para que lo soltase y luego, tras remover la cercenada mano de niño que lo sujetaba, se puso a analizar detenidamente el objeto, intentando descifrar qué era. Tras un par de horas de estudiarlo llegó a la conclusión de que era el cráneo de un demonio. Luego el clérigo le informó que se trataba de un libro. Más precisamente, un diario. En él Arian narró sus aventuras día a día.
Día 42: No tolero a ese estúpido lobo. Esta mañana desperté a las 6 PM y lo encontré frotando sus partes contra mi mochila. Como reprimenda lo levanté por la cola y azoté sus joyas familiares con una caña de bambú que le robé a aquel pescador ciego el otro día. Supe después que el animal estaba furioso y fue al pueblo vecino a descargarse. Regresó con este diario en su hocico. No es tan mal perro después de todo. Quizás mañana le de de comer.
Día 60: Hoy pasábamos por la ciudad de Marlett cuando a Tijera Loca le empieza a dar uno de esos ataques epiloctricos o como se llamen en plena calle. Pluto se asustó mucho y comenzó a aparearse con un labrador dorado. Yo pensé que Tijera Loca había sido poseído por un demonio y comencé a golpearlo en el pecho con mi vara, con la esperanza de que su corazón deje de latir. El clérigo apareció en el momento justo y curó a nuestro amigo. Después nos fuimos todos a la iglesia a rezar y luego al cabaret. Las cosas se están poniendo riesgosas y hay que andar con cuidado.
Día 66: ¡Tragedia! Se acabaron las toallas de papel húmedo. También invadieron Marlett. Una horda de bárbaros malvados o algo. Gente muriendo por todos lados, fue horrible. El clérigo nos forzó a participar en la batalla. Hubo un error de comunicación y Tijera Loca, Pluto y yo terminamos peleando del lado de los invasores. No nos fue tan mal, maté a seis soldados defensores, doce civiles y al príncipe del reino. Le preguntamos al clérigo si podía revivirlos pero dijo que si no había nadie para pagarle entonces no valía la pena. Abandonamos las ruinas de la ciudad y nos dirigimos al Sur.
Día 71: Ese clérigo es un estúpido, no distingue Sur de Norte. Hace cinco días que estamos llendo en la dirección contraria.
Día 73: Seguimos llendo hacia el Norte. Voy a matar a ese desgraciado.
Día 80: Por fin retomamos nuestro camino. Ahora estamos descansando junto a unas cascadas cerca de un casino. Ayer un amable granjero nos ayudó mucho. Nos invitó a su casa a comer y descansar. Para pagarle el favor me desperté a la madrugada y junto a Tijera Loca y Pluto matamos a todas sus vacas y gallinas. El granjero se pondrá feliz al ver que hicimos todo su trabajo y podrá tomarse el día libre o algo.
Día 89: Llegamos a la casa del clérigo en Garamond. Vaya sorpresa me llevé cuando conocí a su hermana. Le pregunté a mi amigo si no iba a tener sexo con ella y parece que se enojó. Interpreté eso como que quería que me acostase con la chica. Mientras escribo esto ella está, bueno, como decirlo… haciéndome un pete.
Aquí se hace una pausa en la escritura. El gobernador ofrecía un banquete real (osea, no ficticio) en su palacio y el grupo de Arian estaba invitado. Mientras, un dragón rojo se escapó del circo ambulante y comenzó a incinerar toda la ciudad de Garamond.
— ¡A la mierda! —gritó Arian— Tijera Loca, vámonos YA de acá.
— ¡Te dije que no me llames Tijera Loca hijo de puta!
En ese instante Tijera Loca desenvainó sus armas y las incrustó en el pecho del gobernador. Luego se dejó caer al suelo y comenzó a llorar en posición fetal.
¿Qué podían hacer nuestros héroes en tan compleja situación? Lo que cualquier otro hombre de buena fe haría: robarse todo lo que no esté clavado al suelo y escapar con el botín en medio del caos.
Al día siguiente, ya más tranquilos todos, se sentaron en ronda y jugaron un truquito de a cuatro. Arian contó un chiste racista que hizo llorar al clérigo.
— ¿Cuántas personas se necesitan para devastar Garamond y calcinar a toda tu familia? Cuatro: Tijera Loca, Pluto, yo y el hijo de puta que libero el dragón, que si vamos al caso también fui yo, ¡o sea que se necesitan tres! JAJAJA.
Al escuchar su apodo en palabras de Arian, Tijera Loca sorprendió al grupo NO matando a nadie y diciendo que tenían que ir inmediatamente a la isla de Stacatto, en el Oeste. Estuvieron un mes entero caminando. Llegaron al puerto y solo pudieron alquilar un bote de remos. En la mitad del viaje una tormenta hundió el bote. Afortunadamente los cuatro tripulantes fueron rescatados por el pueblo de hombres-caballitos marinos, que los llevaron a conocer su reino subacuatico. Allí Arian Baldarion Gutierrez Jr. Jr. aprendió algunas cosas sobre su vida y como ser buena persona. Quisieron ayudar a los hombres-caballitos marinos, pero a fin de cuenta los que recibieron ayuda fueron ellos.
— Ahora entiendo por qué querías que fuéramos a la isla —le decía Arian a Tijera Loca mientras salían a la superficie—. Querías que aprendiéramos todas estas invaluables lecciones de vida.
— No, de hecho, quería asistir al concurso de camisetas mojadas anual de Stacatto, y ahora por culpa de estos peces de mierda no voy a poder ir.
Remaron hasta Stacatto pero el concurso ya había terminado. Fueron entonces a visitar el crater del volcán inactivo que ahora funcionaba como una fuente de aguas termales. El problema es que estaba lleno de viejas. El clérigo se vió asimismo atraido por una anciana de nombre Etelvina. Juntos pasaron una noche de pasión y placer que terminó con el clérigo teniendo que llamar a sus amigos para que viertan cal seca sobre el cadáver descuartizado de la vieja. Después fueron todos a comer un asado. El asado estaba rojo por dentro así que en vez de quedarse a comer fueron a un concurso de ver quien escupía más lejos, que en realidad constaba en escupir a los que seguían comiendo. El que la embocaba en la nuca del pelado ganaba un bonus. El bonus era un golpe en los riñones. A las doce de la noche, ya aburridos, fueron al portal transdimensional de la ciudad y se teleportaron a la otra esquina del mundo, el reino oscuro de Dauphin.
No era un reino oscuro porque los que vivían ahí eran legiones infernales o algo así. Era oscuro porque los habitantes eran negros mulatos explotados por blancos millonarios para trabajar en minas de diamante o plantaciones de algodón.
— No puedo permitir que esta opresión continúe —dijo Arian y comenzó a apuñalar negros.
Desafortunadamente eran muchos más de los que esperaba y no le quedó otra que escuchar sus plegarias. Les prometió que liquidaría a sus opresores y los liberaría pero solo si le ofrecían ciento once sacrificios humanos en su nombre. Terminados los sacrificios Arian y su grupo se dirigió a la mansión de Lord Aiken Eurendallië McArthur Anchorena II. Redujeron a sus guardias, los ataron y amordazaron y luego los ejecutaron a sangre fría. Inmediatamente después se dirigieron a la suite de Lord Aiken. Allí le dijeron que los negros se estaban sublevando y era necesario poner fin a la rebeldía arrancando el problema de raiz. Hubo un genocidio que duró un par de días y después se fueron a festejar al mardi gras local. Lord Aiken terminó con coma alcohólico y murió tres días después.
Arian juzgó que ya había vivido suficientes aventuras para un rato. Se despidió de sus amigos y volvió a Verdana, donde murió un mes más tarde por sobredosis de heroína.
El clérigo viajó al Este con la intensión de formar una nueva nación. Al darse cuenta que una precaria casa de madera y fibrocemento junto al río no contaba como nación decidió dedicar su vida a la Iglesia, en donde vive como pordiosero desde entonces. De Pluto se dice que se estableció en las colinas de Haettenschweiler, donde sentó cabeza como macho alfa de una manada de lobos gay. Y respecto a Terion “Tijera Loca” Drakeson, bueno, esa es otra historia…
Los Gutierrez no se destacaban en ningún campo. Eran pésimos nadadores, torpes con la espada y solían matarse entre ellos cada vez que practicaban arquería. Era un pueblo condenado al éxito, cosa que no tengo idea qué significa pero que acongojaba a cada uno de los pequeños mal nacidos.
Uno de ellos, un joven de 53 años, estaba hastiado de toda una vida de cosechar el huerto y acostarse con su prima. Por su sangre corría el deseo de la aventura junto a una decena de enfermedades virales más. Una tarde mientras hacía la cola para cobrar el cheque de seguro social el joven se dijo a sí mismo “he de salir de este agujero; necesito respirar el aire puro de las montañas, descansar bajo la sombra de los grandes sauces, fumar el delicioso opio de Night City, matar una prostituta y enterrarla en el desierto…”. El ambicioso joven tenía por nombre Arian Baldarion Gutierrez Jr. Jr.
Tres años más tarde Arian abandonó Verdana. Nada en el cielo o en la tierra impediría que cumpla su sueño, sea cual fuese.
En el primer día de expedición Arian intentó robarle la comida a un lobo y este lo mató. Permaneció en ese estado por casi un mes, siendo ocasionalmente mordisqueado por el canino. Un clérigo que pasaba por la zona vio el terrible estado en que se encontraba y lo resucitó con un hechizo (“Resurrección”). Desde ese día Arian, el clérigo y el lobo fueron mejores amigos. Bautizaron al lobo “Pluto” y prosiguieron su camino.
Los tres aventureros siguieron caminando por días hasta que llegaron al pueblo de Tahoma, que era conocido en todo el mundo por el hermoso río que lo atravesaba y las violentas manifestaciones de obreros que una vez a la semana derrocaban al gobernador. Allí se toparon con Terion “Tijera Loca” Drakeson, el barbero del pueblo. Le ofrecieron unirse a ellos y recorrer el mundo en busca de lugares para saquear. Terion no lo dudó ni un segundo. Se puso de pie y sonriendo dijo “ni en pedo”. Arian sabía que la presencia del barbero era vital para el equipo y haciendo gala de su elocuencia amenazó con “cortarle el cuello a la perra de su mujer y a sus seis deformes excusas de hijos” si no colaboraba con ellos. Era todo lo que Terion necesitaba para aceptar. Fue a su casa, tomó un bolso lleno de provisiones y le dijo a su familia que “iba a comprar cigarrillos y volvía en diez minutos”.
Antes de abandonar el pueblo el clérigo le preguntó por qué le decían Tijera Loca. Inmediatamente Terion desenfundó unas tijeras de su cinturón y las lanzó a un anciano sentado en el pórtico de su casa. “Nadie, nadie me llama Tijera Loca” dijo enfurecido mientras removía sus tijeras de los ojos del ya fallecido geronte.
Once días más tarde Pluto trajo un objeto en sus fauces. Arian pateó los testículos del canino para que lo soltase y luego, tras remover la cercenada mano de niño que lo sujetaba, se puso a analizar detenidamente el objeto, intentando descifrar qué era. Tras un par de horas de estudiarlo llegó a la conclusión de que era el cráneo de un demonio. Luego el clérigo le informó que se trataba de un libro. Más precisamente, un diario. En él Arian narró sus aventuras día a día.
Día 42: No tolero a ese estúpido lobo. Esta mañana desperté a las 6 PM y lo encontré frotando sus partes contra mi mochila. Como reprimenda lo levanté por la cola y azoté sus joyas familiares con una caña de bambú que le robé a aquel pescador ciego el otro día. Supe después que el animal estaba furioso y fue al pueblo vecino a descargarse. Regresó con este diario en su hocico. No es tan mal perro después de todo. Quizás mañana le de de comer.
Día 60: Hoy pasábamos por la ciudad de Marlett cuando a Tijera Loca le empieza a dar uno de esos ataques epiloctricos o como se llamen en plena calle. Pluto se asustó mucho y comenzó a aparearse con un labrador dorado. Yo pensé que Tijera Loca había sido poseído por un demonio y comencé a golpearlo en el pecho con mi vara, con la esperanza de que su corazón deje de latir. El clérigo apareció en el momento justo y curó a nuestro amigo. Después nos fuimos todos a la iglesia a rezar y luego al cabaret. Las cosas se están poniendo riesgosas y hay que andar con cuidado.
Día 66: ¡Tragedia! Se acabaron las toallas de papel húmedo. También invadieron Marlett. Una horda de bárbaros malvados o algo. Gente muriendo por todos lados, fue horrible. El clérigo nos forzó a participar en la batalla. Hubo un error de comunicación y Tijera Loca, Pluto y yo terminamos peleando del lado de los invasores. No nos fue tan mal, maté a seis soldados defensores, doce civiles y al príncipe del reino. Le preguntamos al clérigo si podía revivirlos pero dijo que si no había nadie para pagarle entonces no valía la pena. Abandonamos las ruinas de la ciudad y nos dirigimos al Sur.
Día 71: Ese clérigo es un estúpido, no distingue Sur de Norte. Hace cinco días que estamos llendo en la dirección contraria.
Día 73: Seguimos llendo hacia el Norte. Voy a matar a ese desgraciado.
Día 80: Por fin retomamos nuestro camino. Ahora estamos descansando junto a unas cascadas cerca de un casino. Ayer un amable granjero nos ayudó mucho. Nos invitó a su casa a comer y descansar. Para pagarle el favor me desperté a la madrugada y junto a Tijera Loca y Pluto matamos a todas sus vacas y gallinas. El granjero se pondrá feliz al ver que hicimos todo su trabajo y podrá tomarse el día libre o algo.
Día 89: Llegamos a la casa del clérigo en Garamond. Vaya sorpresa me llevé cuando conocí a su hermana. Le pregunté a mi amigo si no iba a tener sexo con ella y parece que se enojó. Interpreté eso como que quería que me acostase con la chica. Mientras escribo esto ella está, bueno, como decirlo… haciéndome un pete.
Aquí se hace una pausa en la escritura. El gobernador ofrecía un banquete real (osea, no ficticio) en su palacio y el grupo de Arian estaba invitado. Mientras, un dragón rojo se escapó del circo ambulante y comenzó a incinerar toda la ciudad de Garamond.
— ¡A la mierda! —gritó Arian— Tijera Loca, vámonos YA de acá.
— ¡Te dije que no me llames Tijera Loca hijo de puta!
En ese instante Tijera Loca desenvainó sus armas y las incrustó en el pecho del gobernador. Luego se dejó caer al suelo y comenzó a llorar en posición fetal.
¿Qué podían hacer nuestros héroes en tan compleja situación? Lo que cualquier otro hombre de buena fe haría: robarse todo lo que no esté clavado al suelo y escapar con el botín en medio del caos.
Al día siguiente, ya más tranquilos todos, se sentaron en ronda y jugaron un truquito de a cuatro. Arian contó un chiste racista que hizo llorar al clérigo.
— ¿Cuántas personas se necesitan para devastar Garamond y calcinar a toda tu familia? Cuatro: Tijera Loca, Pluto, yo y el hijo de puta que libero el dragón, que si vamos al caso también fui yo, ¡o sea que se necesitan tres! JAJAJA.
Al escuchar su apodo en palabras de Arian, Tijera Loca sorprendió al grupo NO matando a nadie y diciendo que tenían que ir inmediatamente a la isla de Stacatto, en el Oeste. Estuvieron un mes entero caminando. Llegaron al puerto y solo pudieron alquilar un bote de remos. En la mitad del viaje una tormenta hundió el bote. Afortunadamente los cuatro tripulantes fueron rescatados por el pueblo de hombres-caballitos marinos, que los llevaron a conocer su reino subacuatico. Allí Arian Baldarion Gutierrez Jr. Jr. aprendió algunas cosas sobre su vida y como ser buena persona. Quisieron ayudar a los hombres-caballitos marinos, pero a fin de cuenta los que recibieron ayuda fueron ellos.
— Ahora entiendo por qué querías que fuéramos a la isla —le decía Arian a Tijera Loca mientras salían a la superficie—. Querías que aprendiéramos todas estas invaluables lecciones de vida.
— No, de hecho, quería asistir al concurso de camisetas mojadas anual de Stacatto, y ahora por culpa de estos peces de mierda no voy a poder ir.
Remaron hasta Stacatto pero el concurso ya había terminado. Fueron entonces a visitar el crater del volcán inactivo que ahora funcionaba como una fuente de aguas termales. El problema es que estaba lleno de viejas. El clérigo se vió asimismo atraido por una anciana de nombre Etelvina. Juntos pasaron una noche de pasión y placer que terminó con el clérigo teniendo que llamar a sus amigos para que viertan cal seca sobre el cadáver descuartizado de la vieja. Después fueron todos a comer un asado. El asado estaba rojo por dentro así que en vez de quedarse a comer fueron a un concurso de ver quien escupía más lejos, que en realidad constaba en escupir a los que seguían comiendo. El que la embocaba en la nuca del pelado ganaba un bonus. El bonus era un golpe en los riñones. A las doce de la noche, ya aburridos, fueron al portal transdimensional de la ciudad y se teleportaron a la otra esquina del mundo, el reino oscuro de Dauphin.
No era un reino oscuro porque los que vivían ahí eran legiones infernales o algo así. Era oscuro porque los habitantes eran negros mulatos explotados por blancos millonarios para trabajar en minas de diamante o plantaciones de algodón.
— No puedo permitir que esta opresión continúe —dijo Arian y comenzó a apuñalar negros.
Desafortunadamente eran muchos más de los que esperaba y no le quedó otra que escuchar sus plegarias. Les prometió que liquidaría a sus opresores y los liberaría pero solo si le ofrecían ciento once sacrificios humanos en su nombre. Terminados los sacrificios Arian y su grupo se dirigió a la mansión de Lord Aiken Eurendallië McArthur Anchorena II. Redujeron a sus guardias, los ataron y amordazaron y luego los ejecutaron a sangre fría. Inmediatamente después se dirigieron a la suite de Lord Aiken. Allí le dijeron que los negros se estaban sublevando y era necesario poner fin a la rebeldía arrancando el problema de raiz. Hubo un genocidio que duró un par de días y después se fueron a festejar al mardi gras local. Lord Aiken terminó con coma alcohólico y murió tres días después.
Arian juzgó que ya había vivido suficientes aventuras para un rato. Se despidió de sus amigos y volvió a Verdana, donde murió un mes más tarde por sobredosis de heroína.
El clérigo viajó al Este con la intensión de formar una nueva nación. Al darse cuenta que una precaria casa de madera y fibrocemento junto al río no contaba como nación decidió dedicar su vida a la Iglesia, en donde vive como pordiosero desde entonces. De Pluto se dice que se estableció en las colinas de Haettenschweiler, donde sentó cabeza como macho alfa de una manada de lobos gay. Y respecto a Terion “Tijera Loca” Drakeson, bueno, esa es otra historia…
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