29 de noviembre de 2013

Hikari no Shitashi - Capítulo 5



Hay algo trágico en cada culo hermoso que te cruzás por la calle, y la mayoría lo ignora. Vas por la vida tranquilo, preocupándote por tus propios asuntos, el estudio, el dinero, tu mujer. Y de repente se te cruza un culo escultural. Uno de esos culos que sobrepasa toda definición establecida e impone una categoría en sí mismo. Estoy hablando de belleza en estado puro, sintetizada en carne, piel, grasa, hueso; un culo que es mucho más que la suma de sus partes. Un culo que se completa cuando vos lo mirás. El culo perfecto, impoluto, eternizado en esas dos o tres cuadras que podés seguirlo, con tu mirada siempre clavada en él, hasta que invariablemente dobla la esquina y lo perdés para siempre. El culo se va, y lleva tras de sí tus esperanzas y sueños de felicidad. El culo te deja en la más desnuda miseria existencial; te abandona a tu suerte en plena vía pública, a merced de otros culos inferiores, aborreciblemente accesibles (y con qué vergüenza, con qué dolor accedés a ellos). Aquel culo eterno, imperecedero, que te cruzaste en la calle aquel día marca un hito en tu existencia, un punto de inflexión del que no podés escapar. Forma el parámetro bajo el que medirás a todos los demás culos, y te condena de por vida a su ausencia y a su recuerdo y al absurdo dolor de no poder tener lo que se quiere o de no querer lo que se tiene o vaya uno a saber que hijaputez tan poco digna de un culo angelical y más cercana a la injuria del peor de los enemigos.
El culo perfecto ha logrado su cometido. Era él quien te buscaba. Era él quien te miraba a vos.


Shitaro:
“Laaa puta. Qué buenos culos que hay en Shibuya, che.”

Sentado en el banco de una plaza viendo al mundo pasar. Deambulan las supermodelos frente a mis ojos, apuradas por llegar a la escuela, deteniéndose a contemplar la ropa interior que lucen los maniquíes en las vidrieras, manchando sus enormes senos con el helado que con tanta pasión disfrutan sorber. Caminan de acá para allá, llevando su alegre uniformidad hipersexual de un lado a otro.

Aki:
“Ya ve porqué nos unimos al club de periodismo, sempai.”

Mal acompañado, sí. Desde hace varios días. ¿Qué puedo decir? Uno se cansa de hablar solo.

Shitaro:
“No sé qué tendrá que ver el periodismo con andar mirando culos, pero ok.”
Aki:
“¡¿Que qué tiene que ver?! ¡Tiene todo que ver! Los periodistas tenemos la obligación de buscar la verdad y capturar-”
Shitaro:
“La única verdad es la irrealidad.”
Aki:
“Exacto. Capturarla y llevársela a los lectores. Es un compromiso de honor, justicia y amor por el periodismo. ¿Entiende, sempai?”

Dicho esto, mi compañero de abstinencia agacha la cabeza, despliega el lente de su cámara fotográfica y captura en película no una, no dos, no tres, sino diecisiete veces el monumental orto de una joven de pelo rosado que pasaba haciendo footing.
Quizás por una especie de indignación infantil, quizás para probar un punto, me lanzo hacia un costado, inserto el brazo entero en el cesto de residuos y arranco de un manotazo un ejemplar arrugado del Shibuya Times de ayer.

Shitaro:
“Amor por el voyeur sentís vos, hijo de puta. ¿Por qué no ves lo que es el periodismo de verdad? Decime si al tipo normal que compra el diario le puede llegar a interesar…”

Me detengo a medio enunciado. Mi dedo señalando con temblorosa frustración una primera plana arrugada, cubierta de ideogramas ilegibles y fotos de mujeres en pelotas.

Aki:
“Somos gente simple en Shibuya, sempai.”
Shitaro:
“Un mundo feliz… sempai.”

Aki me mira extrañado.

Shitaro:
“¿Uh? ¿Qué? ¿No es una especie de ‘cambio y fuera’?”
Aki:
“Le decimos ‘sempai’ a quien consideramos como un superior o alguien de mayor rango. Es una muestra de respeto.”

Respeto. Hace rato que no demuestro respeto por nadie, ni siquiera por mí mismo.

Aki:
“Hasta que regrese Sensuke, usted será mi sempai, sempai.”
Shitaro:
“Taki, amigo mío, te diría que no te hagas muchas ilusiones de que reaparezca tu colega. Si no lo encontraron hasta ahora, dudo que vuelva a aparecer. Tal vez fue  transferido a otra escuela, tal vez fue abducido y sacrificado por cultistas dementes durante un ritual sexual satánico. No hay manera de saberlo. En lo que a mi respecta, no pierdo la fe de que ahora mismo está en un lugar hermoso, haciendo lo que mejor sabía hacer en vida.”
Aki:
“¿En vida? ¿Qué quiere decir con-”
Shitaro:
“Che, ¿qué onda el cafecito de ahí enfrente? Parece potable. Desde acá se puede ver una abundancia de colores primarios. Debe estar lleno de minas.”
Aki:
“Lo lamento, sempai, pero ya debo retirarme. Hoy toca reunión del club de periodismo. Si me necesita estaré en la escuela.”
Shitaro:
“Y sino el antro ese de al lado. Parece medio fulero, pero mierda, un par de copitas o una docena me vendría bien en este momento. No te voy a mentir, Taki: en mis buenos días llegué a hacerme una imagen de connoisseur de las bebidas espirituosas. Solía ‘empinar el codo’ con bastante frecuencia, como dicen los chicos ahora. Ahh, tendrías que haberme visto en las excursiones de los boy scouts. ¿Taki? ¿Dónde te metiste?”

¡Taki desapareció! Se fue para siempre y me dejó abandonado en pleno Shibuya. Y no tengo idea de cómo volver a casa. ¡Horror! ¿Y ahora qué hago?
Tranquilo Chintaro, conservá la calma. Empezá por levantarte del banco. Muy bien. Ahora observá tu entorno, evaluá las alternativas, explorá el mercado. Costo de oportunidad, frontera de posibilidades de producción. Oferta y demanda. ¡Oferta y demanda! Calmate. Calmate, por Dios. Dejá de llorar. Respirá. Eeeeso. Ok, ahora mirá para adelante. Tenés una cafetería colorida y posiblemente llena de supermodelos, y un bar oscuro y deprimente repleto de viejos borrachos con un muy inhibido sentido de higiene personal. ¿Qué elegís?


¡Cafetería pop shibuyense! Empujo la puerta y ¡wow!, es como el interior de la vagina de Hello Kitty. Hay colores y flores y peluches y música salida de un videojuego de danza espástica. Y mujeres, obvio. Lleno de mujeres hermosas.
Detrás de la barra, una camarera con delantal de sirvienta gótica y orejas de gato intenta comunicarse conmigo. Habla en mi idioma, pero no le entiendo un carajo.
La plaquita en su delantal dice que se llama Miharu.

Miharu:
“StaruBakusu e Yōkoso!!
Shitaro:
“¿Perdón?”
Miharu:
“¡Sea usted bienvenido! Por favor, siéntese. El especial de hoy es Caramel Macchiato Latte más dos muffin o mini carrot cake. En la Bakery tenemos también rolls, bagel (los originales) y scons. Oferta dos por uno en Vainilla Latte, Chocolate Latte, Coffee Latte, Earl Grey Latte.”
Shitaro:
“Señorita, no sé qué es un Latte.”
Miharu:
“También tenemos una amplia selección de soft drinks, cold drinks, hot blends, ice frappés. Descuentos especiales en Doble Espresso, Triple Buffer, Quad Core.”
Shitaro:
“¡Café! ¡Sírvame café!”
Miharu:
“¿Latte?”
Shitaro:
“Negro, amargo y con un toque de desesperación, por favor.”

La empleada se da media vuelta y comienza a prepararme un Nietzscchiato Mocha Latte. Groso.
Ok, ya estoy instalado. Hora de reconocer el terreno. Y veo veo… ¿Qué veo? Una diosa maravillosa. Morocha, flaquita, ojos marrón oscuro. ¿O se dice castaño? ¿Avellana? Uhm, ni idea, distingo doscientos cincuentiseis colores nomás. Pero la piba es hermosa. Y encima está leyendo un libro. Eso es nuevo… Ok, probá hablarle.

Shitaro:
“Leer es para mariquitas.”
Mina:
“Ok…”

Bien, ya rompiste el hielo. Además, descubriste que se llama Mina. ¡Qué original!

Shitaro:
“Te lo digo yo que soy ¡el presidente del club de lectura!”

¡Obvio, papá!

Mina:
“Interesante. Y dígame, señor presidente, ¿cuál fue el último libro que leyó?”
Shitaro:
“¡Pfff! Una pequeñez. Un libro como de mil paginas que tiene todas las palabras. Lo escribió un tal Larousse, por ahí te suena.”
Mina:
“No he tenido el gusto.”
Shitaro:
“Claro, veo que a vos te gustan los de bolsillo. Mi literatura, en cambio, es más bien tirando a… extensa… Contundente… Voluminosa… Y sobre todo… placentera… ”

La muchacha sigue leyendo.

Shitaro:
“Estoy hablando de mi pene.”
Mina:
“Quizás quieras reconsiderar tu aproximación. Podrías comenzar por preguntarme qué estoy leyendo y luego darme tu opinión sobre el libro.”
Shitaro:
¿Qué estás leyendo?”
Mina:
“¡Oh! Hola. Sí, por supuesto. Estoy leyendo uno de mis favoritos: Raimugibatake de tsukamaete.”
Shitaro:
“. . .”
Mina:
“Y… veo que no lo leíste.”
Shitaro:
“No sé leer en este idioma. Es un temita que tengo; uno de estos días lo resuelvo. Decime, ¿de qué se trata?”
Mina:
“Podríamos decir que de un chico que va por la vida sin saber qué es lo que quiere, y va probando diferentes cosas pero nada le satisface, hasta el punto en que ya no sabe porqué hace lo que hace, pero lo hace igual.”
Shitaro:
“No me suena.”
Mina:
“¿De veras? Es algo así como un niño perdido en la gran ciudad. Se la pasa quejándose de la gente y sus costumbres. Intenta relacionarse con mujeres de todo tipo, pero siempre por alguna razón se le hace imposible. Se pierde en sus propias fantasías extravagantes por no saber manejarse en cuestiones elementales. ¿Realmente no te suena ninguna campana?”

Ok, la estás complicando. Cambio de estrategia. Tenés que demostrarle que sabés lo que ella quiere saber que vos querés saber de ella, sin dejar ver que sabés que ella sabe lo que quiere de vos pero no lo dice porque quiere que vos lo sepas. ¿Entendés? Probá encarar por ese lado. A todas las mujeres les gusta un hombre con las ideas claras.

Shitaro:
“Mina, preciosa, podríamos pasarnos la tarde entera hablando sobre los libros que no leímos. O podríamos aprovecharla para conocernos mejor.”

¡Genio!

Mina:
“Pero hay un problema… Yo ya te conozco, Hōruden-san. Y tú me conoces a mí.”

No entiendo qué me quiso de decir. ¿Y qué es eso de Hōruden-san? Me perdí.

Shitaro:
“¿Cómo que me conocés? ¿De dónde?”

Cierra el libro. Está poniendo dinero sobre la barra. ¡Se va a ir! ¡Tenés que liquidar el asunto ya! Esto es lo más cerca de tener sexo que estuviste en meses ¡Por Dios, no lo arruines!

Mina:
“Todos te conocen. Eres muy famoso, Hōruden-san.
Shitaro:
“¡Si te referís al incidente del otro día en la hora de natación, te puedo dar explicación perfectamente no-homosexual! En primer lugar, había tragado mucho cloro, y el capitán del equipo realmente parecía una mujer.”

Me interrumpe con una mano y se pone un par de anteojos de sol con la otra. ¡Se va! Junto a toda esperanza de esparcir tu ADN en la reserva genética, ¡se va!

Shitaro:

“Ok, me dejás hablando solo. Otra que me abandona. Vos, Taki, mi familia; todos me abandonan eventualmente. Pero no pasa nada, estoy acostumbrado. Quizás no me suicide esta noche. Depende qué haya en la tele.”

Mina sonríe y señala el libro.

Mina:
“Terminó el capítulo y me tengo que ir. Pero volveré para el próximo. ¿Qué te parece?”
Shitaro:
“Uhm… ¿Y cuánto faltaría para eso?”
Mina:
“Muy poco. Es un libro corto.”

Tira un beso con el dedo índice y se va.
Genial.
¿Y ahora qué hago con todo este Latte?