24 de noviembre de 2005

El sueño de mil gatos

[El siguiente texto es una adaptación literaria de un comic de The Sandman, del autor Neil Gaiman, que me tomé la libertad de escribir. Es cierto que es muchísimo mejor leer la historia en el comic original que en esta precaria traducción y pobre adaptación, pero el deseo de compartir algo bueno siempre es más fuerte que cualquier ley de copyright. Desde ya recomiendo comprar el comic, o bajarlo ilegalmente de Internet. Les va a gustar.]

— Vamos querido, ven a la cama. Y deja la puerta de la cocina abierta para que Kitty pueda ir a su caja de arena.
Era de noche y los humanos ya se iban a dormir. El pequeño felino veía acercarse a su amo, enorme, imponente. Sin el menor esfuerzo, tomó al gatito en sus manos y lo transportó a su improvisado lecho. Con tan solo unos meses de edad, Kitty veía el mundo de los humanos como un laberinto de imágenes y sonido, y montañas de ángulos rectos.
— Ah, vamos Don, si no vienes pronto ya no estaré de humor —continuó el otro humano desde lo lejos.
— Sí querida —dijo el hombre mientras depositaba cuidadosamente al gato—. Buenas noches Kitty.
El hombre desapareció y la habitación quedo en silencio. Una confortable oscuridad envolvió el ambiente, interrumpida solo por la luna llena que brillaba plateada en la ventana. Un poco más abajo, tras el cristal, asomaba una cara conocida.
— ¡Sss! ¡Es esta noche! —murmuró el gato pardo. Era un macho adulto de ojos anaranjados.
— ¿Qué? —preguntó Kitty.
— Ella está aquí. ¿Vienes? Será interesante.
El vecino de Kitty era un gato de pocas palabras. Decía solo lo justo y siempre creía haber transmitido perfectamente su mensaje, aún economizando al máximo sus palabras. Como todos los gatos.
— No se cómo salir —respondió Kitty con tierna frustración—. No puedo pasar por ninguna de las aberturas en la pared.
— Arriba hay un hueco abierto. Puedes pasar por ahí.
No sin dificultad, el pequeño gatito blanco corrió hacia la escalera y comenzó a escalar. Escalón por escalón; era todo lo que le permitía su ínfimo tamaño. Finalmente llegó a la ventana abierta del primer piso. Frente a él veía un árbol.
— Sacude tu cola, pequeño —continuó el gato pardo desde abajo—. No debemos perdernos esto.
Sin tener mucha experiencia en el salto largo, Kitty puso su fortuna en manos de su instinto. Saltó hacia el tronco del árbol y se aferró con sus garras. Él mismo se sorprendió de su destreza. Se dejó caer y aterrizó con sus patas.
— Oh. ¿Puedes no sentir el aroma, niño? ¿La llamada de la noche? Apresúrate —dijo el gato adulto y comenzó a caminar.
— Esperame. Oh esperame por favor.
Ambos gatos caminaron juntos por varios minutos. La calle estaba desierta.
— ¿Cómo lucirá? —preguntó el joven.
— ¿Quién sabe? No este gato.
Finalmente llegaron a destino. Esa noche la entrada del cementerio local recibía más visitas que nunca antes. Centenares de gatos de todas partes de la ciudad acudían a la reunión.
— Bienvenidos, estimados hilanderos de la noche. —los saludó un gato atigrado.
— Hola. Venimos para verla —dijo Kitty.
— Yo también —continuó el atigrado— , aunque no le veo mucho sentido a esto
— ¿Entonces por qué estás aquí? —inquirió el pardo.
— Uhm. Curiosidad, tal vez.
— Quiero saber qué tiene para decir —dijo ansioso Kitty.
— Igual que todos, niño. Igual que todos.
El lugar estaba plagado de lápidas desordenadas, bañadas en musgo o hiedra. Con ocasionales estatuas de ángeles o jóvenes doncellas. Y fue precisamente sobre la cabeza de un enorme arcángel de piedra donde aterrizó la profetiza.
Hermanas. Hermanos. Buena casería.
Era una hermosa gata siamesa, de ojos azules como la noche. Vio a la muchedumbre atenta a su rostro o acurrucada jugueteando con hebras de césped. Comenzó a hablar.
Gracias por venir a escucharme; por su voluntad de oír mi mensaje. Y espero que cuando haya terminado, algunos de ustedes puedan compartir mi sueño.
“No siempre fui como me ven ahora. Una vez, hace muchos ayeres, yo, como muchos de ustedes, estaba bajo el yugo de los seres humanos, viviendo en su mundo: un divertimento, posesión y juguete.
“Y me engañé a mí misma
—como, quizás, muchos de ustedes se engañan a sí mismos— de que estaba en control de mi propia vida. Me alimentaban, ¿o no? Me daban confort y calor. ¿Y qué les daba yo a cambio? Algo de afecto, quizás. Mi presencia. Poca cosa, en realidad, por lo que ellos ofrecían.
Recordó aquellos días en el hogar de sus amos y lo que vio por la ventana esa tarde de verano.
Él era un gato corriente. Orejas rasgadas. Ojos oscuros… Era mi ocasión para el amor; y él era mi elección como amante —dijo, con los ojos en el pasado, recordando a aquel enorme gato atigrado, sin dueño, casi salvaje—. Nuestro placer en el otro, y la consumación de nuestra mutua hambre, fue elevada hasta los cielos, y gritada hasta las cúpulas celestes. Él era fuerte, y rápido, y sus garras y dientes eran afiladas como el invierno. Nunca volví a verlo. Pero no lo he olvidado.
“Transcurrido el tiempo, nuestro placer trajo cuatro proles. Una maravillosa unidad de los rasgos de ambos
—dijo, con su corazón dividido en cuatro crías, mamando de ella en un rincón anónimo del hogar—. Imaginé las maneras en las que les enseñaría de la vida… de los placeres, del lavado, de la casería, de la supervivencia. Ellos me susurraron para mi deleite: de haber tomado carne en mi línea de sangre; de haber probado aire, y leche; susurraron su fe en el futuro.
“Mis humanos no compartieron nuestra alegría.
— ¡Sabías que estaba en celo! —gritó el hombre esa noche—. ¿Por qué demonios no la encerraste?
— Deja de quejarte, Paul. Creo que son bonitos —contestó su hembra.
— ¿Bonitos? ¡Es una siamesa de ojos azules pura! Estas pequeñas bolas de pelo no valen absolutamente nada.
Fue una decisión concebida en su soledad y justificada en su tiranía. Con total impunidad, y lejos de los ojos de su par, el hombre tomó los gatitos y uno por uno los introdujo en un saco. Una cuerda, una roca y un lago hicieron el resto.
Los sentí desde la distancia, es la oscuridad, mientras el agua fría se los llevaba. Los sentí golpear y rasgar ciegamente; sentí cómo me llamaban, en pánico y miedo. Y luego se perdieron.
Cualquiera hubiera jurado que los gatos del cementerio la miraban con compasión.
Supe entonces que había estado engañándome. Que nosotros eramos subordinados. Que mientras vivamos con la humanidad no podríamos llamarnos libres. Y resé.
El recuerdo de una chimenea ardiendo, el sentimiento de impotencia y las excusas de un asesino.
— ¡Por el amor de Dios, Marion! —exclamaba el hombre— No es como si ella entendiera. Quiero decir, mírala. Probablemente hasta está aliviada. Ella misma es prácticamente una cachorra. Hubiera terminado exhausta…
— Estoy segura que tienes razón, Paul. Pero no puedo evitar sentir un poco de culpa.
Le resé a la oscuridad —continuó la profetiza—, a la noche, a los carroñeros. Le resé al rey de los gatos, el emisario de nuestra clase en la tierra, aquel que camina entre nosotros y no conocemos. Resé… y soñé.
Esa noche cayó dormida frente a la chimenea, pero cuando abrió los ojos se encontraba en otro lugar. Un siniestro lugar.
Se vio a sí misma en medio de un enorme cementerio, perdida en un mar de cráneos de un sin fin de seres, de todas las edades, de todos los lugares. Y sobrevolando en círculos el cielo pálido, un cuervo, con un cráneo expuesto en lugar de cabeza, cuencas vacías reemplazando a los ojos y una hilera de vértebras definiendo un cuello.
— ¿Por qué te has aventurado en el corazón del Ensueño, pequeña gata? —preguntó el cuervo muerto— No hay nada para ti aquí.
— He venido aquí por justicia; he venido por revelación; he venido por sabiduría.
El ave voló más bajo, pero siempre fuera de alcance.
— ¿Justicia? —repitió—. La justicia es una ilusión que no encontrarás aquí ni en ninguna otra esfera. ¿Y sabiduría? La sabiduría no es parte de los sueños, pequeño caminante, aunque los sueños son una parte de la suma de las experiencias de cada vida, que es la única sabiduría que importa.
“¿Pero revelación? Esa es la providencia del sueño. Puede ser tuya, pero solo si tu corazón es fuerte.
“¿Ves esa montaña? —dijo cambiando su rumbo hacia un punto en el horizonte— En esa montaña hay una cueva, y en esa cueva vive el gato de los sueños, el gobernante del mundo durmiente. Búscalo. Pero te advierto. El camino a la cueva es difícil, y un pequeño gato podría recibir mucho daño.
— Todos los lugares son lo mismo para mí. Encontraré la cueva, entonces, y allí mis respuestas. No tengo miedo
— Entonces adiós, hija.
Y dejé el desierto de huesos —continuó, ya con sus ojos en el presente—, y comencé el largo viaje hacia el hogar del gato de los sueños.
“Caminé a través del bosque de los fantasmas, donde los muertos y los perdidos susurraban continuamente, prometiéndome mundos si solo me detenía a jugar con ellos. Cerré mis oídos a las tentaciones.
“En un punto creí haber oído a mis hijos llamándome. Pero erguí mi cola y seguí adelante.
“Caminé a través de los lugares fríos, duros y congelados, donde cada paso era dolor, cada momento era tormento. Seguí caminando.
“Caminé a través de los lugares mojados que entumecieron mis patas, empaparon mi pelaje, intentaron limpiar mis recuerdos.
“Caminé a través de la oscuridad, a través de la ausencia, donde todo de mí fue absorbido —todo lo que me hace lo que soy—. Pero incluso en el vacío de la pura nada, ya sin saber por qué estaba caminando o qué estaba buscando, continué marchando.
“Y, después de un tiempo, mi yo interior regresó a mí, y dejé ese lugar. Y me encontré a mí misma en la montaña del gato de los sueños.
Ante la gata se encontraba la entrada de la cueva, custodiada nada menos que por un grifo, un dragón y un caballo alado.
Y vi la cueva, y a sus guardianes. Y les dije, “he venido a hablar con el gato de los sueños”.
— ¿Por qué deberíamos dejarte pasar, pequeña? —cuestionó el grifo.
— Un pequeño bocado, y la mayor parte de pelo y hueso —dijo desde arriba el dragón.
— ¿Por qué deberíamos molestar al Señor de los sueños por alguien como tú? —preguntó el caballo alado.
— Bueno, respóndenos —exclamó el grifo con autoridad—. El Señor de los sueños no estará complacido si te permitimos molestarlo sin una buena razón.
— He llegado demasiado lejos para darme la vuelta ahora, grifo —respondió altanera la gata—. Le contaré mis asuntos al Señor de los sueños, y solo a él. Soy un gato, y conservo mis propios secretos.
— Entra entonces, gatita —dijo el dragón—. Pero que te quede claro: los sueños tienen su precio.
Y seguí caminando.
“El olor en el aire era extraño, pero igual era de gato. Caminé hacia delante lentamente, cada sentido gritándome que salga de ese lugar. Mis pelos de punta, mis garras extendidas. Y luego me detuve ante él.
Un enorme felino negro, como un tigre hecho de sombra, se encontraba descansando sobre una roca de la cueva. Sus ojos eran rojos, carentes de pupilas.
— Aquí estoy —anunció la gata.
— ¿Y tu quién puedes ser? —preguntó el gato de los sueños. Su voz era profunda y parecía escucharse más con la mente que con los oídos.
— Un gato —respondió temerosa—. Un caminante en lugares nocturnos. Un cuervo muerto me envió aquí, por revelación.
Esperó haber sonado confiada, pero la verdad es que tenía miedo.
— Camina a mi lado, entonces, pequeña hermana, y dime por qué me has buscado.
— Yo… Yo quiero entender. ¿Por qué pudieron quitarme a mis hijos? ¿Por qué vivimos como vivimos? No lo entiendo.
— Un gato puede mirar a un rey, o eso dicen. Mírame a los ojos entonces, pequeña hermana. Mírame a los ojos.
Y me lo enseñó. Me contó la verdad, como yo se las cuento ahora a ustedes. Porque en sus ojos vi imágenes. Y en las imágenes vi la verdad.
“Todos los gatos pueden ver futuros, y ver ecos del pasado. Podemos ver el paso de criaturas a un infinito de distancia, de todos los mundos como el nuestro, solo fraccionalmente diferentes. Y los seguimos con nuestros ojos, cosas fantasmas, y los humanos no ven nada.
“Pero la realidad que el gato de los sueños me mostró trascendió todo lo que hasta entonces había imaginado.
“Hace muchas, muchas eras, los gatos realmente dominaban el mundo. Éramos más grandes entonces, y todo el mundo había sido creado para nuestro placer. Vagábamos por donde se nos ocurría, tomábamos lo que queríamos.
“En esos tiempos los humanos eran pequeñas criaturas, no más grandes de lo que son ahora. Y los humanos nos acicalaban, y alimentaban, y nos consentían. Y cuando la luna brillaba llena, nosotros los cazábamos, y comeríamos a algunos de ellos, pero principalmente les dábamos caza… porque era más placentero que cazar aves, y en aquel entonces, los ratones eran demasiado chicos e insignificantes para dignarnos a tocarlos.
“Oh, la alegría de esos días de caza, bajo la luna de los gatos. El juego del gato y el hombre.
“Entonces un humano se elevó entre su clase. Un macho de pelo dorado, nacido y criado en los jardines de placer de una de las hedonistas Damas felinas. Y el humano tuvo un sueño, y una inspiración. Y caminó entre los suyos, y les dijo:
— Sueñen! Los sueños le dan forma al mundo. Los sueños crean al mundo de nuevo, cada noche.
“No sueñen el mundo en la forma que tiene ahora, bajo el dominio de nuestros amos felinos. Sueñen un mundo nuevo. Sueñen un mundo de seres humanos. Sueñen un mundo en el que nosotros seamos la especie dominante, en el que nosotros seamos los reyes y reinas, y los dioses. Sueñen un mundo en el que ya no seamos cazados y asesinados por gatos.
“No se cuantos de nosotros tomará. Pero debemos soñarlo, y si suficientes de nosotros soñamos, entonces sucederá. Los sueños le dan forma al mundo.
Y la palabra se corrió entre los humanos. Y algunos de ellos creyeron. Y soñaron. Y, por un momento, nada sucedió.
“Una noche, suficientes de ellos soñaron. No se necesitó de muchos. Unos mil, tal vez. No más. Ellos soñaron…y al día siguiente, las cosas cambiaron.
“Los humanos eran enormes, y los gatos eran pequeños. Los humanos eran la especie dominante, y nosotros éramos presas suyas, de sus perros, de sus máquinas de metal. Presas del mundo que los humanos habían traído con ellos.
“Todo esto vi, cuando miré a los ojos al gato de los sueños.
Terminada la visión del gato de los sueños, la gata le preguntó:
— ¿Entonces ellos soñaron al mundo en la forma que tiene ahora?
— No exactamente —dijo—. Ellos soñaron al mundo de manera tal que siempre haya sido de la forma que es ahora, pequeña. Nunca hubo un mundo de altas Damas gatas y Señores gatos. Ellos cambiaron el universo desde el principio de todas las cosas, hasta el final del tiempo. ¿Lo entiendes ahora?
— Sí. Lo entiendo.
— Entonces sabes cual debe ser tu tarea. Conoces la carga que debes llevar. ¿Eres lo suficientemente fuerte?
— Sí. Eso espero.
— Entonces despierta, niña. Con mi bendición.
Y tras esas palabras, la gata siamesa abrió los ojos y se encontró de vuelta en su hogar. La chimenea ya apagada, apenas humeando.
Ven, he visto el fondo de lo que él me ha dado. Si pudieran soñarlo… podemos cambiar las cosas de vuelta. Si creyésemos. Si soñáramos.
“Somos los sueños de los carroñeros, dicen, y tal vez sea verdad. Pero si suficientes de nosotros soñamos… Si tan solo unos mil de nosotros soñamos… podemos cambiar el mundo. ¡Podemos soñarlo desde cero! Un mundo en el que ningún gato sufra la malicia de los humanos. En el que ningún gato muera por capricho humano. Un mundo que gobernemos.
“Dejé a los humanos ese mismo día, para esparcir las buenas noticias. Y ahora viajo de lugar en lugar. He caminado distancias más allá de las medidas. He pasado hambre, en ocasiones; y con frecuencia he sido lastimada. Pero seguí caminando.
“En una máquina de metal crucé las aguas frías. He predicado ante gatos monteses solitarios en lugares vacíos. He gritado mi mensaje a las estrellas desde azoteas y lo he susurrado a gatos moribundos en callejones. He hablado con un gato, y con muchos. Y a cualquier lugar al que voy, mi mensaje es el mismo… ¡sueñen!
“Sueñen al mundo. No a esta pálida sombra de realidad. Sueñen al mundo de la manera que realmente es. Un mundo en el que todos los gatos son reinas y reyes de la creación. Ese es mi mensaje. Y seguiré moviéndome, seguiré repitiéndolo, hasta que muera. O hasta que mil gatos escuchen mis palabras, y las crean, y sueñen… y volvamos al paraíso.
La gata estiró sus patas y saltó hacia el suelo. Comenzó a retirarse, con los ojos de la muchedumbre clavados en cada uno de sus movimientos, cuando una pequeña voz la interrumpió.
— Señora… —dijo Kitty—. Yo creo.
Se detuvo a mirarlo unos segundos.
Entonces hay esperanza, niño —dijo, y se escabulló en unos arbustos sin mirar atrás.
Los gatos comenzaron a retirarse.
— Fue entretenida. Eso se lo reconozco —comentó el gato pardo a su pequeño compañero. Mientras caminaba divisó a pocos pasos una rata desprevenida.
— No, se sintió bien. Se sintió como la verdad. O una verdad, de todas maneras. ¿Crees que vaya a suceder? —preguntó Kitty al tiempo que su amigo saltaba sobre su presa.
— Uhm, linda rata de drenaje —dijo el gato pardo mientras mordía el cuello del roedor, para luego dejar abandonado el cadáver intacto—. Pequeño, me gustaría ver a cualquiera —profeta, rey o Dios— persuadir a mil gatos a hacer cualquier cosa al mismo tiempo… No, nunca sucederá…Vamos, cachorro. El sol se elevará pronto. Será mejor que te llevemos a casa.
El sol brillaba de vuelta. Los humanos despertaban y se preparaban para sobrevivir otra pequeña aventura diurna. En la mesa el hombre tomaba su desayuno y la mujer veía televisión. Un comercial de alimento para gatos.
— Miaos, la comida para gatos de calidad. Es prrr-fecta para tu mejor amigo.
— Oh, apaga esa cosa, querida. No puedo escuchar mis propios pensamientos. ¿Recuerdas donde dejé mi maletín anoche? No puedo encontrarlo.
— Está en la sala, Don.
La mujer fue a buscarlo y se encontró con su mascota. Aquella pequeña, inocente criatura, dormía profundamente en su lecho.
— Hey, creo que Kitty está soñando. ¿Don? ¿No es adorable?
— ¿Soñando? Me pregunto qué podrán soñar los gatos.
— Por la manera en que está contoneándose, creo que está cazando algo. Algún animal pequeño, supongo.
— Si. Sí, cariño. Es realmente lindo.

14 de noviembre de 2005

Un update

¡Adivinen quién volvió de sus vacaciones! Yo no, las vacaciones son para sucios burgueses. Hoy se cumplen exactamente dos semanas desde mi último update, tiempo más que suficiente para que la mitad de mis lectores haya partido para no volver. Y eso es bueno. No me gusta que el vulgo me lea. Es más, este blog está hecho para ser leído por tan solo cinco personas, siendo yo dos de ellas. Si no sos uno de esos cinco, cerrá ya el explorer.

Bien, asumo que ya todos los seres indeseables han cerrado el Microsoft Internet Explorer —y no digo Firefox porque eso es para comunistas tirabombas y mis amigos no son comunistas tirabombas.
Habrán notado, queridos amigos, el cambio de aspecto del blog. No es otra cosa que la obra de Gittana, quien muy para mi sorpresa me agregó al MSN solo para ofrecerme cambiar el template. “¿Por qué —pregunté—, oh Gittana, deseas cambiar el aspecto visual de mi blog?” a lo que ella respondió “porque el tuyo es una cagada”. Así que desde aquí, y con algo de retraso, un agradecimiento muy grande a la persona que primero me incentiva a crear el blog (“hey, si una mujer puede, ¿por qué yo no?”) y luego, de absoluta onda, se toma el trabajo de cambiar el script para reformar al mismo.

Mis clientes apestan. Tendría que tener alguna especie de sensor óptico en la puerta, con un cartelito que diga “si su piel es más oscura que el color café-con-leche, tiene prohibida su entrada a este establecimiento. Sí, lo estamos discriminando”.
Nunca tuve tantos deseos de cambiar de rubro como en estos días. Realmente me saturé de los pendejos. ¿Por qué mis clientes no pueden ser geeks inofensivos o gamers viciosos? ¿Por qué necesariamente tienen que ser eslabones rotos de la cadena evolutiva Darwiniana? Mierda, ¿qué tengo, una reserva mapuche a dos cuadras de casa?
Encima ahora se les dio por jugar Lineage 2 (¡hasta en el trabajo me atormentás, juego hijo de puta!) en servers fruta con rates x 200. Se sienten orgullosos de lograr en un día lo que yo hice en un año de juego.
Espectáculo es cuando quieren hacer un trabajo práctico. Simplemente copypastean el primer texto que se cruzan por la Interweb sin siquiera leerlo. He impreso trabajos prácticos con banners a los costados. En mi época copypasteabamos de la Encarta al menos.
Aunque sea puedo darme el gustito de responderles “no” cada vez que vienen a preguntarme si les fío. Vivo para eso.

Y ya que mencioné Lineage, mi adicción al mismo está casi superada, mitad por aburrimiento. Los días de aventura de Anaxágoras se van acercando a su fin. Pronto el profeta se jubilará y pasará el resto de sus días en una casita junto al río. Una casita de crack.

Hoy me van a dar la nota del segundo parcial de Filosofía. Si lo apruebo termino el CBC. Ay, tres años me llevó completar lo que a otros les lleva tan solo uno, o medio, si tienen acomodo. El año que viene empieza la joda. Viajar a capital varias veces por semana va a ser un tormento, lo se, pero no es otra cosa que el justo pago por los innumerables pecados que cometí en mi vida pasada. Será un castigo redentor para purgar mi alma y ascender por fin al Reino Celestial, ya libre de culpas.
En otras noticias, en estos días me volví un fanático religioso. Praise Alah! Death to american infidel!

El precio de la medicina prepaga aumenta cada mes. Dan ganas de accidentarse solo para que rinda el gasto. Aunque considerando mi suerte, probablemente muera tras el económicamente rentable siniestro. Y dicen que morir es malo.
Sócrates decía que no se debe temer a la muerte, porque ella pertenece a lo desconocido. Temerle a lo que no se conoce es casi como decir saber lo que no se sabe. Eso a Sócrates le daba por las bolas. Aunque también hay que admitir que existe un poco de leyenda en torno al filósofo griego. Por ejemplo, Sócrates no se suicidó con cicuta, lo mató un oso que se escapó del circo. Pasa que de esta manera muchas de las cosas que presuntamente dijo en la Apología perdían sentido. Otro dato poco conocido es que en realidad Sócrates era una mujer asiática.

Yo se que cada vez que mi viejo me llama para mostrarme algo gracioso que vio en Internet, en su monitor hay una foto de Kirchner. Realmente el odio político ha hecho estragos en su persona, a tal punto que sus argumentaciones son del tipo “el tuerto montonero que tenemos de presidente tiene toda la guita en Suiza y no le dicen nada, pero a San Menem le hicieron quilombos durante años por las cuentas que decían que tenía y nunca le encontraron ni una sola”. Y luego me pegaría un sopapo para descargar su frustración.
Eso sí, a la mañana hace un café salvador, y eso lo respeto.

No me gusta que mis clientes me toquen. Y mis clientas tienen un molesto sentido de autoconservación que les impide acercárseme.

Soy un hijo de puta. Hace semanas que estoy rumiando updates para LIA y siempre me quedo sin GNC en la segunda página. Estuve pensando en hacer un “update recopilación”, juntando all in one todos mis textos abortados, con una aclaración justificando por qué abandoné cada uno de ellos. La explicación en cada caso sería una variante de “porque soy un incapaz de mierda”.

Hace un tiempito que no incluyo imágenes en el blog. La razón de esto es porque prefiero mil palabras a una imagen. A menos que estemos hablando de una mujer. En ese caso prefiero una imagen; cuanto menos ropa mejor. Y si es fea, aún así prefiero verla a tolerar su horrible parloteo. Siempre quise decirle a una chica “calla y solo se hermosa”, pero el miedo a que arruine años de ortodoncia me lo impedía.
Algunas me han dicho que les gusta como hablo. Les respondo que pertenezco a la clase de personas que uno desea escuchar una o dos veces por semana y en lapsos no mayores a una hora. Mis palabras tienen efecto hipnótico por teléfono, y se asemejan a balbuceos en vivo y en directo si la chica es linda.

Pareciera que uno de los requisitos para conseguir trabajo en la carnicería de al lado es haber pasado al menos dos años en la cárcel. Ojo, no malinterpreten, prefiero que el tumba Gómez venga a pedirme cambio con los brazos engrasados y envuelto en una pestilencia de sangre y vísceras a que me meta caño a la vuelta de mi casa para sacarme las monedas del colectivo. Por otro lado, ¿por qué no podrían ser ambas? Mejor andar con cuidado; esos tatuajes en sus nudillos han conocido cuellos más frágiles que el mío.

El Age of Empires 3 apesta. ¡Con qué estúpida expectativa lo estuve esperando por meses! Y gracias que tuve el buen juicio de bajármelo ilegalmente con el Emule (tras varios intentos fallidos) y no comprarlo original como tenía pensado.
El único punto fuerte del juego son los gráficos, que desean ser vistos con una de esas superplacas yankies. Mi pc es considerablemente buena y mi placa de video es grande, aunque algo viejita ya. El juego se ve más o menos fluido pero los gráficos apestan. Y el juego no tiene más que eso; sacale los paisajes lindos y la iluminación dinámica y te queda un Age of Mythologies aún más lento, monótono y aburrido (¡el aspecto de las estructuras debe cambiar en cada era, no cada dos!).
Hasta ahora no leí la opinión de nadie a quien le haya gustado. Lamentablemente, en mi vida el mejor juego de estrategia aún sigue siendo el Warcraft 3. Ay de mí.

¿Quién dijo que mi trabajo no requiere esfuerzo físico? Tuve que arrastrarme para conectar el transformador del switch (como el hub pero más groso) que algún pendejo infradotado se tomó el trabajo de patear. Lo bueno de mi trabajo es que la oración anterior puedo decirla en voz alta. Lo malo es que nadie la entiende y mis viejos se enojan.

Leer a Platón me hizo querer ser una persona más virtuosa. Leer a Nietzsche me hizo sentirme bien conmigo mismo siendo un hijo de puta. ¿Qué si soy influenciable? Deberían haberme visto en la primaria.
Lo malo de tratar de vivir como un ser humano y no como un animalito es el escaso éxito con las chicas. Por supuesto, aquellas pocas mujeres lo suficientemente inteligentes, nobles y bellas para encontrar atrayente nuestro estilo de vida estarían dispuestas a darnos la llave de su corazón (¿tienen esa cosa las mujeres inteligentes, nobles y bellas?) y hacernos un poco felices. El tema es que, como ya dije, son pocas, y suelen vivir lejos.
Si las Mujeres Estándar son nada más que distracciones en la vida hasta que encontramos al Alma Perfecta, entonces yo me salteo los entremeses y paso directo al plato principal. O más bien, lo espero sentado, con los cubiertos en mano. Los que piensan que paso hambre son los que se llenan la boca con comida chatarra. Pero parece que mal no la pasan. Bien por ellos, supongo.

Siempre me gustó el olor de la lavandina y de la nafta. ¿Primeros indicios de una naturaleza autodestructiva? Nah, solo gustos exóticos que no me molesto en negar, como que me gusta físicamente el cantante de My Chemical Romance. ¿Eso lo dije o lo pensé? Erhm, ¡miren, pajaritos!

Todos están equivocados, y esa es la tragedia del mundo. Incluso los que creen no estarlo, señalando que todos están equivocados. Cualquiera que diga “esto es” se equivoca. De esta manera cualquier texto “amateur” que leamos es horriblemente incorrecto. Esto es una tragedia. Mi tragedia. He leído infinidad de ensayos que presumen una objetividad o un grado de verdad que no tienen. Como el ateo que niega la existencia de Dios basándose solo en la ausencia de pruebas físicas, cuidadosamente pasando por alto la posibilidad de una siempre agradable solución metafísica. “Lo que existe y no se percibe, bien podría no existir”, es posible, pero eso no es más que otra conjetura. Si la misma ciencia duda, ¿por qué deberíamos nosotros, adolescentes ignorantes, afirmar o negar cosas que evidentemente nos quedan grandes?
Es fácil interpretar a un filósofo como mejor nos gusta, de la misma manera que es fácil —y conveniente— encontrar citas del mismo que favorezcan nuestros argumentos.
Por todo esto es que me convertí al Discordialismo.

Fui a ver Corpse Bride. Linda peli, el final un poco apurado nomás. Tim Burton (¿alguien dijo overrated?) es por lejos el director de los góticos. Claro que en Argentina no hay góticos, hay engendros híbridos desinformados. Van a verla pero no la entienden o no saben apreciar su belleza.
Creo que la explicación de la vida se encuentra codificada de manera bastante explícita en American Beauty.

Mi vieja cree que estoy de mal humor, lo cual puedo interpretar como “todas las Personas Promedio creen que estoy de mal humor”.
Entre ayer y hoy me preguntó cinco veces si conocía el paradero de mi hermano. Ni puta idea, mi hermano es nómada. Esta mañana cuando le respondí “si tiene un celular, ¿por qué no lo llamás y le preguntás, en vez de joderme a mí a cada rato?”. Entonces me mandó a cagar.
La Persona Promedio confunde lógica con mal humor, pragmatismo con insensibilidad, elocuencia con arrogancia. Pareciera que la solución a los problemas debe ser el pánico, y la actitud a mantener, una improductiva, ineficiente, imparable consternación. ¿Fantasías narcisistas para aplacar la sed moral? Les explico que al cielo se llega pintando paisajes inexistentes, y al infierno, mirando telenovelas. Pero reconozco hipocresía en mis palabras: sigo jugando Lineage en mis momentos libres, esperando inútilmente que en la vida haya un corrector automático como el del Word.

Algunos de mis clientes vienen del gimnasio de arriba de la galería. Son arrogantes hasta la médula. Tal vez la sobredosis diaria de testosterona afecta su sistema nervioso. O tal vez el mío. Pero cada vez que vienen se hacen notar con tendencias tales como hablar entre dientes, mirar despreocupadamente a los costados mientras me piden máquina, referirse a mí con amistosos superlativos que demuestran implícitamente su superioridad, y finalmente una palmada en el hombro para despedirse. También son de gastar poco.

Uno de los pocos recursos que tengo para dañar a las personas que me jodieron es odiar las cosas que a ellas más les gustaban. Así llegué a aborrecer películas que jamás ví, rechazar música que antes me caía bien y odiar lisa y llanamente el idioma Alemán. He tenido que hacer algunas excepciones, sin embargo. El tema Iris de la banda Goo Goo Dolls sigue siendo hermoso, no importa cuanto me haya jodido la dueña. Aceptar que las cosas no tienen la culpa es una buena manera de empezar a perdonarse a uno mismo. ¿Por qué castigar a los objetos o a uno mismo en vez de a quien realmente deberíamos castigar? Dicen que el olvido es el peor de los castigos. Yo digo que el olvido es la muerte. Pero algunas muchachas se resisten a morir; son inmortales. Eso solo confirma mi teoría de que las mujeres son súcubos sin alma creadas exclusivamente para cagarnos la vida a los Hombres Santos, particularmente a mi.

¿Qué es más fuerte, impulso natural o convicción peculiar? Evidentemente la primera. La prueba está en que llego al mediodía con mucha hambre, sin importarme la cantidad de monstruos que deberían hacerme perder el apetito.
No es ninguna revelación esto que digo. Fueron los impulsos naturales los que escribieron la historia del hombre. En lo personal, me gusta que sea así; genera el entretenimiento que necesito para vivir y la oposición que necesito para crear.

El año pasado me perdí de ir a ver a Nightwish. Me dormí y perdí la oportunidad de comprar las entradas cuando había stock. Me consolé forzándome a pensar que iría a verlos al año siguiente.
Hace pocos días la banda le dio flete a Tarja, la cantante.
Parece que la piba está casada con un argentino que hizo las veces de Yoko Ono. Metaleros y góticos en todas partes lloran la perdida y el mundo tiene ahora una nueva razón para odiar a Argentina.
Pero yo, lejos de arrepentirme por mi dormida del año pasado, celebro la ocasión como una providencia divina: Dios quiere que me mantenga lejos de las personas indeseables que pululan en esa clase de eventos. Y yo siempre le hago caso a Dios. Cuanto más lejos me mantenga de los que mienten oscuridad para favorecer una ilusión de profundidad, tanto mejor. A algunos hasta les quité admisión en el MSN. No sea cosa que por propiedad transitiva yo también termine necesitando de muy poco para creerme mucho.

Está bueno escribir lo que se quiere y es complicado escribir siguiendo pautas. Cualquier texto escrito para otros está sujeto a normas, por más pequeñas que sean. En LIA no podría escribir con fuente color verde.
Excuso mi poca productividad con falta de inspiración para hacer algo que se sujete a esas pautas. Pero en realidad lo que me falta es sentar el culo en la silla y ponerme a escribir.
Hasta ahora nunca me pasó de no tener tiempo para escribir algo. Si no lo hice es porque deseaba hacer otra cosa. Un texto no depende del tiempo libre, depende del deseo de hacerlo. Y ese deseo muchas veces se ve atenuado por las pautas externas.
Me cae mal la gente del foro de LIA. Si alguien de ahí no me hizo caso cuando le pedí que cierre el Explorer y siguió leyendo hasta acá, sepa que es muy probable que lo odie. Pero no se preocupe, es un odio inmaduro, nacido de mi tontera. Tan solo me molesta que hable mucho y diga poco. El buen escritor es el que dice mucho con las palabras justas. El malo se dedica a quotear en los foros qué chistes le gustaron y cuales otros no.

Siempre es grato ver como vuelve un cliente. Su orgullo fragmentado al no haber podido mantener su auto-promesa de irse a otro cyber porque el tiempo de espera en el mío era demasiado. Este en particular encontró problemático que no me ande la impresora. ¿Habrá vuelto con birome y un papelito?

Es difícil querer a alguien que escribe con faltas de ortografía. El amor es irracional.
Las chicas que necesitan un chico como yo no me dan bola. El amor es injusto.
Lloriqueo mucho y hago poco. Cumplo mis deseos de pereza. La pereza es la excusa oficial de la cobardía. El amor es más justo y racional de lo que deseo creer.

Mis mails tienden a ser danzas autoeróticas. Curiosamente, mis destinatarios los encuentran agradables. Cuando me preguntan cómo estoy siempre respondo, pero no devuelvo la pregunta. Es más lo que quiero decir que lo que quiero saber de la otra persona. Y rara vez me detengo en trivialidades; me gusta ir directo a los papeles. Tal vez sea ese el verdadero egoísmo y no el fantasma que nos enseñaron en la escuela. Dejar que el ego vuele libremente, sin represiones internas ni desfiguraciones externas. Eso es, verdaderamente, rendirle culto a uno mismo.

Tengo mucho más para decir, pero ya no tengo ganas. Creo que pocas cosas son tan injustas en la vida como un final abrupto. Te dejan con ganas de más.