30 de mayo de 2005

Domingo

Sin darle mucha pelota a las quejas de mis clientes me puse mi campera negra y mi birrete de hoja de diario y comencé a acercarme a la puerta. Todos los domingos son iguales. Frecuentemente tengo pesadillas en las que pequeños demoños preadolescentes se abalanzan sobre mí y me arrojan monedas de hierro candente a los ojos al grito de “¡cargame 25 y pasame los saves del Nidfori (NFSU)!”.
Francamente nunca entendí la clase de diversión que puede darle a uno un juego como el Mu. Día tras día una veintena de púberes me piden que les pase el parche para el Mú Tailandia, que con su experiencia x200 te hace subir ocho niveles solo por apretar el botón menú. De poco sirve intentar descongelar las máquinas y ponerles el dichoso parche para que quede por defecto; cada dos semanas los pendejos migran hacia un nuevo server. Cambiarán el Tailandia por el nuevo y mejorado Mu Sri Lanka, con experiencia x800 que te hace subir once niveles por poner en hora el reloj de Windows.
Haciendo gala de mi absoluto desinterés por el trabajo que me da de comer fui surfeando entre la masa de gente hasta llegar al dorado picaporte que abre las puertas de una libertad parcial. En el camino no pude evitar ver a la vieja de la pc 2 esforzandose por mover el personaje del GTA 3 hacía otro lado que no sea la pared del callejón donde empezás.
En mi departamento la situación era desoladora. Perdido en un laberinto de oscuridad y gatos hambrientos pasé interminables minutos hasta encontrar la heladera. Estaba vacía. La cerré y volví a abrir varias veces para ver si cambiaba su contenido pero nada sucedió. Hay que esperar un par de días para que eso ocurra.
Me tomé la primer cosa con etiqueta colorida que tenía al alcance y huí a mi pequeño universo de soledad, narcisismo y páginas porno. Un cuadrado de neón azul cortó la penumbra y guió mis pasos hacia el escritorio.
— Me doy cuenta que parte de madurar implica reconocer que ya nadie vendrá a hacer nuestra cama y limpiar nuestra mugre. ¿Es esto la vida real?
Siempre me dio pena la idea de aniquilar el bioma de bolas de pelusa que existe bajo mi lecho. Podría ser acusado de cometer crimenes de lesa humanidad contra los millares de pequeñas alimañias subsistiendo allí abajo.
Una ventana peleó su camino entre los innumerables accesos directos de mi escritorio y no con poco esfuerzo se abrió ante mis ojos.
— Las mujeres son todas putas —tipeó mi primo desde su casa—. Es la última vez que voy a Requiem a encontrarme con un contacto de MSN.
— No a todas las mujeres les gusta ir directo a los papeles. Chatearon durante semanas, es cierto, pero eso no es garantía de que la muchacha quiera tener sexo de parados en un lugar público a los cinco minutos de conocerte en persona.
— Le dije que estaba apurado porque al día siguiente tenía un asedio en el Lineage.
— Que ingrata. No entiende la seriedad del asunto.
— Las darkies son todas iguales. Se piensan vampiresas envueltas en un hálito de erotismo misterio, y a fin de cuenta no son más que chetitas vestidas de negro. No entienden a un hombre sensible.
Y tras eso comenzó a enviarme una serie interminable de letras G y ocasionalmente H, lo que me hizo intuir que otra vez se había dormido sobre el teclado.
La contemplación fue interrumpida por un relampago de pelo marrón atigrado saltando sobre mi monitor.
— Hola Tony —saludé a mi gato.
— Cualquier palabra está de más —dijo el felino con cara seria—. Todo lo que hacemos y decimos es en vano. Los versos que escribimos se convertirán en polvo. Las casas que edificamos serán derrumbadas. ¡La peor tragedia nos acecha! El todo que se convierte en la nada. Todos dejaremos de ser, más tarde o más temprano. Todos nuestros sueños y anhelos son triviales. Nuestros amores y pasiones, engaños enemigos del pragmatismo. Vivir es morir. Y luego, el silencio. Cuando el telón cae los actores no vuelven a casa. No hay actores, no hay teatro, no hay casas. Solo engaños y silencios.
Dicho eso el animal saltó sobre mi cama y comenzó a lamer sus partes pudendas. Al parecer una vez más había confundido la gaseosa Tai con el Procenex lavanda. Calculé que las alucinaciones desaparecerían en media hora. De todos modos me apuré a fotografiar las paredes sangrantes.
Ya pasado el trance me decepcioné al ver las fotos. Lejos de manchones rojos en las paredes lo único que se veía era la habitual aparición de Daniel Hadad sobre mi cama.
El telefono sonó.
— ¡No te quiero más! —gritó una voz chillona—. Estoy harta de tus vueltas y complicaciones.
— ¿Por qué no podés ser docil como lo sos en el Sims 2? Ahí te portás bien y me haces de comer todos los días y una vez tuvimos sexo en un cambiador de ropa y de esa union surgió una hermosa niña que, quiso el destino, fue abducida por extraterrestres por abusar del telescopio para subir su barra de lógica. Dios bendiga a esa niña.
— No me vengas con tus excusas Rodrigo. Esto es definitivo.
— ¿Podrías al menos decirme qué hice mal para evitar cometer los mismos errores el día de mañana, cuando esté saliendo con Liv Tyler, que está mucho más buena que vos?
— Nunca te esforzaste en intentar comprender mis sentimientos. Sos frío, insensible, retraido y muy boludo. Recuerdo esa noche en la que te portaste como un nene caprichoso que no sabía lo que quería y jugaba con los sentimientos del otro.
— ¿Segura que fui yo? ¿Qué noche fue, aquella que me invitaste a la fiesta de freaks del anime donde delante mío te transaste a tu mejor amigo o aquella que me invitaste a bailar al boliche @ltern@ en la que delante mío te transaste a tu mejor amiga?
— ¿Ves como sos? No cambiás más. ¡Esto se acabó!
— ¿Ah sí? Como quieras, pero antes tengo una canción para vos. Y escuchala bien porque describe perfectamente esta situación.
Y ahí nomas me puse a cantarle Vindicated, pero mal porque me olvidaba la letra, así que fui a una página de lyrics y comencé a leerla de ahí. Cerca del final me di cuenta que no era esa la canción a la que me refería sino una de Savatage. Quise corregir mi error cantando la canción correcta pero para entonces ella ya había colgado hacía quince minutos.
Mi celular vibró con su versión remixada de Balada para un loco. En el LCD azul se leía:

“AKABO D LEER TU ULTIMO UPDATE. DOND T PUEDO VER ASI T PEGO?”

Mis lectores son pocos pero fieles y jamás dejan pasar la oportunidad de hacerme saber qué tan malos son mis textos y cómo me cagarían a palo si me cruzaran por la calle. Envidio su determinación.
Me fui a dormir con el pensamiento de “cuanta gente está viviendo la vida loca en este momento y yo aquí, intentando dormir, pensando cuanta gente está viviendo la vida loca en este momento”. Rapidamente caí en un sueño REM, pero duró poco, minutos tal vez. Con el cansacio acumulado de ayer abrí los ojos y era de mañana. Y esa misma noche también duró minutos, y la siguiente y la que vino después.
— Así será hasta que muera —reflexioné—, probablemente en pocos años, a manos de uno de mis clientes al que le gustaron mis zapatillas. El counterstrike les mejora la puntería.

20 de mayo de 2005

Dormidas

Sup sup everybody. Más por culpa que por inspiración súbita comienzo este update, aunque he de reconocer que el hecho de que una fanática del Lineage me haya agregado al MSN y me esté dando una extensa y detallada explicación de por qué un Bishop es mejor que un Prophet despierta en mí una chispa de maldad.


Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
[irreproducible “giño” diciendo Hola en letras de neón]
Є.Δ.С. (Undying) dice:
buenas
Є.Δ.С. (Undying) dice:
lindo hola fluorecente. desearia no ser daltonico para apreciarlo mejor
Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
jajajajaja
Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
soy alejandra nyadiel humana bishop lvl 43
Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
vos?
Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
[irreproducible "guiño" de un smilie retorciendose de risa]
Є.Δ.С. (Undying) dice:
hola alejandra nyadiel humana bishop lvl 43. yo soy Rodrigo


Arriesgándome a que salga a la luz la triste realidad de que no tengo vida admito que estos días fueron absolutamente estáticos. Lo más emocionante que me pasó fue cruzarme con Silvio Soldán en el Unicenter.
Los parciales tienen ese efecto anestésico. Estudiar como un condenado por dos semanas para rendir un examen de una hora. Cinco preguntas se convertirán en tus jueces y te sentenciarán al éxito o al fracaso. En mi opinión, es una mierda. Leí, resumí y estudié el librote de Economía por semanas. Llegó el examen y encontré las famosas cinco preguntas, cada una con cinco apartados… Cuando alguien preguntó cuanto tiempo faltaba para entregar yo esperaba que la profesora respondiera “cuarenta minutos, y vos, el flaquito de enfrente, si vos, ¿Rodrigo te llamabas? Vení, hablemos en privado un segundo… sabés, estoy buscando a alguien como vos. ¿Cómo te ves actuando en una amateur?”Bueno, es probable que no dijese todo eso al pie de la letra, por ejemplo, no me sentaba al frente. Pero lo que definitivamente no esperaba es que dijera que quedaban tan solo quince minutos. Osea, what the fuck, me hacés estudiar dos semanas para un exámen de cuarenta minutos.
No tengo idea de qué estoy hablando, la lineagera del MSN me pide foto y me distrae… Ok, se acaba de desconectar. No creo que tenga nada que ver con la pic del desnudo frontal que le acabo de pasar. Es totalmente artístico y los herpes apenas se ven. Igual dijo que “enseguida vuelve”.
La pausa me permite pasar al tema principal del update, y que generoso estoy siendo con eso de tema principal y con eso de update. Les contaré hoy un par de anécdotas de mis “dormidas” con chicas. Y no hablo de encamarse, eso no lo veo ni en el I-sat. Hablo de esos momentos en que debí haber dicho o hecho algo para ganarme a una niña y, en vez de eso, consideré que sería mejor idea quedarme a babear en estado inerte.
Usaré un fragmento de charla como intro:


Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
nosotros los bishop tenemos el requiem
Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
dormimos
Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
y tenemos para paralizar
Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
[irreproducible "guiño" de un smilie retorciendose de risa]
Є.Δ.С. (Undying) dice:
fui a Requiem una vez. lindo lugar, dejame decirte. lo mejor es que con el olor a porro que hay en los sillones no hace falta comprar droga. te sentás y ya estás flotando
Є.Δ.С. (Undying) dice:
las telarañas y vampiritos de cotillon colgando del techo tampoco ayudaron a generar esa ambientación "gotica"


El año pasado fui por primera y única vez al boliche formalmente conocido como “Réquiem”. Eran días pseudos-darkies de mi vida y por entonces estaba relacionándome con una chica de ese entorno. Habíamos quedado en vernos en ese antro a eso de la 1 AM. Yo había ido con mi primo de 27 años, quien desde que entró se ganó la “simpatía” de una muchacha hija de la noche, hermana de la oscuridad y amante de los alimentos ricos en grasas. El caso es que estuvo ocupado toda la noche mientras yo cumplía con mi inocente —por no decir boluda— convicción caballerosa de no tomar parte en nada hasta que llegase mi por entonces amada. Ni apareció. Pasé interminables horas de pared en pared, cabeceando al ritmo de Queen.
La aguja llegó a las 6 AM y me encontró desdichado, malhumorado, aturdido por el volumen saturante y parcialmente intoxicado por el único Speed que había tomado en la noche ya que soy un tremendo marica que no bebe alcohol. En una de esas pasan frente a mi dos chicas, darkies por supuesto, pero estas lindas. 17 años más o menos. Una en particular me gustó mucho. Era rubia, de pelo largo y piel pálida, de esas que les doy hasta ragnarok y después. Pasan frente a mi y la rubia alza la mano, acaricia mis labios con sus dedos y dice “pero que lindos labios que tenés”. Cabe mencionar que en su otra mano llevaba un vaso con cerveza. ¡Pero yo no había tomado nada, y tenía que actuar! Cargué mi mente con retruques ingeniosos, le saqué el seguro a mi boca, apunté a matar y me preparé para disparar la frase que cambiaría el rumbo de la amarga velada. “Si te gustan pueden ser tuyos esta noche” hubiera dicho si no fuera tan estúpido. En vez de eso dije “erhm… bueno… eh… te agradezco…”. Y tras eso siguió su rumbo a la pista de baile.
¡No se apure lector! No terminó ahí, mi boludes se prolonga más allá de los límites de la comprensión humana. De a poquito, como quien no quiere la cosa, me fui arrastrando a la pista. Allí estaba ella con su amiga. Me dispuse de tal manera que quedé a su lado. Cualquier ser humano —o mujer, que es casi un ser humano— en esa situación se le hubiera tirado con toda la furia, poniendo su destino en manos de Alá. Yo, en cambio, preferí esperar unos minutos a que advirtiera mi presencia.
Finalmente me vió. Cuchicheó algo con la amiga, luego se me acercó y preguntó algo como “¿vos eras el de recién?”. Otra vez me miró a los labios.
No recuerdo exactamente qué respondí, pero no se aleja del “erhm… creo que si…”.
La pequeña gotiquita hizo un gesto como de “y bueh…” y siguió bailando con su amiga y bebiendo su trago. No hubo tercer intento; a los pocos segundos vino a buscarme mi primo proponiéndome la pronta retirada antes de que la gorda se avive. De poco sirvió, pues la mujer estaba esperándonos en la esquina. Tuve que bancarme media hora de esperar en la calle a que mi primo termine de darle la charla técnica, pero esa es otra historia.
La lineagera sigue sin aparecer. Quizás se tomó a mal algún comentario mío en la charla.


Є.Δ.С. (Undying) dice:
es un personaje intrigante el bishop, por no decir aburrido. dedica su vida a representar la Iglesia y sus doctrinas ortodoxas
Є.Δ.С. (Undying) dice:
los profetas, en cambio, nos salimos un poco por la tangente. no nos va mucho eso de la "biblia" o las "leyes" o eso del "acoso sexual". somos almas libres
Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
tenemos poderes grsos
Є.Δ.С. (Undying) dice:
si, tienen uno que cura y otro que cura mas, y tambien otro que cura


Mis dormidas son demasiadas y de todos los tipos. Desde aquel día en mi preadolescencia en que dando vueltas de manzana alrededor de la plaza en un ciclomotor prestado le negué el “¿me llevás?” a una chica, hasta las innumerables indirectas-directas que recibí por MSN de algunos contactos femeninos.
Una dormida memorable fue originada por mi adicción al Warcraft:
Noche de Enero, Viernes o Sábado, da igual. Yo jugando —o perdiendo— un partido de War3 en una pc del cyber. Entra la muchacha del local de computación vecino, Melisa. Veintipico de años, rubia, alta, de tetas inmensas y más fácil que las infantiles de Lisiados del Porvernir con suplentes y dos expulsados. Viene argumentando que “tiene que quedarse toda la noche sola en su local para cuidar a su perra en celo [cualquier analogía picaresca queda en manos del lector]” y por eso venía a invitar a alguien (y lo triste es que con “alguien” se refería a cualquiera) a ver una película con ella en su local.
Es el día de hoy que no puedo entender ese momento. A mi el destino me golpea la puerta y no atiendo porque me estoy afeitando… Sí, adivinaste, le dije que no… “Ahora no puedo, vengo perdiendo varios partidos y estoy re caliente”… Dios… Ante la negativa general la chica se fue, y en el preciso instante en que la puerta se cerró tras su enorme culo, golpeé mi frente con la palma de mi mano y exclamé “¡soy un boludo!”.
Como consuelo de tontos me queda que no fui el único que se durmió entonces ya que ella “necesitaba” a cualquiera y éramos varios en el cyber.
Por supuesto que a los pocos minutos ya había un auto en la puerta de la galería y un boludón entrando al local de Melissa, quien no tardó en invitarlo al cuartito de arriba.
C’est la vie. No me la vi venir, a veces pasa. No se, yo le pongo mis fichitas a la lineagera. Le veo futuro a la relación. Ella y yo podríamos pasar todo el día debatiendo sobre las más intrincadas cuestiones filosóficas.


Hadita Kawaii Nivel 8 dice:
que lvl sos?
Є.Δ.С. (Undying) dice:
cumplo 22 el 25 de junio


Para cerrar esta retrospectiva loser de mi vida paso a transcribir una anécdota que le envié por mail a una amiga. Es algo larga, pero léanla y déjense de joder. Cuando no escribo es porque no escribo. Cuando escribo es porque escribo. ¡¿Están todos con síndrome premenstrual o qué?!Hace alrededor de dos años, clase de Sociología, una materia por demás caótica. Teníamos cuatro profesores hippones que daban clase un día cada uno. Los métodos de evaluación eran trabajos prácticos. Los temas que veíamos eran todo menos específicos. Definitivamente aprobabas con más creatividad que lógica.
Esta chica se sentaba siempre adelante. El aula era grande y sobrepoblada y costaba un poco encontrarla entre tanta gente. Siempre participaba en clase. Era hermosa, de contextura delicada. Probablemente 18 años, aunque lucía 17. Pelo negro, largo y brillante. Siempre la asocié con Iori, la protagonista del manga I’s, y perdón por ese lapso nerd.
Respecto a mí, era mi primer año de CBC, en el 2003. Aún estaba algo nervioso. Tenía 20 años y atravesaba mi etapa más antisocial. En ese tiempo aún no tenía el cyber.
Siempre la veía de lejos y en clase nunca me animé a hablarle. Ni siquiera sabía su nombre, y a medida que pasaban las clases sentía que las oportunidades de presentarme se desvanecían (“pero como, ¿no me hablaste nunca y venís a saludarme ahora que pasaron dos meses?”). Siempre fui de hacer esa clase de especulaciones pesimistas, pero en esos meses era peor. El caso es que en todo el tiempo de cursada jamás le dije nada y al terminar con la materia creí que no volvería a verla.
Acompañando a mí naturaleza introvertida estaba mi incompetencia académica: me llevé a final las tres materias de ese cuatrimestre. El de Semiología me tenía preocupado. Tenía que darlo a las 9 AM en Ciudad Universitaria, lugar al que no había ido nunca y por eso me ponía nervioso.
Levantarse temprano siempre es un dolor de culo, pero esa madrugada la sensación era apocalíptica. El cielo estaba de un plateado gélido, iluminado por la luna llena brillante. Hacía un frío así como de cagarse. El tren iba hasta las bolas de gente; me sentí como una res siendo transportada al mercado central mientras pensaba “welcome to the real world”. Me bajé en la estación que creí correcta y seguí a la manada de jóvenes. Terminé en ese hermoso y gigantesco cuadrado de concreto y vidrio al que llaman Ciudad Universitaria. El lugar, aún siendo muy espacioso, tenía más personas por cm2 que un buffet gratarola en Etiopía. Puse en práctica una tecnica a la que llamo “people surfing®” —arte que perfeccionaría un año más tarde en las escaleras de Alternativa— y finalmente pude pelear mi camino hasta el segundo subsuelo, lugar donde rendiría el examen.
Me encontré en un salón viejo y del desprolijo, con pupitres soldados en línea en conjuntos de 5, agrupados a su vez en tres columnas. La luz del Sol comenzaba a asomarse por los tragaluces del cielo raso. Ahí, entre decenas de adolescentes preocupados la vi a ella. Sencillamente no lo podía creer. La misma piba de Sociología rindiendo la misma materia que yo en el mismo lugar inhóspito. No tenía idea que ella también cursaba Semiología.
Por supuesto me senté detrás de ella. Los dos estábamos en el asiento de la derecha en la columna del medio.
Llegaron las profesoras y presentaron los exámenes. Eran fáciles. Siempre tuve facilidad para los asuntos de letras y tan solo por vagancia no había aprobado los parciales.
Avanzada la hora y quizás influenciados por la alucinógena luz solar ella y yo comenzamos a hablar. Una preguntita de ella, luego una preguntita mía… Nos estábamos copiando, bah. Pero no mucho; básicamente para confirmar que lo que habíamos escrito estaba bien.
Ella terminó antes que yo, creo. No recuerdo como fue pero salimos a destiempo. No me la volví a cruzar ese día.
Tiempo más tarde, quizás una o dos semanas, volví a mi sede del CBC en San Isidro. Tenía que dar el final para Sociología. Los hippies de mis profesores al parecer habían consumido un caramelito de más y decidieron que el examen final sería oral y en grupal (suena a orgía pero no lo fue, lamentablemente). Me tocó dar con mi profesor “favorito” (era gracioso) y un par de pibas que no conocía y que parecían no tener mucha idea de lo que hablaban. En esa evaluación lucí más mi elocuencia que mis conocimientos reales, o sea, chamullé. Y me fue bien. Aprobé la materia con seis y me mandaron afuera del salón a hacer la cola para la firma de libretas. Ahí es donde me la crucé de vuelta. Estaba delante mío, igual que hacía unos días. Y una vez más me quedé callado, mirándola de lejos, teniéndola tan cerca.
Husmeando por sobre el hombro descubrí su nombre: Angela. Hermoso nombre potenciado por mi devoción cuasi mistérica por todo lo que tenga que ver con los ángeles. También vi que en la foto su color de pelo real era castaño claro. Le quedaba mucho mejor el negro.
Le firmaron y se fue. Me firmaron y me fui. Por alguna razón no pensaba en actuar. En mi inconsciente solo quería alejarme de ese lugar lo antes posible y regresar a mi tranquila mediocridad.
Me dirigí a la Sala de Profesores a echarle una ojeada a las actas y averiguar mis notas en Semiología y Sociedad y Estado (que había rendido también en esos días en Ciudad). En SyE me fue para el culo. Dirigí mi atención a la planilla con las notas de Semio. Allí la vi a Angela una vez más. Evidentemente estaba buscando su nota. De entre todas las cosas que podía decirle en ese momento elegí:

— ¿Sabés con cuanto se aprueba?
— Con cuatro —respondió sin levantar la vista de la planilla. En realidad, yo ya sabía la respuesta.
— Parece que me saqué un cinco…
— Entonces aprobaste.

Y tras eso devolvió las actas al escritorio y se fue. Ni siquiera recuerdo si nos saludamos.
Me pintó la nostalgia con esa última. Principalmente porque más que historia fue una no-historia. A casi nadie le interesará leer cómo me crucé un par de veces con la chica que tanto me gustaba y me quedé en el molde sin hacer ni querer hacer nada, pero por otro lado este blog no lo lee nadie nunca. Realmente no tenía nada que perder saludándola y sacándole charla; temas tenía de sobra. Probablemente hoy no dejaría pasar una oportunidad tan alevosa. Pero, then again, hoy no la tengo más. Ya no me la cruzo ni la veo de lejos. Tan solo me queda detenerme a imaginar “que hubiera sido sí”.
Bueno, parece que mi lineagera no va a volver. Y yo ya había preparado la webcam y la crema chantilli en aerosol. Ella se lo pierde.

Hasta pronto amiguitos. No se pierdan el próximo update, en el que describiré con lujo de detalles cómo me amputo las gónadas tras recibir las notas de los parciales. ¡Hablaré sobre mi epidídimo!

3 de mayo de 2005

Fragancias

Está estadísticamente comprobado que en los Martes es cuando más van los vendedores a ofrecer sus productos a los comerciantes. Por supuesto, descreo de cualquier estadística. Hace alrededor de cuatro años, casualmente un día Martes, el vendedor entró por primera vez al bar donde yo atendía.
— Buenos días caballero. Soy el vendedor de fragancias —se presentó. Era un hombre alto, de pelo corto y canoso. Llevaba puesto un traje gris oscuro y en su mano un maletín de cuero negro—. Pongo a disposición suya la más amplia gama de esencias concentradas de toda Zona Norte.
— Disculpe. No me permiten comprar nada —respondí como siempre en estos casos.
— Permítame insistirle una vez más. Verá, no soy de este barrio y no puedo darme el lujo de volver muy seguido.
El bar estaba casi vacío. Presentí que sería difícil deshacerme de él de manera amable.
— Gracias, pero tengo variedad de perfumes y desodorantes en este momento.
— No es eso lo que vendo señor. Vea, permítame ofrecerle una olfateadita gratis.
Sin darme tiempo a decir que no, apoyó su maletín en la barra y comenzó a revolver en busca de algo. A los pocos segundos su mano emergió con un tubito de vidrio relleno con un líquido púrpura. En un extremo del tubo había un pulverizador similar al de los perfumes.
— Esta fragancia se llama “ayer”. Preste su mano.
Sus buenos modales iniciales desaparecieron en una nube de confusión al momento en que tomó mi mano y pulverizó un poco de ese extraño brebaje. Me miró a los ojos con esa mirada que tienen los niños esperando la aprobación de sus padres tras mostrarles el boletín de calificaciones.
No sin bastante desconfianza acerqué mi mano a mi cara y procedí a olfatear.
— Huele a milanesa con papas fritas —respondí irritado—. ¿Qué clase de perfume es este?
— Le recuerdo que no son perfumes, son fragancias. Y dígame, ¿cuál fue el menú del día ayer, a esta hora?
— Milanesa con papas fritas… No me diga que…
El vendedor tenía la sonrisa de quien no sabe disimular un as de espadas salvador.
— Así es. Esta fragancia siempre huele a ayer. Úsela periódicamente y su pasado y presente se mezclarán. La fragancia olerá igual todos los días, pero siempre un poquito más tenue que el día anterior. Cuando el olor desaparezca en su totalidad, usted morirá. ¿Cuántos le doy?
— Ninguno. Y discúlpeme pero tengo que seguir atendiendo.
— Si, por supuesto. Tan solo déjeme enseñarle una más y si no le gusta me iré.
Una vez más no me dio tiempo a decir que no y metió sus manos en el maletín. Comenzó a sacar frasquitos de todo tipo y color. Les miraba la etiqueta y los guardaba apresuradamente. Una mezcla de curiosidad y hastío comenzó a invadirme.
— Reconozco el olor de la impaciencia —dijo bromeando. Inmediatamente después sacó un frasco con líquido amarillo—. Aquí está. Tan solo huela esta esencia.
Pulverizó el líquido esta vez en mi otra mano.
El olor me sorprendió. De hecho, no era uno en particular, sino muchos en secuencia. Una serie de imágenes vino a mi mente. La fétida mezcla de perfumes en un colectivo lleno de gente. La empalagosa suma de comida frita, parrillada y pizza en una calle transitada. Las flores y la arena rancia en una vacía plaza nocturna. El cálido aroma a piel de una mujer en mis brazos. Ese último se prolongó por varios segundos. Luego volvieron los anteriores, en orden inverso. La esencia me había llevado a un viaje de ida y vuelta.
Volví a abrir los ojos. El vendedor me observaba con deleite.
— Y cada inhalada es una historia diferente —dijo.
— ¿Cuánto sale este?
— Sale más de lo que puede pagar. Mi trabajo consiste en mostrarlo, no en venderlo. Nadie puede tener esta esencia.
Lo poco que me quedaba de paciencia se perdió con eso. Lo despedí educadamente y le di la espalda, dirigiéndome a la máquina de hacer café. Fingiendo ocupación me puse a servir unos expresos que nadie había ordenado.
El vendedor me miró desde su lugar unos segundos. Luego exclamó:
— Muy bien, paso a retirarme entonces. Aquí le dejo una muestra gratis. Volveré en uno o dos años.
Sobre la barra había un minúsculo frasquito de vidrio azul, como un envase de azafrán. Lo abrí con cuidado e inhale. Pero no olía a nada. Era un pequeño tubito con un par de gotas de agua corriente. Lo guardé en la caja registradora y allí quedó olvidado.
Casi un año y medio después de su primera aparición, regresó el vendedor de fragancias. También era Martes. Para entonces yo era feliz. Había conocido a una chica que resultó ser perfecta en todos los aspectos. Nos amábamos y eso era todo lo que me importaba en el mundo.
— Buen día caballero. —saludó con total naturalidad— ¿Cómo le ha ido en todo este tiempo?
— Muy bien, de hecho. Realmente no tengo de qué quejarme.
— Sí lo tendrá luego de esta visita —bromeó el hombre—. Permítame enseñarle las nuevas fragancias de esta temporada.
Una vez más comenzó el ritual de búsqueda de frasquitos. Una tras otra fue sacando, pulverizando e invitándome a oler cada una de sus fragancias.
Con total disgusto tuve que soportar el olor de “mediocridad”, que era un cóctel de sudor y diferentes perfumes baratos, condimentado con tintura para el pelo. La inmediata reacción de desprecio me hizo dar cuenta de lo poco tolerante que soy.
Luego vino uno que él daba en llamar “tragedia”. Una mezcla de lavandina, alcohol etílico, medicamentos y químicos varios. Mi estomago se revolvió tan solo recordar las visitas al hospital durante mi infancia. Pocas pero demasiadas.
El hombre decidió cambiar de tópico con “realidad o fantasía”. Este no era gran cosa. Básicamente, café, cigarrillo y desodorante de ambiente mal cubiertos con flores silvestres, frutas tropicales y el gélido viento ártico.
Igual que el año pasado no había nadie en el bar. A pesar de eso, mi deseo de que el vendedor se vaya se convertía en urgencia.
— No lo tome a mal señor, pero no me permiten comprar nada.
— Me sorprende que responda eso —contraatacó—. Las fragancias son para usted, no para sus empleadores. Permítame mostrarle un poco de “rebelión”.
— No —me apuré a interrumpir—. Me corrijo: soy yo quien no desea comprar nada. Verá, me he dado cuenta que ya tengo todo lo que necesito. Cualquier accesorio es de sobra.
— Vaya mentalidad la suya, que se conforma con lo que tiene. Acepte un consejo: Por más que uno intente detener el mundo con los pies, la tierra bajo nosotros sigue girando. Un accesorio es lo que usamos para avanzar cuando ya no sabemos como hacerlo. Nunca los desprecie.
Guardó sus tubitos. Dio media vuelta y comenzó a retirarse. Lo miré con algo de nostalgia incluso. Mi expresión se transformó en sorpresa cuando el hombre regresó apurado y me dijo:
— Casi me olvidaba. ¿No tendrá de casualidad la muestra gratis que le dejé el año pasado? Repentinamente ha aumentado su valor y estaría encantado si me la devolviera.
— Claro que sí —respondí con sarcasmo—, escuché que hay escasez de agua corriente.
El vendedor me miró sin comprender. Instintivamente destapé el frasquito y lo olí por segunda vez. Era un intenso perfume a jazmín con cálidos y dulces toques frutales.
Mi expresión era de espanto. No por la repentina absoluta transformación de la sustancia, sino porque conocía muy bien ese aroma.
— Ángela…
El vendedor tomó el frasquito de mi mano y lo observó con detenimiento. Yo estaba demasiado sobresaltado como para decirle algo.
— Parece que me equivoqué. No es esta la fragancia que busco. Puede quedársela si quiere
Volvió a poner el frasquito sobre la barra, saludó y se fue.
La tierra siguió girandobajo mis pies. Yo ya no era feliz. La mujer amada me había abandonado, como pasa siempre. Todos los recuerdos se habían convertido en malos.
El vendedor de fragancias regresó, de nuevo casi al año y medio. Era Martes y llovía.
Esta vez se ahorró formalidades.
— Tengo unas fragancias ideales para usted —me dijo sonriente mientras entraba apurado. Venía de la calle y estaba empapado. No parecía importarle.
— Solo quiero una.
— Dígame cual y será suya.
— El frasquito que me obsequió, lo he olido noche tras noche hasta que se agotado. Necesito más de ese. Es lo único que quiero recordar.
Mi esperanza creció al ver al hombre revolviendo su maletín en busca del frasco. Aunque intentaba negarlo, la verdad es que había estado esperando al vendedor desde el momento en que olí por primera vez esa fragancia.
— Helo aquí —dijo, poniendo un tubo con líquido rosa frente a mis ojos—. “Amor”, para usted.
Me apresuré a pulverizar un poco sobre el dorso de mi mano. El olor era terrible pestilencia, como caer de cabeza a una cloaca.
— ¿Qué clase de broma es esta? Esto no es lo que busco. Quiero el de jazmín y frutas. Este apesta.
— La fragancia es la misma. Está en nosotros elegir qué queremos oler.
Me avergonzaba sentirme indignado por algo tan ridículo. Por meses había sido parte del jueguito de un loco.
— Váyase. No vuelva nunca más.
El vendedor puso cara pensativa. Buscó y encontró un frasco con líquido gris.
— Creo que el que usted dice es este.
En su etiqueta se leía “melancolía”.
— ¿Cuánto es? —pregunté sin siquiera probarlo. Tal era mi deseo de que se vaya.
— El precio de este frasco es a voluntad.
Le di veinte pesos y se fue. Probé un poco de esta nueva fragancia, más que nada en un intento por tapar la inmundicia del frasco anterior. Olía a lluvia cálida estrellándose contra el asfalto, lavando un lejano pero presente olor a jazmín, flores y páginas escritas en tinta azul.
Ese mismo mes renuncié. Era un Jueves.
En mi nuevo trabajo vienen a venderme controles remotos universales, pero esos no hacen nada.