3 de octubre de 2008

Desilusión

— ¿Qué es lo que querés? Realmente. Te pasás la vida queriendo cosas, solo para buscarle una razón de ser a los axiomas que te implantaron desde chiquito. ¿Qué querés? ¿Qué necesitás? Entendé que casi nada de lo que decís querer contribuiría a tu felicidad una vez adquirido. Solo buscás seguir una cadena. Yo te digo: rompela. Replanteate tus prioridades. Atendé solamente aquellos deseos cuya contemplación te asustan. Están ahí; son vos. Bajá la mano y mirá fijo al sol que tapabas, y dejá que se grabe en tus retinas la verdadera forma de tus deseos, de tus pasiones, de tus miedos. Comprometete con vos mismo, divorciate del statu quo, liberate de la idea de libertad que te forzaron a asumir. Esa es la única única forma en que vale la pena vivir.
— ¿Terminaste? —inquirió el dueño de la taberna ya molesto— ¿Puedes pagarme la comida y el vino que te hemos servido?
— Por Zeus —murmuré entre dientes—, págale de una vez. Llevas hora y media de pie sobre la mesa, gritando incoherencias como un profeta del Apocalipsis.
Anaxágoras me miró y dijo por lo bajo:
— No te hagas el pelotudo que bien que comiste y bebiste sabiendo que ninguno de los dos tenía un mango. Ahora cállate y observa.
Dicho eso volvió a alzar la voz y continuó con su mensaje contra el capitalismo y a favor del individualismo.
Me dejé caer sobre la silla y, resoplando, enterré la cara entre mis manos. Una veintena de personas se había juntado alrededor del profeta. Si habían acudido para escuchar su evangelio o para lincharlo no sabría decir. El tabernero, por su parte, se rascaba la calva, ya resignado.
Predicó por quince minutos más hasta que el dueño nos echó a la calle. Anaxágoras comentó sonriente, al tiempo que limpiaba con su manga la huella de zapato de sus partes posteriores:
— Nunca falla, Syl. Te sorprendería la cantidad de cosas que se pueden conseguir sin tener un duro en los bolsillos.
— ¿Qué pasó con el discurso de la independencia del dinero?
— Puro verso. Todos necesitamos dinero. El dinero es noble y benigno; no discrimina: sin importarle quien seas te dará poder y abrirá la puerta a todo tipo de placeres. Y lejos de quererlo todo para nosotros, debemos procurar que sea poseído por la mayor cantidad de gente posible, siendo que quien no cuenta con metálico por lo general acude a otra clase de metal para conseguir lo que desea.
— Sabias palabras.
— ¿Viste cómo puedo hacer creer a cualquiera cualquier barbaridad si está bien expresada?
— Si lo dices por lo de la taberna, nadie te creyó. Nos echaron cuando empezaste a predicar en verso. Si lo dices por mí, hace rato que te he rotulado como mentiroso compulsivo.
— ¡Ajá! ¡Fuiste vos el que lo grabó con tinta en mi espalda!



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Difícil estar de mal humor en un día tan hermoso. La ciudad de Giran, en su plaza principal, lucía su famosa enorme cuadrícula de tiendas y puestos ambulantes. Una galaxia ractángular de microemprendimientos. Artesanos enanos vendiendo armas y piezas de armadura, jóvenes guerreros ofreciendo las cosechas de sus aventuras, elfas oscuras ofertando su organismo. Giran, la ciudad mundo, donde se encuentra todo lo que desea ser encontrado. Sus calles de adoquines blancos, sus faroles de hierro trenzado, sus majestuosas estatuas de mármol y bronce. Giran, la blanca; Giran, la perla del sur. Su puerto —qué puede verse desde la torre de la catedral—, recibiendo mercancías ricas de Rune e inmigrantes pobres de Gludin. Sus salones donde acuden miembros de cofradías comerciales, militares o religiosas, o mezclas de las tres en ocasiones. Giran, la grande. Una grandeza costosa: su enorme castillo, dibujado entre las nubes del horizonte, recordando con severidad que por cada moneda de adena corriendo en la ciudad, una gota de sangre ha sido derramada en las inmediaciones del trono. Giran, la coqueta, perfumando con música y transacciones el hedor de un millar de héroes caídos.


— Ciudad de mierda —dijo Anax—. Y supuestamente tu novia vive acá
— Es la hija de un importante mercader —advertí.
— O sea que está cagada en guita, y el que se la quiera poner tiene que tener aun más guita. ¿Por qué no te buscaste un garche más económico?
— Yo no busqué nada. Simplemente apareció y me cambió la vida. ¿Es qué no sabes lo que es amar?
— Si, un verbo.
— Cerdo insensible. ¿Cómo puedes sentir tan poca empatía por las personas?
— Soy hijo único de padres divorciados.
— ¿Y cómo es que de a momentos hablas con acento argentino y luego vuelves a hablar en tono neutral?
— No nos vayamos por las ramas y volvamos al tema en cuestión —dijo Anax, haciéndose el boludo—. Para que esta mina te de bola necesitamos llenarnos de adena.
— ¿Se te ocurre algo?
— Podemos comprarla por plata real.
— ¿Cómo es eso? —pregunté sorprendido.
— Nada más fácil: nos metemos en una mina de argentum abandonada, extraemos lo que haya quedado del metal y se lo llevamos a un alquimista, quien nos pagará una sabrosa cantidad de adena por el mismo. Tengo un alquimista amigo que paga bien; el chino Ibei.
— ¡Genial! ¿Pero de dónde sacamos el equipo de minería?
— Lo sacamos en secreto de la cuenta de un enano.
— Oye espera, no quiero hacer nada ilegal.
— Lejos de eso —se apresuró a decir el profeta—. Este enano tiene una cuenta en el Banco de la Liga del Yunque Negro. Guarda sus herramientas en una caja de seguridad.
— ¿Y te permite acceso?
— Claro. Me dejó espiar su PIN por sobre su hombro el otro día. Tuve que agacharme un poco.
— Bien. Pero aún necesitamos dinero para comprar comida y viajar.
— Para lo cual también tengo una idea. Escucha…

Con una sonrisa de complicidad se acercó a mi oído y empezó a murmurar un “plan perfecto”. Me informó de un supuesto descontento general entre los comerciantes de la ciudad con el Administrador de Espacios Públicos, un caballero miembro del importante Gremio de Mercaderes (GM).
Yo debería llamar la atención de los presentes en la plaza mientras Anax se las arreglaba para conseguir dinero. No me molesté en preguntarle qué tenía en mente; no deseaba saber. Deseaba seguir sintiéndome embriagado en la sublimidad de mi amor. No me importaba nada más. No podía permitirme que me importase nada más. Y fue así como en ese momento pensé que la de Anax era una muy buena idea.

Me puse de pie sobre un banco y comencé:
— ¡El administrador es un delincuente! ¡Es un cerdo fascista que no duda en reprimirnos ante la primer evidencia de libre pensamiento! Era uno de nosotros, un hombre honesto y sensato. Pero desde que se convirtió en GM no piensa sino en el dinero; no nos ve sino como ganado; no nos-
No llegué a terminar la frase cuando recibí el primer bastonazo en la nuca. Y a ese le siguieron otros setenta y nueve, cortesía de los oficiales del Servicio de Policía de Giran. El último golpe vino acompañado de la reseña “si no te gusta, andate, hippie de mierda”.
Cuando el último uniformado hubo desaparecido, regresó Anaxágoras.
— Te la bancaste como el mejor. ¡Ay, cómo hubiera querido poder estar acá para ayudarte, o al menos acompañarte en tu dolor! —me dijo, con los brazos cruzados mientras yo hacía fuerza por incorporarme—. Pero mientras vos acaparabas la atención, yo trabajaba tras bambalinas.
— ¿Qué –¡ay!- Qué hiciste?
— Calate está: mientras vos llamabas la atención de la policia, yo le tiré party a un gladiador de pocas luces. Le ofrecí encantarle las espadas duales gratuitamente. Lo único que debía hacer era arrojar sus armas al suelo un número de veces. El cretino accede y lo hace. Inmediatamente levanto las armas y huyo con ellas. Una vez perdido entre la marea de personas, ni lento ni perezoso me acerco a un enano y le ofrezco mis nuevas espadas a un precio irrisorio. El idiota, creyéndose afortunado, accede. En ese preciso momento la policía comienza a reprimirte salvajemente. “¡Oh Dios mío —exclamo—, mire cómo reprimen al subversivo!”. En cuanto el enano dijo “a verga”, cambié las espadas por unas imitaciones de cartón corrugado que llevo siempre encima por si la cosa se pone jodida y tengo que defenderme. Terminada la transacción vuelvo con el incauto gladiador, quién aun estaba llorando porque parece que tenía solo ocho años. Le ofrezco sus espadas de vuelta, por un precio. Accede, y me da una suculenta cantidad de adena. Con eso eliminé toda evidencia incriminate. Finalmente, volví acá con vos.
— Eres un…¡oouuu!
— No te agites que esto recién empieza. Todavía tenemos que…

No escuché más. Caí inconciente, producto de las contusiones en mi cabeza.
Y mientras mi conciencia caía en el abismo, veía en lo alto, alejándose de mí, aquel mundo brillante e ideal. Veía el brillo borrándose, las ilusiones desvaneciéndose. Las figuras opacas ganaron nitidez. Caía, sí; pero encontraba más claridad con cada luz que se apagaba.
¿Qué tan lejos estaría dispuesto a llegar? La respuesta la guarda el fondo del abismo.
El profeta no se equivocaba: esto recién empieza.

21 de septiembre de 2008

Descenso

Avanzo. En la oscuridad, avanzo. ¿Por qué estás haciendo esto?

No es un acto de vanidad, como tantas otras pruebas arbitrarias autoimpuestas. Tampoco es una sensación de cumplimiento del deber la que me empuja. No, estoy aquí porque no se por qué estoy aquí.
¿Por qué estás haciendo esto?

Avanzo, a ciegas, peinando una pared con mis dedos, imaginando una claridad en mi horizonte. Avanzo hacia mi respuesta, hacia mi razón y justificación. Ha- ¿Por qué estás haciendo esto? -cia la muerte, como todos, pero yo eligiendo el camino.

Avanzo por un largo corredor oscuro, sin puertas ni ventanas. Sin miedo a chocarme o a caer. Sé hacia donde me dirijo sin saber a donde voy. Lo hago porque quiero. ¿Por qué estás haciendo esto? Lo hago porque-

¿Por qué estás haciendo esto?
Porque quiero cambiar.

Avanzo, a ciegas, peinando una pared cuyo fin ya siento venir. Y será ese también el fin de mí, pues lo que encuentre al final me cambiará.

El presente deja de fluir: frente a mí hay una puerta. Mi cuerpo tiene tanto miedo…
Empujo la hoja y la luz saliente hiere mis ojos. La claridad es tal que nubla la vista. Y ante mí… ante mí… ¡Vos, hijo de puta!






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— ¿Lo qué? —preguntó sorprendido Anaxágoras.
— Vengo a ver al Oráculo para pedirle consejo y… ¡me encuentro con el delincuente más buscado de todo Aden!
— Epa epa, esa es una grave acusación —dijo, poniéndose de pie.
— Tu eres Anaxágoras, falso profeta, convicto prófugo, violador compulsivo de la ley, sicofante mentiroso y hereje, corruptor de la juventud, pirómano traidor a la patria, falsifi-
— Seh seh, conozco de memoria la listita. Debés ser uno de los tantos pueblerinos que se tienen por sabios sin serlo, ignorando la verdad frente a sus narices.
— ¿Qué verdad?
— Qué todos esos crímenes de los que me acusan no fueron obrados por mi mano, sino por la de mi primo malvado… Anaxímenes.
— ¿Por qué habría de creerte?
— ¡Por Zeus! ¿Qué no lo ves? Tan solo observa su cara y dime que no es un criminal. Te digo que soy víctima del prejuicio y la ineficacia: como la ley no se las ingenia para encontrar al malvado Anaxímenes, me culpan a mí en su lugar, acusándome de ser él, teniendo como única prueba una presunta similitud física. ¡Pero por favor! ¡Soy un Hombre Santo carajo!
Todo eso lo decía mientras envolvía el cuerpo del Oráculo en una alfombra y lo escondía detrás del trono.
— Qué más da —dije—. Recorrí un largo camino en busca de una respuesta. Ahora estoy igual que como empecé… Volveré por dónde vine.
Agaché la cabeza y me dispuse a salir, cuando Anaxágoras, quizá percibiendo mi angustia, me retuvo del brazo.
— ¡Espera! —exclamó, y tras una breve pausa agregó— ¿No tienes unas monedas que te sobren para darme?
— No.
— Entonces vete.
Agaché la cabeza nuevamente y me volví a disponer a salir, cuando Anaxágoras volvió a retenerme.
— Ahora me dio curiosidad. Contame qué le ibas a preguntar.
— ¿Para qué? No tiene caso contarte nada a ti; no podrías ayudarme.
— Necesito saberlo… Soy obsesivo compulsivo.
Estaba por retirarme cuando noté que el rostro del profeta comenzaba a ser escenario de un sin fin de tics y gestos involuntarios. Me apiadé. Coloqué un almohadón sobre la mancha de sangre fresca del sofá, me senté y comencé a contar por primera vez las penas que me venían atormentando desde hacía meses.
— Me llamo Sylvain Kastendeuch y desde que tengo memoria carezco de ocupación. No diré que soy artista, pues no me creo talentoso ni hábil, pero me veo a mí mismo fascinado ante la sublimidad de la vida… Uno a uno se me fueron los años mientras espectaba al mundo en inerte contemplación, gozando en constante ataraxia. Y no fue sino hasta hace unas pocas semanas que desperté de ese sueño embriagador y me di cuenta qué tan lejos me había arrastrado la corriente… Me enamoré.
» Conocí, por obra del destino, a la más bella de las mujeres. La más bella, la más virtuosa, la más pensante… La vi de lejos, sin animarme a hablarle. Me sentía demasiado inferior… Me supe débil, pobre e inmaduro. Con angustia confronté la idea de que esa mujer era mucho para mí. Yo, que soy demasiado viejo para aprender y demasiado joven para olvidar, debía tolerar en mi interior, noche tras noche, a mis emociones batallando, mis caprichos infantiles aferrados, mis humores ambulantes.
» Desde entonces cada noche se desata en mí una tempestad emocional que me erosiona el alma, y por eso vine aquí, buscando un consejo, una respuesta… o esperanza acaso, pues siento haberla perdido, junto con mi voluntad para seguir adelante…
Anaxágoras, que hasta entonces había permanecido en silencio, con la mirada clavada en la nada, dilucidando emociones más que palabras, exclamó:
— ¡Peeeero che, estás hasta las bolas de problemas vos eh! ¿No pensaste en dejarte crecer el flequillo? Así podés ver la realidad desde otra perspectiva, digo. No te afectaría tanto la profundidad de tu abismo si perdieras la visión bifocal.
— ¿Me estás cargando?
— No no, lejos de mí. Todo lo contrario: quiero ayudarte. Pero para eso necesito que vos me ayudes a mí a ayudarte.
— ¿Cómo se que puedo confiar en ti?
— Y… vas a tener que escuchar a tu voz interior…
En ese momento se oyó una débil voz decir:
— Ayúdenme… Sigo vivo…
— ¿Qué fue eso? —pregunté.
— Erhm, nada —se apuró a responder Anaxágoras, lanzando una mirada nerviosa al trono del Oráculo—. Tenemos que irnos. Hay mucho por hacer.
— ¡No lo sigas! —continuó el oráculo, con voz quebrantada—. Preveo ruina y dolor para todo aquel que siga el camino del falso profeta… ¿Hola? ¿Ya se fueron…? Puta madre…


Continuará...

8 de mayo de 2008

Psi

Ego: ¿Cuánta gente podía entrar en un colectivo? El record se supera día a día. Lejos quedaron la máquina expendedora de boletos y el concepto de espacio personal. No me quejo, sin embargo —este grotesco amontonamiento humano representa lo más parecido a un mimo que tuve en meses. ¿Pero qué es eso de ahí? ¿Un espacio libre acaso? Acudo a él inmediatamente. Disculpe. Permiso. Perdón. Suélteme señor. Permiso… Ahh ahora sí; cómodo y seguro como si tuviera una Carefree. Un play a la derecha y ya vuelve a tocar Sonata Arctica. Hoy función especial solo para mis oídos… A ver qué encontramos alrededor… Wow… Mirá lo que es eso… Ninfa bella como ninguna. Con Dios como testigo que, desde que empecé a trabajar en Belgrano, me toca cruzarme con los más voluptuosos ejemplares. Desde la inocente flaquita quinceañera carilinda en jumper hasta la operada secretaria ejecutiva petera. Pero esto… ¿Cómo definir lo que veo cuando su imagen me roba el aliento? Mirala… estructuralmente perfecta. De tipología ectomorfa, brazos finos, manos pequeñas y delicadas. Su piel, clara y pura como la luz de la mañana. Su cabello, largo y castaño, como las espigas de trigo acariciadas por la brisa. Su cara de muñeca de porcelana, digna de ser recorrida suavemente con las puntas de los dedos. Sus…
Id: ¡Tetas!
Ego: ¡Aijuna! ¡¿Quién anda ahí?!
Id: La única parte de vos que no es un gotiquito maricón loser.
Ego: Aham… ¿Y es normal que te escuche hablar dentro de mi cabeza? Pregunto en serio, porque empecé a tomar Actimel y tengo miedo de que sea un efecto secundario.
Id: ¡Silencio! En vez de hablar boludeces andá pensando qué vas a hacer con esta piba.
Ego: ¿Hacer cómo? Pará, estoy volviendo a casa después de una ardua jornada laboral. Probablemente ella también; seguro no querrá que la molesten. Además el colectivo está lleno de gente. No se puede hacer nada.
Id: Te faltó decir que lo único que querés hacer es llegar a casa y loguear en el Lineage…
Ego: También.
Id: Subir un buen 3 o 4%…
Ego: Bastante bien.
Id: Cafecito, pajita y a la cama. Con eso ya rindió el día…
Ego: ¿Estás siendo sarcástico?
Id: Oíme, arbolito de navidad, no se ni me interesa saber cómo te las habrás arreglado todo este tiempo para que no te exploten esas bolas de adorno que tenés de tanto no ponerla, pero te juro por mi Dios que si no te le acercás a esa pendeja voy a retorcer tanto tu libido que solo vas a poder calentarte con pornografía homosexual de japoneses amputados.
Ego: Ok, ok. Qué carácter de mierda… Ahí voy. Permiso. Perdón. Disculpe. Muévase señora, con esa muleta estorba el paso. Un poquito más y… ya está, me le puse al lado. La caprichosa disposición de asientos del 41 quiso que frente a ella no se encuentre otra cosa que un gran vacío, por lo cual más que sentada está desparramada en su butaca. Y heme aquí, a su derecha, aferrado al pasamanos.
Id: ¡Mirá lo que son esas tetas papá!
Ego: Una delantera importante.
Id: Decir eso es quedarse corto. La piba está con una blusita blanca sin mangas y con un escote abismal. Mirá como bailan las nenas al ritmo del samba.
Ego: Pará man…
Id: Y encima es tan delgada. La cinturita, el cuello y los hombros —todos talla S— hacen verse esas tetas aún más grandes.
Ego: Pará. En serio te digo.
Id: ¡Y no usa corpiño!
Ego: ¡Aah, me estoy calentando! ¡En el colectivo! ¡Y con jogging! ¿Quién podrá ayudarme?
Super-ego: Este es un trabajo para…
Id y Ego: ¡Super-ego!
Super-ego: Fetivamente.
Id: ¡Vos, malparido hijo de una gran puta! ¡Por culpa tuya el pibe tiene menos alegrías que Palestina!
Super-ego: ¡Já! Si fuera por vos se la pasaría frotándose contra toda cosa que remotamente se pareciese a una mina. Gracias a mí no está en cana.
Id: Y en cana por ahí la pasaría mejor. Al menos el carcelero existiría fuera de su propia fucking mente.
Super-ego: Y vos la pasarías fenómeno con la cantidad de veces que le romperían el culo. Digo, como no le salió eso de autoempomarse…
Id: Pero si hubiera funcionado hubiera estado buenísimo.
Ego: Erhm chicos, sigo acá.
Super-ego: Mirá flaco, yo no te voy a amenazar ni te voy a mentir. Te voy a decir las cosas como son.
Ego: Ajá.
Super-ego: Si seguís haciéndote el bocho con esta mina lo único que vas a conseguir va a ser llamar su atención. La piba te va a mirar, va a advertir tu anatomía alterada y tu mirada libidinosa, te va a mandar a la mierda, vas a atraer la atención del resto de los pasajeros, te vas a poner nervioso, te va a dar un ataque de pánico y vas a desarrollar una fobia que te va a impedir subirte a otro colectivo por el resto de tu vida.
Ego: Ajá… Bueno, eso es lo que me dice el angelito. ¿Qué piensa el diablito?
Id: Conociéndote, probablemente pase eso. Por ahí en vez del resto de tu vida es por un par de años nomás.
Ego: No parece estar dando mucha bola a lo que pasa a su alrededor. Está jugando al solitario con el celular… Hmm de a poco se va vaciando el bondi. El flaco a mi izquierda la está relojeando peor que yo.
Id: ¡Es tu mujer! ¡No lo permitas! Dame el control de tu mano izquierda que lo mato.
Ego: Ya lo tenés, y mi mano la tenés en mi bolsillo haciendo no se qué hace diez minutos.
Id: Sorry, la costumbre.
Ego: Además ya se baja el flaco. Me muevo más a la izquierda. Rinde más el spot.
Super-ego: Ok. Ya no queda gente parada y le estás viendo el escote a tu amada desde un lugar privilegiado. No problem. Lo único que te pido es que bajes un cambio y controles la cantidad de libido que estás recibiendo del otro porque vas a quedar culo pa’arriba. Dame un poco de bola a mí y-
Id: ¡Mirá! ¡La piba se inclina hacia delante!
Ego: ¡Se le ve todo man!
Super-ego: Daaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.
Id: ¡Las tetas man! ¡Las tetas! ¡Toma libido hijo de puta!
Ego: ¡Dame¡ ¡Dame! ¡Dame!
Id: ¡Llevatela toda!
Ego: Asd asd asd asd asd asd. ¡A ESE DE!
Super-ego: Qué hijos de puta… Sorry que interrumpa, pero el asiento detrás de la nena se desocupó, y está al lado tuyo. Si no te sentás tu pajerismo va a quedar en evidencia… todavía más.
Ego: Y sí, me siento. Bajo un poco el rush de paso.
Id: Mirá como se muerde las uñitas.
Ego: Hmm.
Id: Más que morder, es como si se chupara la punta de los deditos…
Ego: Ay…
Id: Imaginate si en lugar de sus dedos tuviera pijas.
Super-ego: ¡Basta man, eso ni siquiera tiene sentido! Necesito recuperar terreno. A ver flaquito, ponete a recordar alguna de tus experiencias pasadas con mujeres. Cualquiera, da igual.
Ego: Hmm… Uh… Uh…
Super-ego: Sorry por el bajón. Ahora que tengo tu atención, te voy a decir un par de cositas. Toda tu vida la viste pasar. Esto no es una película dónde todo sale bien. Cualquier interacción que tengas con la nena adelante tuyo va a concluir en que vuelvas a casa sólo, sintiéndote como un boludo y deseando haberte quedado en el molde. Paso antes, pasará ahora.
Ego: Tenés razón…
Super-ego: No es de mala onda; simplemente funcionan así las cosas. Te sugiero que dejes de pensar en ella y mires para otro lado, porque se va a bajar antes que vos y vas a sentirte mal.
Id: Acercá la cabeza y sentile el olor del pelo.
Ego: Pará flaco, tiene razón el otro. Ni da hacerse la película por algo así.
Id: Maricotas.
Ego: Chupala.
Id: Tuviste a Pepe Grillo diciéndote mierda al oído toda tu adolescencia, y vos siempre haciéndole caso. ¿Qué sacaste de eso? Dependencia. Miedo. Inseguridad. ¿Qué esperás seguir sacando de él? Yo seré un egoísta hijo de puta, pero las veces que me diste pelota te llevaste buenos momentos que aun recordás. Y en los peores casos, historias para contar.
Ego: Eso sonó demasiado racional para venir de vos.
Id: Tenés razón. Mirá cómo se acaricia la mejilla con la punta de los dedos. Pelá la japi y empezá a tocarte.
Super-ego: Hmm, a ver qué tengo por acá. Culpa, ansiedad, sentimiento de inferioridad. La lista sigue. ¿Te gusta alguna en particular o puedo girar una ruleta y la que toca te toca?
Ego: ¡Bueno basta! Me tienen podrido los dos. Debería estar escuchando a Sonata Arctica, no a ustedes.
Id:
… Go around and see another side of the tree. All I want is to be untamed and free…
Super-ego:
… One night at the town and I'm hell bound. Black oceans beneath come and swallow me
Ego: ¡Shhh! Ok, busquemos una solución que deje contentos a todos… Un trato. Aunque sería más como una apuesta. Suelo ser el último en bajar de este colectivo, habiendo recorrido las últimas paradas como único pasajero. Si la señorita se queda junto a mí y bajamos juntos, yo voy a…
Id: Comerle la boca sin mediar palabra.
Super-ego: Sonreírle tímidamente, dar media vuelta y volver a tu casa satisfecho.
Ego: No. Voy a… hmm… pedirle la hora.
Id: Ah bueh.
Ego: Es perfecta. Mi celular no tiene batería. Bajo, veo la pantalla en blanco, la miro a ella y le pregunto si tiene hora… Y después vemos qué pasa. ¿Estamos?
Id: Y bueh, me tenés acostumbrado a tan poco… Seguro se baja antes igual
Super-ego: Vas a quedar como un boludo, pero bueh. Seguro se baja antes. Ojalá.
Ego: Bueno, ahora no me jodan por un rato; quiero escuchar música y verle el pelo a la niña por un rato…
We only have one candle to burn down to the handle. No matter what they say, if you live like a man, you live in the tales you tell. Epa, ya pasaron quince minutos. Me bajo en la próxima. ¡Y la chica sigue acá! ¡¿Qué hago?!
Id: ¿Eh? ¿Qué pasó? Me re colgué. No se qué dijiste, no estaba escuchando. Igual te recomiendo que te toques.
Ego: ¡Ella baja también!
Id: Epa. Esto se va a poner bueno.
Super-ego: ¡Aborten la operación!
Ego: ¡Se abren las puertas!
Id: Tranqui pá, vos dejame a mí.
Ego y Super-ego: ¡Jesucristo! ¡No!
Id: Te ponés la gorra flaquito.
Ego: Baja ella. Bajo yo. Fue, yo me mando. Saco el celular para ver la hora. Oh, sorpresa, se quedó sin batería. Me hago bien el boludo y le pregunto.
Rodrigo: Erhm, disculpá. ¿Tenés hora? Ah, ¿tenés que sacar tu celular? Sorry la molestia. Al mío se le murió la batería. Tecnología obsoleta.
Ella: Son las 17.20.
Ego: Es hermosa… Pareciera un hada. El cabello rojizo, prolijamente recogido. La carita tan blanca. Los ojos celestes de mirada fija. ¿Mirada fija? ¿Por qué frunce el entrecejo?
Ella: Tu cara se me hace familiar. ¿Te conozco de algún lado?
Ego: !!!
Ella: Si, te me hacés conocido, ¿pero de dónde…?
Ego: WTF?! ¡¿Qué hago?!
Super-ego: ¡Te reconoció! ¡Corré!
Id: ¡Pegale en la cara y corré!
Ella: ¿Dónde vi tu cara antes?
Rodrigo: ¿Pasaste por la comisaría últimamente?
Ella: No. ¿Trabajás ahí?
Rodrigo: No, pero seguro tienen mi foto en exposición.
Super-ego: ¡Jesús, María y José! ¡¿Qué mierda fue eso?!
Id: La hiciste reir. Ya es tuya man. Preguntale si tiene webcam y una hermana gemela.
Ego: ¡Silencio! Vuelvan a sus… formas… inconscientes. Ahora me encargo yo.
Rodrigo: Hasta hace poco atendía un cyber acá a una cuadra. Por ahí pasaste alguna vez…
Ella: Sí. Iba hace un tiempo.
Rodrigo: Sí… Ahora me acuerdo de vos. Tu cuenta era Isobel. ¿Vas por este lado?
Ella: Sí… ¿Querés un chicle?
Rodrigo: Dale.
Super-ego: Seguro quiere decir que tenés mal aliento.
Ego: ¡Shhhhhhhhhh!

1 de enero de 2008

Identidad

Bienvenido. Soy una persona-concepto. Soy lo que se me ocurre en el momento. Soy un turista emocional. Soy todo lo que determinó aquello que no soy.
Soy el recuerdo, soy el momento, soy la idea. No soy esta carne, soy lo que quiero ver. Quiero ver lo que no soy. Soy lo que no me gusta. Me gusta lo que soy.
Soy una persona complicada. Soy una canción diferente cada día. Soy palabras. Soy todo y nada a la vez.
No soy esta piel, no soy este color, no soy este peso, no soy esta voz. No soy lo que ves.
No soy lo que querías que fuera.
Soy el deseo, el calor, la música. Soy la vida, algo demasiado grande.
Soy lo que pudiste haber sido.
No soy para vos.