Lo único bueno de un día en Shibuya es que
eventualmente termina. No falta mucho. Salida de la escuela. Despedida breve. Cada
cual por su camino.
Iré a casa, solo, como de costumbre. Entraré.
Me detendré frente a la puerta. Me sacaré las zapatillas y me pondré esas
pantuflas raras que uso para estar en la casa. Dios, el olor que deben tener a
esta altura.
Merendar. Sentarme en la computadora.
Masturbarme. Cenar. Masturbarme. Acostarme. Masturbarme y dormir. Mi vida.
La parte más emocionante es cuando sueño. Dejo
atrás esto que soy y me convierto en otro. Ya no estoy solo. Ya no hay
supermodelos vírgenes de pelo fluorescente. No hay música rara. No hay pescado
crudo. No hay ideogramas ilegibles. Nada. Solo yo siendo yo por un par de
horas.
Falta menos. El cielo está rojo. Los árboles se
despluman poco a poco. Se está haciendo tarde.
Kyoko:
“Vas a chocar con alguien.”
Shitaro:
“¿Eh?”
Kyoko:
“Si sigues mirando para cualquier lado mientras
caminas, vas a chocar con alguien.”
Qué buena que está Kyoko. Cada tanto es de
hacer esas cosas. Salirte al paso y tirarte una frase matadora. Debe ser la
inteligente del grupo. ¡Flor de neuronas, mamasa!
Shitaro:
“No soy
estúpido. Puedo caminar y meditar sobre la vida al mismo tiempo. Gracias por tu
preocupación.”
Kyoko:
“No dije que fueras estúpido. Solo que ibas a
chocar con alguien…”
Una suave brisa otoñal movió sus cabellos y el
moño de su uniforme. Es la compañera de Hitori. Apenas la conozco. Apenas me
conoce.
Shitaro:
“Tengo corazón latino, nena. Estoy en pleno control
de mis habilidades motrices.”
Kyoko:
“Puedes medir tus pasos, pero aun así debes
estar atento a los demás”
Sos hermosa. Me encantás. Daría cualquier cosa
por estarte encima en este momento. Amo tu cara poligonal. Amo los dos tonos de
tu piel. Amo tu nariz microscópica.
Shitaro:
“Ustedes se están tropezando todo el tiempo.
Les encanta la comedia física, eh. Dejame decirte que el humor es más que un
resbalón en la vía pública. Para que algo sea gracioso tiene que darse un juego
con la realidad.”
Te amo Kyoko. Te amo. Dejame ser tu único
hombre. Dejame agregarte a una red social
y calentarme con las fotos de tus vacaciones en la playa. Dejame saltar
una noche a tu terraza para oler tu ropa interior tendida. ¡Dejame afeitarte la
cabeza y comer tu pelo!
Shitaro:
“Tiene que darse algo más. Algo inesperado pero
consecuente. Un artificio justificado. Una… Una razón…”
Te amo. No te conozco pero te amo. No puedo
dejar de mirarte. No sé si caminamos o flotamos. Me tiembla el lado anterior de
los brazos. El corazón me late cada vez más rápido. Y tus ojos… Esos enormes
ojos de plato hondo. ¡Los adoro! ¡Y esas manitos! ¡Y ese hermoso par de-
¡CRASH!
Una señora entrada tanto en años como en kilos
pilotea su bicicleta directo a mi ingle.
Caigo con un velocípedo atorado en las bolas.
La señorita grita algo en chino. Intenta salir para adelante. Se escucha un
alarido de nueces rotas. Frena. Da marcha atrás, llevándose medio litro de
testosterona en los rayos de la rueda. Kyoko, a un lado, observa atónita la
escena dantesca. Clímax estruendoso. La señora y mi honor se van para siempre.
Shitaro:
“¡YA SÉ! ¡YA SÉ! ¡NO DIGAS NADA!”
Kyoko:
“. . .”
Me tiende la mano y de un tirón me ayuda a
levantarme. No parece interesada en revisar mis genitales para ver si están
bien. Yo tampoco.
Shitaro:
“Bueno, uhm, creo que me voy a ir a mi casa a
llorar un rato. Gracias por tu comprensión.”
Kyoko:
“¡Espera! Nuestra conversación se estaba
poniendo interesante. Quizás podamos seguirla en un café. ¿Qué dices?”
Ok, tranquilo. Ya estás acá. Tranquilo.
Relajate. Respirá hondo. ¡Concentrate! La piba está sentada frente a vos,
esperando que hables. La única forma de que esto salga bien es que midas todas
y cada una de tus palabras antes de que salgan de tu boca. Chequealas tres veces
si hace falta. Si hablás sin pensar vas muerto. ¡Relajate, carajo! Vamos que
sale. Tranquilo. Aclará la garganta.
Shitaro:
“Ujum…”
Bien. Hasta ahora vas bien. Ahora tranqui,
rompé un poco el hielo.
Shitaro:
“Me gustan tu culo y tus tetas.”
¡Sos un hijo de puta!
Kyoko:
“¡¿Cómo dices?!”
Shitaro:
“Que sirven muy buen café en este lugar.”
Kyoko:
“Oh, sí. Es delicioso. He recorrido todos los coffee shops de Shibuya y, creeme, este
es el mejor. Nada se compara al expresso
que sirven aquí. Tienes que probar el ristretto
cortado con coñac y canela. Marcará un antes y un después en tu vida.”
Esta chica actúa sospechosamente normal. ¿Dónde
estará el chasco…? Ya me voy a enterar.
Pero no te distraigas. Ya rompieron el hielo;
ahora tenés que mantener la charla fluida por media hora, ponele. Son
estudiantes, seguro comparten actividades en común. Preguntale.
Shitaro:
“Che Kyoko, ¿a qué me dedico?”
Kyoko:
“Esa es una pregunta extraña… Bueno, creo
haberte visto en el club de lectura de la escuela.”
Shitaro:
“Odio los libros…”
Kyoko:
“Eres el presidente.”
Shitaro:
“…pero me encanta leer. ¿Y vos con qué matás el
tiempo?”
Kyoko:
“No hago mucho… Estudio para el examen de
ingreso a la universidad. Quiero entrar con una buena calificación, para
allanar el camino. Bueno, luego está la escuela. No queda mucho para que
termine, y las materias son fáciles. Para mí, al menos. Hitori siempre se está
quejando de que le resulta difícil. Pero eso porque no estudia. Yo la ayudo
siempre que puedo. Quizás algún día podríamos juntarnos los tres y prepararnos
juntos.”
Eso. Mirala a los ojos y fingí que prestás atención.
Mové la cabeza cada tanto, como si estuvieras asintiendo.
Lindo lugar este. Por alguna razón imaginaba
que todo en esta ciudad sería pesadillesco, hasta las cafeterías. Pero está
bastante, bastante bien esto. No tengo la más puta idea de qué será un ristretto ni quiero averiguarlo tampoco,
pero el café es riquísimo. Música de ambiente, tranquila. Iluminación cálida.
Mucha madera, nada de plástico. Me encanta. En cuanto aprenda cuál es
papel-moneda de Shibuya, voy a empezar a venir.
¿Cuánto tiempo pasó? Once minutos ya. Hora de atacar.
Avanzá con cuidado. No hagas la de recién.
Kyoko:
“Pero lo que realmente me empujó a estudiar
piano fue haber escuchado los études
de Chopin cuando tenía seis años… Fue un momento difícil para todos en mi
familia. Y escuchar «Tristesse» de
alguna manera me hacía sentir menos sola…”
Shitaro:
“Totalmente. Y decime, Kyoko: ¿tenés novio?”
Kyoko:
“No…”
¡Bieeeeeeeen!
Shitaro:
“Ajá…”
Kyoko:
“Tengo un amante.”
¡NOOOOOOOOOOO!
Shitaro:
“Ajá…”
Kyoko:
“Es una relación complicada… Pero cuéntame tú.
¿Alguna vez te enamoraste de verdad?”
Shitaro:
“Yo… no lo sé. Realmente no… No lo sé…”
Kyoko me mira, confundida. Le da un sorbo a su
café expresso. Tiene ganas de decir
algo. Yo me adelanto.
Shitaro:
“Se está haciendo tarde.”
Kyoko:
“Sí. Ya deberíamos irnos. Mañana hay escuela.”
Apuramos el café y nos levantamos para salir.
Pago lo consumido. O eso creo, porque ni puta idea de cómo son los billetes
acá; vuelco sobre la mesa todo el contenido de mi billetera y encaramos para la
puerta.
Kyoko apoya una delicada mano sobre el vidrio
esmerilado de la puerta de entrada. Se detiene, da media vuelta, me clava esa
mirada inteligentísima que tanto me calienta y con su mejor sonrisa inquisidora
lanza la última pregunta de la noche.
Kyoko:
“¿Obtuviste de esta cita todo lo que
esperabas?”
No quiero terminar otra interacción con una
bofetada. Pensá BIEN lo que vas a decir.
Shitaro:
“El mejor coffee
shop de todo Shibuya …”
Salida del café. Despedida breve. Cada cual por
su camino.
Comedia física… A veces la extraño.
1 comentario:
"Te amo Kyoko. Te amo. Dejame ser tu único hombre. Dejame agregarte a una red social y calentarme con las fotos de tus vacaciones en la playa. Dejame saltar una noche a tu terraza para oler tu ropa interior tendida. ¡Dejame afeitarte la cabeza y comer tu pelo!"
WIN
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