Fue al despertar, en ese momento en que una no recuerda su nombre pero sí quién ha sido. La novedad del escenario no resultaba sorpresa; nada nuevo, nada imprevisto. Y con ojos cristalinos un mantra: “otra vez”.
Las emociones se potencian con la resurgencia de la memoria. Entonces siento agonía y confort. ¿Será la humedad de las sábanas? ¿Será tu saliva en mi hombro? Me estremezco explorando las grietas de mi espíritu mientras acaricio tu pelo con dulzura. Te ves tan suave.
Fantaseo con despertarte y conducirte de la mano a las profundidades de mi ser (de una manera más figurativa). Enseñarte uno por uno los horrores de mi persona. Aquello que no sabrías ver, aquello que no te dejo ver. Con palabras de afecto te explicaría qué fórmula afectiva representás para mí. Tus lágrimas no pueden apagar mi fuego.
Mirando el techo repito en susurros palabras que intento creer. El perpetuo tormento de saber quién se es. Por todo eso te pido perdón.
La sensibilidad regresa a mi cuerpo y con ella las ideas. Cierro los ojos pero los aromas me confunden. La última parte conceptual dentro de mí lucha por arrebatárteme. De nuevo fallo y comienzo a besar tu abdomen. Me disuelvo en la sensación. Tus manos despiertan y alcanzan mis mejillas. Te quiero demasiado para decirte que te quiero.
Pronunciás palabras que no me intereso en escuchar. No soy hipócrita. Lo que ves es lo que hay y nada más. Tu pasión colisiona con mi inercia.
Aumenta el calor. Vos y yo somos un mecanismo, pero guardo silencio. Tus uñas surcando mi espalda me indican que la ilusión se acerca a su fin. “Te amo” repetís. Te amo.
Tu mirada se convierte en expectante y no puedo hacer otra cosa que bajar la cabeza. Para disimular vuelvo a besar despacito tu abdomen con cuidado de no derramar una lágrima delatora. Disfrazando fervor como sentimiento, disfrazando sentimiento como fervor. Mi yo conceptual regresa para instalarse en mi garganta. La acostumbrada amargura que me es imposible abandonar del todo. La necesito.
Perdón.
14 de octubre de 2007
23 de julio de 2007
Deseo
El aire se siente frío sobre mi piel húmeda. Mis manos están conmigo, mi mente está en otro lado. Unos ojos pardos me invitan a perderme en un mundo de reveses. ¿Qué veo ante mí sino a una idea apetecible? La nuestra ha sido una existencia en espiral.
Tu imagen y mi tacto conformando una sensación. Mi garganta anudada entre dedos serpentinos. Tu palidez tan suave, como acariciar arena de noche. Quisiera tantas cosas en este momento.
Cierro los ojos y mi cabeza se inclina. Te imagino supervisándome con curiosidad y deleite. Los vuelvo a abrir y allí sigues, siempre, engañando un poco a mi soledad. Nadie más que yo sabe apreciarte. Nadie más que yo merece amarte.
Las siluetas se unen en cristalina simetría. Un único aliento repartido entre dos bocas; realidad y fantasía coexistiendo en un extraño beso. Si hay amor no hay egoísmo, solo deseo.
En este momento no pienso más que en lo que hago, y lo que hago es lo que soy. ¿Y qué de mí en tu ausencia? No existo cuando no me ves. ¿Y qué de mí en tu tragedia? Tu herida es mi dolor.
El movimiento intenta seguirle el ritmo a la mente. Ideas van y vienen, cegadas en la oscuridad, tanteando los bordes de penas y pesares, tropezando con ausencias. La imagen es vulgar y mecánica; el deseo dentro es profundo como un agujero negro. ¿Pero qué sabrás tú de deseos? Para ti siempre fui solo una imagen.
La biología sigue su curso y me veo en la necesidad de arquear la espalda. En el interior unos segundos de claridad pronto cubiertos de oscura turbulencia. En el exterior mi cuerpo temblando, mi estómago revuelto y dos arroyos cálidos limpiando el sudor estático de mi rostro. Con vergüenza bajo la mirada mientras imagino tu sonrisa dulce y sádica del otro lado del espejo.
Tu imagen y mi tacto conformando una sensación. Mi garganta anudada entre dedos serpentinos. Tu palidez tan suave, como acariciar arena de noche. Quisiera tantas cosas en este momento.
Cierro los ojos y mi cabeza se inclina. Te imagino supervisándome con curiosidad y deleite. Los vuelvo a abrir y allí sigues, siempre, engañando un poco a mi soledad. Nadie más que yo sabe apreciarte. Nadie más que yo merece amarte.
Las siluetas se unen en cristalina simetría. Un único aliento repartido entre dos bocas; realidad y fantasía coexistiendo en un extraño beso. Si hay amor no hay egoísmo, solo deseo.
En este momento no pienso más que en lo que hago, y lo que hago es lo que soy. ¿Y qué de mí en tu ausencia? No existo cuando no me ves. ¿Y qué de mí en tu tragedia? Tu herida es mi dolor.
El movimiento intenta seguirle el ritmo a la mente. Ideas van y vienen, cegadas en la oscuridad, tanteando los bordes de penas y pesares, tropezando con ausencias. La imagen es vulgar y mecánica; el deseo dentro es profundo como un agujero negro. ¿Pero qué sabrás tú de deseos? Para ti siempre fui solo una imagen.
La biología sigue su curso y me veo en la necesidad de arquear la espalda. En el interior unos segundos de claridad pronto cubiertos de oscura turbulencia. En el exterior mi cuerpo temblando, mi estómago revuelto y dos arroyos cálidos limpiando el sudor estático de mi rostro. Con vergüenza bajo la mirada mientras imagino tu sonrisa dulce y sádica del otro lado del espejo.
8 de julio de 2007
Colores
Comenzar un relato sin un punto de referencia no es tarea fácil. A falta de un pilar argumental que haga de firme sustento, cada palabra —cuidadosamente elegida— ha de ser un punto de apoyo.
Este relato trata sobre palabras cuidadosamente elegidas.
No hay un principio, sino más bien un nudo que se prolongó más de lo debido. Una horrible gama de grises que se extendieron y mancharon todo cuanto podían. La tragedia del ser más humano: el presente que invadió el pasado y embargó el futuro.
No había nada en el mundo más que el color gris.
La realidad —o al menos lo que recuerdo haber percibido como realidad— se presentaba con bordes difusos y matices opacos, como un sueño que termina. Creo verme caminando a pasos cortos por una calle angosta, con los ojos entreabiertos y la mirada cansada. El cielo cubierto por una cortina deforme de nubarrones grises; detrás, oculto en algún punto siempre cambiante, se adivinaba un pálido resplandor.
Cada tanto llovía. En esa caminata eterna se me hacía imposible distinguir cuando empezaba la lluvia y cuando terminaba. La noche no existía.
Tenía la sensación de estar avanzando, aún cuando a mi alrededor el panorama era siempre el mismo: paredes blancas, con graffittis ilegibles, decolorados por el sol de otro tiempo; comercios abandonados, con sus vidrieras pintadas con cal y un relleno de oscuridad que se vislumbraba a través de los cristales ausentes; veredas incompletas, calles adoquinadas, faroles apagados y charcos que al pisarlos no producían anillos.
Avanzaba por inercia, como cayendo muy lentamente. Podría haber jurado que en cuestión de un par de meses mi rostro se estrellaría finalmente contra el empedrado.
Lo único reconocible en mi marcha era una especie de obstinación lastimosa. Me vendía a mi mismo la ilusión de que quería continuar. Y marché por años, meses y días en ese páramo urbano, esa soñolienta ilusión monocromática que reconocía por mundo.
Hasta que doblé por el camino equivocado.
La primera señal de alarma debió haber sido un súbito reconocimiento de mi propia existencia en relación con el mundo. La segunda fue haberme dado cuenta de que me di cuenta de algo. Le presté poca atención a dichas señales, de todas maneras, pues ante mis ojos se hallaba nada menos que el factor desencadenante de esa pequeña crisis inconciente: frente a mí se disponía una puerta.
No cualquier puerta, permítaseme decir. Esta era diferente a todas las anteriores: estaba abierta.
Otra revolución: elegí entrar. Lo se porque permanecí de pie frente a esa puerta por meses dudando. Avancé, ya con paso resuelto. Atravesé un pasillo bien iluminado con la zumbante luz blanca de los tubos fluorescentes. A lo largo del corredor se distribuían cien puertas, todas iguales, todas cerradas. Me detuve frente a la que consideré la indicada. Apoyé mi mano en el picaporte y con un suave empujón la puerta se abrió. No tuve que entrar; de repente ya estaba adentro desde hacía largas horas.
La habitación era un gran salón en forma de semicírculo, en el centro del cual podía verse un vasto escenario totalmente vacío. El resto del recinto, como se podrá imaginar, se componía de varios centenares de asientos vacíos.
La visión no tardó en esfumarse. En el momento en que la puerta se cerró tras de mí, todo tipo de iluminación desapareció exceptuando dos reflectores que alumbraban el escenario desde sus diagonales. Permanecí de pie.
Se vuelve difícil y hasta dolorosa la recopilación de detalles. Mi mente, mi cuerpo, mi voluntad, cada parte de mí parecía existir en una dimensión aparte. Mi capacidad de registrar el tiempo presentaba terribles fluctuaciones, perdiendo a mi percepción en un vaivén laberíntico de velocidades. Mi memoria funcionaba precariamente, llevándome no a rememorar hechos sino huellas emocionales que pudieron haber dejado diferentes percepciones. En pocas palabras, no estoy seguro de lo que pasó. Lo único que se es que en el escenario, con sus ojos negros perdidos en la oscuridad, se hallaba una joven. Su cuerpo estaba inmóvil pero sus cabellos, cortos y rojos, parecían estar moviéndose en el aire sobre su cabeza. Vestía de blanco y en ese momento se me hizo hermosa y terrible.
La figura clavó su mirada en mí y con voz estruendosa exclamó “ven y mira”. Y miré. Y de la frente de la joven emergió una corona de fuego, y todo a su alrededor ardía. El teatro, otrora oscuro, se había vuelto de un vivo rojo, con murciélagos de neón volando en todas direcciones. El silencio mortuorio había dado lugar a una música de percusión de lo más estimulante.
Con los pies clavados al suelo vi a la joven danzando sobre el escenario, dejando una quemadura con cada huella, una estela con cada salto. Sus cabellos se habían convertido en hilos incandescentes y de su boca escapaban besos humeantes.
La figura, envuelta en llamas, bajó de su escenario y avanzó en dirección hacia mí. Tuve ansiedad y a la vez deseo de que se acercase más. Pronto estuvo a un paso de distancia. Apoyó sus manos en mis sienes y la sentí quemando en mi piel. Era la primera vez en mi vida que sentía dolor, y también la primera que sentía calor.
La joven acercó sus labios, esperando que me entregase a ella, que me atreviese a dejarme calcinar por su beso. Pero no lo hice, pues por primera vez sentí miedo, y con tristeza en su rostro la vi chamuscarse frente a mí hasta convertirse en una pila de cenizas. Entonces tuve frío y ganas de llorar.
No pude salir del teatro. Había vuelto a mi estado de percepción habitual, ese sueño translúcido cuyos límites parecen alejarse y redefinirse con cada paso que doy.
Permanecí en ese estado por más tiempo del que quiero recordar, hasta que apareció la segunda mujer.
Una mujer de mediana edad había aparecido en el medio del escenario. Su cabello era corto y negro, y su rostro estaba cubierto con una máscara de porcelana blanca. Su vestido y su sonrisa pintada eran rojos como la sangre.
La mujer me miró desde detrás de su máscara y con voz provocadora me susurró “ven y mira”. Y miré. Y casi sin darme cuenta esa mujer era todo lo que siempre había deseado.
Su vestido cayó al suelo y yo caí en mi butaca. Pude espectar su voluptuosa desnudez. Poseía una belleza esplendorosa, radiante como la de un ángel pecador. La palidez de su piel, la estrechez de su cintura, la generosidad de sus senos… Era una obra de arte simulando estar viva. La percibí inalcanzable.
Vistiendo solo su máscara sonriente, el ángel desplegó un hermoso par de alas negras y comenzó a elevarse.
Con lágrimas en los ojos vi como se perdía, y entonces todo lo odié y todo quise destruir. Y muy para mí desgracia nada quedaba en el recinto más que yo mismo.
Me convertí entonces en varios y procedí a cumplir con el oscuro designio del ángel, odiando y destruyéndome una y otra vez en ese teatro oscuro.
Y así permanecimos hasta que apareció la tercera. Una niña de cabello largo y lacio. Llevaba un vestido negro y no sonreía.
Con seriedad dijo “ven y mira”. Y miré. Y me vi a su lado en el escenario, comiendo feliz un pedazo de pan. Pude ver desde mi lugar a aquel ser, idéntico a mí en apariencia, devorando como con hambre canina cada migaja del suelo, y luego lamiendo de forma desesperada cada dedo de la niña, la cual, por su parte, parecía estar en total control de la situación.
Lo grotesco reemplazó a lo patético: mi yo hambriento comenzó a roer los dedos de la niña con total voracidad. Luego, una a una arrancó y tragó sus falanges. Desde mi lugar en la platea tuve que apartar la vista. Respirando hondo, tratando de evitar las nauseas, mientras sentía a mi estómago llenarse. Y no importaba cuanto de su cuerpo me ofreciere la niña, cada vez quería más. Necesitaba más.
Las luces se apagaron y solo se escuchaba a ese espeluznante otro yo, royendo el cuerpo aún tibio de la niña, hasta que este ya no le satisfacía más.
Esperé a la cuarta aparición con miedo, odio y necesidad.
Se presentó, después de mucho tiempo, pero puntual. Vestía de un indescifrable color pálido. Era preciosa. Detrás de ella el telón se había corrido y llegaba a vislumbrarse una puerta abierta.
La mujer me dijo con voz dulce “ven y mira”.
Me quedé quieto. Ella extendió sus manos y repitió sus palabras con el mismo tono maternal.
Temblando del pavor, me puse de pie, y con esfuerzo levanté mis ojos vidriosos. Allí estaba ella, llamándome. Y aquí estoy yo, rememorando, enumerando miedos, midiendo odios, pesando necesidades, intentando distinguir realidades a oscuras, especulando si esa frente a mí no será la centésima puerta y deseando, más que nunca en mi vida y en mi muerte, un pilar, un sustento, sobre el cual construir un nuevo principio.
Este relato trata sobre palabras cuidadosamente elegidas.
No hay un principio, sino más bien un nudo que se prolongó más de lo debido. Una horrible gama de grises que se extendieron y mancharon todo cuanto podían. La tragedia del ser más humano: el presente que invadió el pasado y embargó el futuro.
No había nada en el mundo más que el color gris.
La realidad —o al menos lo que recuerdo haber percibido como realidad— se presentaba con bordes difusos y matices opacos, como un sueño que termina. Creo verme caminando a pasos cortos por una calle angosta, con los ojos entreabiertos y la mirada cansada. El cielo cubierto por una cortina deforme de nubarrones grises; detrás, oculto en algún punto siempre cambiante, se adivinaba un pálido resplandor.
Cada tanto llovía. En esa caminata eterna se me hacía imposible distinguir cuando empezaba la lluvia y cuando terminaba. La noche no existía.
Tenía la sensación de estar avanzando, aún cuando a mi alrededor el panorama era siempre el mismo: paredes blancas, con graffittis ilegibles, decolorados por el sol de otro tiempo; comercios abandonados, con sus vidrieras pintadas con cal y un relleno de oscuridad que se vislumbraba a través de los cristales ausentes; veredas incompletas, calles adoquinadas, faroles apagados y charcos que al pisarlos no producían anillos.
Avanzaba por inercia, como cayendo muy lentamente. Podría haber jurado que en cuestión de un par de meses mi rostro se estrellaría finalmente contra el empedrado.
Lo único reconocible en mi marcha era una especie de obstinación lastimosa. Me vendía a mi mismo la ilusión de que quería continuar. Y marché por años, meses y días en ese páramo urbano, esa soñolienta ilusión monocromática que reconocía por mundo.
Hasta que doblé por el camino equivocado.
La primera señal de alarma debió haber sido un súbito reconocimiento de mi propia existencia en relación con el mundo. La segunda fue haberme dado cuenta de que me di cuenta de algo. Le presté poca atención a dichas señales, de todas maneras, pues ante mis ojos se hallaba nada menos que el factor desencadenante de esa pequeña crisis inconciente: frente a mí se disponía una puerta.
No cualquier puerta, permítaseme decir. Esta era diferente a todas las anteriores: estaba abierta.
Otra revolución: elegí entrar. Lo se porque permanecí de pie frente a esa puerta por meses dudando. Avancé, ya con paso resuelto. Atravesé un pasillo bien iluminado con la zumbante luz blanca de los tubos fluorescentes. A lo largo del corredor se distribuían cien puertas, todas iguales, todas cerradas. Me detuve frente a la que consideré la indicada. Apoyé mi mano en el picaporte y con un suave empujón la puerta se abrió. No tuve que entrar; de repente ya estaba adentro desde hacía largas horas.
La habitación era un gran salón en forma de semicírculo, en el centro del cual podía verse un vasto escenario totalmente vacío. El resto del recinto, como se podrá imaginar, se componía de varios centenares de asientos vacíos.
La visión no tardó en esfumarse. En el momento en que la puerta se cerró tras de mí, todo tipo de iluminación desapareció exceptuando dos reflectores que alumbraban el escenario desde sus diagonales. Permanecí de pie.
Se vuelve difícil y hasta dolorosa la recopilación de detalles. Mi mente, mi cuerpo, mi voluntad, cada parte de mí parecía existir en una dimensión aparte. Mi capacidad de registrar el tiempo presentaba terribles fluctuaciones, perdiendo a mi percepción en un vaivén laberíntico de velocidades. Mi memoria funcionaba precariamente, llevándome no a rememorar hechos sino huellas emocionales que pudieron haber dejado diferentes percepciones. En pocas palabras, no estoy seguro de lo que pasó. Lo único que se es que en el escenario, con sus ojos negros perdidos en la oscuridad, se hallaba una joven. Su cuerpo estaba inmóvil pero sus cabellos, cortos y rojos, parecían estar moviéndose en el aire sobre su cabeza. Vestía de blanco y en ese momento se me hizo hermosa y terrible.
La figura clavó su mirada en mí y con voz estruendosa exclamó “ven y mira”. Y miré. Y de la frente de la joven emergió una corona de fuego, y todo a su alrededor ardía. El teatro, otrora oscuro, se había vuelto de un vivo rojo, con murciélagos de neón volando en todas direcciones. El silencio mortuorio había dado lugar a una música de percusión de lo más estimulante.
Con los pies clavados al suelo vi a la joven danzando sobre el escenario, dejando una quemadura con cada huella, una estela con cada salto. Sus cabellos se habían convertido en hilos incandescentes y de su boca escapaban besos humeantes.
La figura, envuelta en llamas, bajó de su escenario y avanzó en dirección hacia mí. Tuve ansiedad y a la vez deseo de que se acercase más. Pronto estuvo a un paso de distancia. Apoyó sus manos en mis sienes y la sentí quemando en mi piel. Era la primera vez en mi vida que sentía dolor, y también la primera que sentía calor.
La joven acercó sus labios, esperando que me entregase a ella, que me atreviese a dejarme calcinar por su beso. Pero no lo hice, pues por primera vez sentí miedo, y con tristeza en su rostro la vi chamuscarse frente a mí hasta convertirse en una pila de cenizas. Entonces tuve frío y ganas de llorar.
No pude salir del teatro. Había vuelto a mi estado de percepción habitual, ese sueño translúcido cuyos límites parecen alejarse y redefinirse con cada paso que doy.
Permanecí en ese estado por más tiempo del que quiero recordar, hasta que apareció la segunda mujer.
Una mujer de mediana edad había aparecido en el medio del escenario. Su cabello era corto y negro, y su rostro estaba cubierto con una máscara de porcelana blanca. Su vestido y su sonrisa pintada eran rojos como la sangre.
La mujer me miró desde detrás de su máscara y con voz provocadora me susurró “ven y mira”. Y miré. Y casi sin darme cuenta esa mujer era todo lo que siempre había deseado.
Su vestido cayó al suelo y yo caí en mi butaca. Pude espectar su voluptuosa desnudez. Poseía una belleza esplendorosa, radiante como la de un ángel pecador. La palidez de su piel, la estrechez de su cintura, la generosidad de sus senos… Era una obra de arte simulando estar viva. La percibí inalcanzable.
Vistiendo solo su máscara sonriente, el ángel desplegó un hermoso par de alas negras y comenzó a elevarse.
Con lágrimas en los ojos vi como se perdía, y entonces todo lo odié y todo quise destruir. Y muy para mí desgracia nada quedaba en el recinto más que yo mismo.
Me convertí entonces en varios y procedí a cumplir con el oscuro designio del ángel, odiando y destruyéndome una y otra vez en ese teatro oscuro.
Y así permanecimos hasta que apareció la tercera. Una niña de cabello largo y lacio. Llevaba un vestido negro y no sonreía.
Con seriedad dijo “ven y mira”. Y miré. Y me vi a su lado en el escenario, comiendo feliz un pedazo de pan. Pude ver desde mi lugar a aquel ser, idéntico a mí en apariencia, devorando como con hambre canina cada migaja del suelo, y luego lamiendo de forma desesperada cada dedo de la niña, la cual, por su parte, parecía estar en total control de la situación.
Lo grotesco reemplazó a lo patético: mi yo hambriento comenzó a roer los dedos de la niña con total voracidad. Luego, una a una arrancó y tragó sus falanges. Desde mi lugar en la platea tuve que apartar la vista. Respirando hondo, tratando de evitar las nauseas, mientras sentía a mi estómago llenarse. Y no importaba cuanto de su cuerpo me ofreciere la niña, cada vez quería más. Necesitaba más.
Las luces se apagaron y solo se escuchaba a ese espeluznante otro yo, royendo el cuerpo aún tibio de la niña, hasta que este ya no le satisfacía más.
Esperé a la cuarta aparición con miedo, odio y necesidad.
Se presentó, después de mucho tiempo, pero puntual. Vestía de un indescifrable color pálido. Era preciosa. Detrás de ella el telón se había corrido y llegaba a vislumbrarse una puerta abierta.
La mujer me dijo con voz dulce “ven y mira”.
Me quedé quieto. Ella extendió sus manos y repitió sus palabras con el mismo tono maternal.
Temblando del pavor, me puse de pie, y con esfuerzo levanté mis ojos vidriosos. Allí estaba ella, llamándome. Y aquí estoy yo, rememorando, enumerando miedos, midiendo odios, pesando necesidades, intentando distinguir realidades a oscuras, especulando si esa frente a mí no será la centésima puerta y deseando, más que nunca en mi vida y en mi muerte, un pilar, un sustento, sobre el cual construir un nuevo principio.
29 de marzo de 2007
Destrucción
La noche roja de halógeno y neón. El suelo pegajoso de alcohol y humedad. Las manos temblorosas, el cuerpo entumecido. Los párpados superiores rosados, los inferiores mezcla de violeta y gris. El típico ardor de garganta y esófago. Los ruidos retumbantes de fondo.
El dolor entusiasta, la agonía eufórica. La salvación en una jeringa descartable.
El pulso resuelto, el acero mordiendo, el émbolo avanzando. Los ojos se cierran. La sonrisa dibujándose.
La gente pasando sin mirar, los carteles luminosos dejando estela, la lluvia que no termina de caer.
La envidia hacia un desconocido. El odio hacia una conocida. Los celos y la soledad empujando el dedo pulgar. El miedo y alguna memoria deteniendo ocasionalmente. La debilidad abriéndose paso.
El opioide penetrando en el torrente. El néctar rancio escurriéndose por las venas. Los tres minutos de rigor. La caricia química pellizcando las neuronas. El alivio artificial.
El cuerpo dejándose caer, la mente dejándose llevar. La luna abandonando su hueco entre las nubes.
La compasión perdida, la indulgencia inyectada. El presente alejándose, el futuro olvidado. El martirio del santo y la ingenuidad del niño. La vida y la muerte en una vulgar alquimia. La culpable ausente. El enamorado en el suelo, sonriendo triunfante.
El dolor entusiasta, la agonía eufórica. La salvación en una jeringa descartable.
El pulso resuelto, el acero mordiendo, el émbolo avanzando. Los ojos se cierran. La sonrisa dibujándose.
La gente pasando sin mirar, los carteles luminosos dejando estela, la lluvia que no termina de caer.
La envidia hacia un desconocido. El odio hacia una conocida. Los celos y la soledad empujando el dedo pulgar. El miedo y alguna memoria deteniendo ocasionalmente. La debilidad abriéndose paso.
El opioide penetrando en el torrente. El néctar rancio escurriéndose por las venas. Los tres minutos de rigor. La caricia química pellizcando las neuronas. El alivio artificial.
El cuerpo dejándose caer, la mente dejándose llevar. La luna abandonando su hueco entre las nubes.
La compasión perdida, la indulgencia inyectada. El presente alejándose, el futuro olvidado. El martirio del santo y la ingenuidad del niño. La vida y la muerte en una vulgar alquimia. La culpable ausente. El enamorado en el suelo, sonriendo triunfante.
13 de febrero de 2007
Destino
Avanzamos. A ciegas, conociendo el destino, pero no el camino.
Por las ventanillas pueden verse a intervalos ráfagas de luz y alguna que otra cara distorsionada. El resto es oscuridad artificial: lo que no sabemos ver. Sobre la superficie es oscuridad real: lo que no podemos ver. Las estrellas acaso brillen sobre el cielo de concreto.
Avanzamos, muy rápido. No podremos bajarnos hasta llegar a destino. El viaje es el durante; un punto medio entre la realidad y nuestro deseo. El viaje dura más de lo deseado, siempre.
El crujir de los metales resuena como latidos de la tierra. El suelo bajo nuestros pies se mueve. El paisaje sombrío adopta nueva formas. Pero a nuestro alrededor todo permanece igual. Dormitamos en una inconstancia duradera. Cerramos los ojos, tranquilos, sabiendo que el movimiento no es una idea. Realmente avanzamos.
El soplido de una puerta que se abre: alguien entrando o saliendo. Una presencia conceptual, un silencio corpóreo. Cada uno creerá tener un destino diferente. Para el destino, todos somos iguales.
No todos viajan solos. Algunos saben encontrar compañeros. Intercambian palabras durante el recorrido, pero son demasiado triviales para ser recordadas, y el sonido del acero galopante sabe cubrirlas bien. Tal es el caso que repiten lo mismo una y otra vez, a otras personas y a ellos mismos.
La mayoría permanecen cabizbajos, en aparente meditación. En realidad están durmiendo.
Está también el que pasa el viaje entreviendo luces y sombras por la ventanilla. Su cuerpo está quieto, pero avanza. Su mente baila con espectros y musas, y a veces avanza también.
El viaje continúa, hasta que llegue el momento de descender. Entonces averiguaremos si nos bajamos bien, si tomamos las decisiones correctas y si lo que hicimos —o dejamos de hacer— realmente valió la pena. El destino lo elegimos nosotros, a ciegas. Al viaje lo elige el Destino, con desinterés y severidad.
Por las ventanillas pueden verse a intervalos ráfagas de luz y alguna que otra cara distorsionada. El resto es oscuridad artificial: lo que no sabemos ver. Sobre la superficie es oscuridad real: lo que no podemos ver. Las estrellas acaso brillen sobre el cielo de concreto.
Avanzamos, muy rápido. No podremos bajarnos hasta llegar a destino. El viaje es el durante; un punto medio entre la realidad y nuestro deseo. El viaje dura más de lo deseado, siempre.
El crujir de los metales resuena como latidos de la tierra. El suelo bajo nuestros pies se mueve. El paisaje sombrío adopta nueva formas. Pero a nuestro alrededor todo permanece igual. Dormitamos en una inconstancia duradera. Cerramos los ojos, tranquilos, sabiendo que el movimiento no es una idea. Realmente avanzamos.
El soplido de una puerta que se abre: alguien entrando o saliendo. Una presencia conceptual, un silencio corpóreo. Cada uno creerá tener un destino diferente. Para el destino, todos somos iguales.
No todos viajan solos. Algunos saben encontrar compañeros. Intercambian palabras durante el recorrido, pero son demasiado triviales para ser recordadas, y el sonido del acero galopante sabe cubrirlas bien. Tal es el caso que repiten lo mismo una y otra vez, a otras personas y a ellos mismos.
La mayoría permanecen cabizbajos, en aparente meditación. En realidad están durmiendo.
Está también el que pasa el viaje entreviendo luces y sombras por la ventanilla. Su cuerpo está quieto, pero avanza. Su mente baila con espectros y musas, y a veces avanza también.
El viaje continúa, hasta que llegue el momento de descender. Entonces averiguaremos si nos bajamos bien, si tomamos las decisiones correctas y si lo que hicimos —o dejamos de hacer— realmente valió la pena. El destino lo elegimos nosotros, a ciegas. Al viaje lo elige el Destino, con desinterés y severidad.
7 de julio de 2006
MSN fun
Alb dice:
dejame improvisar algo con tu cualidad especial de persona especial
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
sorprendeme
Alb dice:
"bueno, la verdad, es que no nos decidiamos. Y ya se que veniamos con muchas idas y vueltas, discusiones de por medio y "accidentes" injustificados ... pero, finalmente nos vamos a casar....
"aaaw!!!, me llenas de orgullo!. Y pensar que cuando te tenia en mis brazos, yo pens-"
"espera mama, espera. la verdad que con esto del primer hijo que no se dió, nos bajoneamos un poco, para no decir bastante,y y... y y pero nos dimos cuenta, que lo mejor que podemos hacer, es adoptar"
"¡por fin sentaste cabeza, hijo mio! (se abrazan, y entre lagrimas y palabras de afecto, entra Rodrigo)
"Opa, madre, usted cumple años? para para, ¿que pasó ahora? y que hace mi hermano aca! ah no... yo no me mudo. esa habitacion es para mis gatos, y back up de porno
Alb dice:
la escena termina con un "¬¬" hacia Rodrigo
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
recepción en la embajada de Bélgica:
E.A.C: "me llamará pacato, marqués, pero yo creo que a la mujer, como a la remera, hay que ponérsela por el agujero más grande"
Alb dice:
mirá que interesante: http://www.alipso.com/general/test_ov/index.php
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
qué no sea otro test de bipolaridad. ya tuve suficientes estudios..
Alb dice:
es un test vocacional
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
let us see
Alb dice:
hay carrera oficial para ser bibliotecario.
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
"Comparado con otros de mi edad, soy bueno liderando gente y vendiendo cosas o ideas."
JAJAJAJA
Alb dice:
es buenisima esa
Alb dice:
hay mucho material ahi
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
me imagino un comic strip con versiones chibi de políticos.
- "Nestor, dejá de pelearte con Guille"
- "pero maaaa, el año pasado un amigo de Guille le pegó a un amigo mío. Ahora que tengo poder puedo hacer justicia (retroactiva) y ponerlos en su lugar, a él y a todos los que en el pasado pertenecieron al bando opuesto"
- "Nestor, qué te pasa? no hablás como un nené de tu edad"
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
- "estamos en canal 9. no esperés mucho del guionista"
Alb dice:
jajajajajajaja
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
qué mierda es un terapeuta del lenguaje?
Alb dice:
jajajaja
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
- "calmese y tome asiento señor Sanscrito. no puedo ayudarlo así"
- "usted no entiende! todos creen que estoy muerto!"
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
jajaja taquígrafo de juzgado. el pibe apuntaba alto
Alb dice:
me duele el pecho
Alb dice:
"Soy útil, amigable y confiable." (un alfiler de gancho)
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
- "y vos Jorgito, qué te gustaría ser cuando seas grande?
- "taquigrafo del juzgado pá"
- (mirando a la mujer) "entonces era verdad: vos te encamabas con el gestor. yo te mato!"
Alb dice:
jajajaja
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
"Soy útil, amigable y confiable. puedo asistirlo con la autocorrección. desea algún consejo para mejorar la calidad de su texto? No me cierre por favor! no sabe lo que es caer en las tinieblas"
Alb dice:
pobre utillidad, siempre buscando amor
Alb dice:
Dro, abrí un word y plamá. please.
Alb dice:
por ahora me retiro a mi sesion de nutricion momentanea, eso será hasta que caiga algún vendedor y haga que me atragante la empanada de pollo.
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
yo seguiré haciendo como que trabajo
Alb dice:
ta lueguito
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
babai
dejame improvisar algo con tu cualidad especial de persona especial
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
sorprendeme
Alb dice:
"bueno, la verdad, es que no nos decidiamos. Y ya se que veniamos con muchas idas y vueltas, discusiones de por medio y "accidentes" injustificados ... pero, finalmente nos vamos a casar....
"aaaw!!!, me llenas de orgullo!. Y pensar que cuando te tenia en mis brazos, yo pens-"
"espera mama, espera. la verdad que con esto del primer hijo que no se dió, nos bajoneamos un poco, para no decir bastante,y y... y y pero nos dimos cuenta, que lo mejor que podemos hacer, es adoptar"
"¡por fin sentaste cabeza, hijo mio! (se abrazan, y entre lagrimas y palabras de afecto, entra Rodrigo)
"Opa, madre, usted cumple años? para para, ¿que pasó ahora? y que hace mi hermano aca! ah no... yo no me mudo. esa habitacion es para mis gatos, y back up de porno
Alb dice:
la escena termina con un "¬¬" hacia Rodrigo
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
recepción en la embajada de Bélgica:
E.A.C: "me llamará pacato, marqués, pero yo creo que a la mujer, como a la remera, hay que ponérsela por el agujero más grande"
Alb dice:
mirá que interesante: http://www.alipso.com/general/test_ov/index.php
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
qué no sea otro test de bipolaridad. ya tuve suficientes estudios..
Alb dice:
es un test vocacional
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
let us see
Alb dice:
hay carrera oficial para ser bibliotecario.
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
"Comparado con otros de mi edad, soy bueno liderando gente y vendiendo cosas o ideas."
JAJAJAJA
Alb dice:
es buenisima esa
Alb dice:
hay mucho material ahi
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
me imagino un comic strip con versiones chibi de políticos.
- "Nestor, dejá de pelearte con Guille"
- "pero maaaa, el año pasado un amigo de Guille le pegó a un amigo mío. Ahora que tengo poder puedo hacer justicia (retroactiva) y ponerlos en su lugar, a él y a todos los que en el pasado pertenecieron al bando opuesto"
- "Nestor, qué te pasa? no hablás como un nené de tu edad"
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
- "estamos en canal 9. no esperés mucho del guionista"
Alb dice:
jajajajajajaja
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
qué mierda es un terapeuta del lenguaje?
Alb dice:
jajajaja
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
- "calmese y tome asiento señor Sanscrito. no puedo ayudarlo así"
- "usted no entiende! todos creen que estoy muerto!"
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
jajaja taquígrafo de juzgado. el pibe apuntaba alto
Alb dice:
me duele el pecho
"Soy útil, amigable y confiable." (un alfiler de gancho)
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
- "y vos Jorgito, qué te gustaría ser cuando seas grande?
- "taquigrafo del juzgado pá"
- (mirando a la mujer) "entonces era verdad: vos te encamabas con el gestor. yo te mato!"
Alb dice:
jajajaja
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
"Soy útil, amigable y confiable. puedo asistirlo con la autocorrección. desea algún consejo para mejorar la calidad de su texto? No me cierre por favor! no sabe lo que es caer en las tinieblas"
Alb dice:
pobre utillidad, siempre buscando amor
Alb dice:
Dro, abrí un word y plamá. please.
Alb dice:
por ahora me retiro a mi sesion de nutricion momentanea, eso será hasta que caiga algún vendedor y haga que me atragante la empanada de pollo.
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
yo seguiré haciendo como que trabajo
Alb dice:
ta lueguito
Є.Δ.С. (Levántate y piensa) dice:
babai
5 de julio de 2006
2+3=5
Es el 5 de Julio de 2006 a las 14 hrs y en lo único que puedo pensar es en el gordo apestoso que tengo por cliente habitué que contamina con su hedor el aire que respiro. Dios mío, que alguien me explique: ¿cómo puede alguien que gasta 10 mangos al día en cyber, y viste ropa cara y de marca, tener el olor corporal de un cadáver en estado de descomposición desde hace varios días? Supongo que tendrá algo que ver con el hecho de que no vaya a la escuela ni haga nada productivo y, bueno, gaste gran parte de su caudal en darme de comer a mí.
Es usual verme con cara de culo durante el trabajo. Antes era una fija; ahora, tras numerosos reproches marketineros de parte de mi familia, intento sonreir un poco y ser más amable. Pero nunca me agradó la idea de ser parte de este genocidio mental que ataca a la juventud. Luego pienso que no es toda la juventud sino su parte peor la que viene a mi cyber y me tranquilizo.
Hace poco cumplí 23 años. El 25 de Junio para ser exacto. Afortunadamente llovió todo ese fin de semana y las buenas gentes tuvieron excusa legítima para no pasar a saludarme. Tanto mejor.
Estoy de buen humor desde entonces, y tengo razón de sobra para estarlo durante todo un año: 23 es un número muy apreciado por los Discordianos, siendo que 2+3=5, y, como todos saben, 5 es el número más sagrado para los seguidores de esta religión.
Un año de dulces victorias acaba de comenzar para quien escribe. Tanto así que la primera decisión que tomé fue enamorarme de Tira, del Soul Calibur 3.
Tira tiene todo lo que un hombre necesita: es joven, hermosa, semidesnuda, pechugona y corta a sus oponentes con un disco afilado. No tiene combos buenos pero qué mierda, yo le doy igual. No se a qué viene todo esto.
Se acabó la fantasía mundialera. En cuestión de segundos, y casi sin pedir permiso, el pueblo argentino (y con esto me refiero a Capital y Buenos Aires) volvió a sumergirse en esa alegre melancolía loser que lo caracteriza. El mundial fue un oasis en nuestro desierto tibio y mediocre de emociones descontroladas y sueños prefabricados. ¡Como estoy con las metáforas!
No soy futbolero, como podrá anticipar el lector perspicaz. Durante el mundial me pasó lo que a la mayoría de los ciudadanos de clase media: comencé a ver los partidos de la selección y opinar como si supiera. Incluso hasta sentí un poco de pena cuando empató con Alemania y perdió en los penales. O más que pena, impotencia. Esa sensación de vérsela venir, de tener la certeza de que algo va a salir mal, de que los contrarios corren más rápido, de que a la primera cagada que se manden los nuestros, perdemos. Lo usual, supongo. Así habrá sido siempre para el pecho frío.
Lo bueno de la derrota es que uno siempre puede mofarse de ella.
El sábado tuve ocasión de estrenar mi remera negra con la leyenda “SIAMO FUORI” que había comprado un año atrás.
Es más o menos divertido lo que me pasó con esa remera. La vi cuando recién empezaba la infame moda y me dije a mí mismo “hey Cruel Angel (porque en mis pensamientos siempre me refiero a mí mismo por mi nick o por mi apellido), mirá esta remera. Tiene todo el contenido loser. ¿Quién se ríe de su propia desgracia? El loco o el inteligente, y vos podés ser lo uno o lo otro. Además, Siamo Fuori es una expresión medio oscura; se usó hace 15 años y hoy son pocos los que la conocen. Te garantizo que si usás esta remera vas a ser único”.
Ahora, cuando yendo por la calle pierdo el rumbo y todos mis instintos e intuición me dicen que gire a la derecha, suelo doblar a la izquierda. Nunca falla.
El caso es que compré la remera y horas más tarde retrocedí horrorizado al enterarme que TODOS los boludos usaban ese tipo de prendas, y no por innovación civil, sino porque lo vieron en la TV.
Afortunadamente la frustración se diluyó el sábado pasado y los días que le siguieron. Como es muy poca la gente que me presta atención en mi vida diaria, casi nadie supo apreciar la ironía de mi remerita, pero al menos me fui a dormir con la conciencia tranquila.
Updetear es una molestia (sobre todo cuando lo único que hacés en tu día es leer, ver porno y jugar Soul Calibur 3… Ahh Tira…). Escribir es siempre agradable. Publicar es otro tema. Uno tiene la idea de que su creación debe cumplir con ciertas expectativas, o al menos obedecer determinados parámetros, aún siendo reducido el público consumidor.
Bah, esa es la idea de alguien que trata de hacer las cosas bien. Los guionistas de Montecristo se cagan en lo que publican. Pobre Dumas.
A lo que iba es que si hace mucho que no subo nada en este blog es porque no estoy muy inspirado/motivado que digamos para elaborar un texto acorde al mismo.
Eso no implica que no me sienta inspirado/motivado para escribir otras cosas. Estoy preparando algunas cosas para LIA (que es el receptor de los updates “grandes”) de pronta publicación. También, empecé un fotolog temático donde subo updates cortitos y al pie. Una suma de factores lo volvió más propicio que mi blog para escribir humor.
Aquellos lectores que disfrutan quejándose de la prolongada ausencia de updates graciosos en este blog tal vez puedan pegarse una vuelta por www.fotolog.com/el_angel_cruel. Inmediatamente se darán cuenta cual es la temática del flog.
El blog quedará en estado latente. Estará sujeto a las publicaciones, modificaciones y periodicidad que mi humor dicte, con la única garantía de que jamás voy a borrar ni alterar nada de lo ya publicado. Realmente no me va eso de que “terminé una etapa de mi vida y lo mejor que puedo hacer es borrón y cuenta nueva, por eso borré todo y empiezo de cero y bla bla”. Mierda. Si se hizo es porque en ese momento se deseaba hacerlo. En ese momento fue real y legítimo, así que no jodamos y hagámonos responsables de nuestras acciones. La lavada de manos es cosa de adolescentes de mente turbia. Yo tendré la mente turbia, pero de ninguna manera soy adolescente, porque tengo 23 años, que representan el número sagrado porque 2+3=5. Así que ya saben. O no. Da igual. Ya que andamos con numerología, este update es el número cien.
Updeteo no porque realmente tenga muchas ganas de expresarme, sino porque me da pena saber que cada vez que aumenta el contador, una persona entró buscando algo y se fue con las manos vacías. Bueno, a esas personas les ofrezco —y con esto resumo básicamente todo el post— que lean mi flog si les apetece, o que sean pacientes.
Sin promesas de ningún tipo, simplemente hasta pronto.
Es usual verme con cara de culo durante el trabajo. Antes era una fija; ahora, tras numerosos reproches marketineros de parte de mi familia, intento sonreir un poco y ser más amable. Pero nunca me agradó la idea de ser parte de este genocidio mental que ataca a la juventud. Luego pienso que no es toda la juventud sino su parte peor la que viene a mi cyber y me tranquilizo.
Hace poco cumplí 23 años. El 25 de Junio para ser exacto. Afortunadamente llovió todo ese fin de semana y las buenas gentes tuvieron excusa legítima para no pasar a saludarme. Tanto mejor.
Estoy de buen humor desde entonces, y tengo razón de sobra para estarlo durante todo un año: 23 es un número muy apreciado por los Discordianos, siendo que 2+3=5, y, como todos saben, 5 es el número más sagrado para los seguidores de esta religión.
Un año de dulces victorias acaba de comenzar para quien escribe. Tanto así que la primera decisión que tomé fue enamorarme de Tira, del Soul Calibur 3.
Tira tiene todo lo que un hombre necesita: es joven, hermosa, semidesnuda, pechugona y corta a sus oponentes con un disco afilado. No tiene combos buenos pero qué mierda, yo le doy igual. No se a qué viene todo esto.
Se acabó la fantasía mundialera. En cuestión de segundos, y casi sin pedir permiso, el pueblo argentino (y con esto me refiero a Capital y Buenos Aires) volvió a sumergirse en esa alegre melancolía loser que lo caracteriza. El mundial fue un oasis en nuestro desierto tibio y mediocre de emociones descontroladas y sueños prefabricados. ¡Como estoy con las metáforas!
No soy futbolero, como podrá anticipar el lector perspicaz. Durante el mundial me pasó lo que a la mayoría de los ciudadanos de clase media: comencé a ver los partidos de la selección y opinar como si supiera. Incluso hasta sentí un poco de pena cuando empató con Alemania y perdió en los penales. O más que pena, impotencia. Esa sensación de vérsela venir, de tener la certeza de que algo va a salir mal, de que los contrarios corren más rápido, de que a la primera cagada que se manden los nuestros, perdemos. Lo usual, supongo. Así habrá sido siempre para el pecho frío.
Lo bueno de la derrota es que uno siempre puede mofarse de ella.
El sábado tuve ocasión de estrenar mi remera negra con la leyenda “SIAMO FUORI” que había comprado un año atrás.
Es más o menos divertido lo que me pasó con esa remera. La vi cuando recién empezaba la infame moda y me dije a mí mismo “hey Cruel Angel (porque en mis pensamientos siempre me refiero a mí mismo por mi nick o por mi apellido), mirá esta remera. Tiene todo el contenido loser. ¿Quién se ríe de su propia desgracia? El loco o el inteligente, y vos podés ser lo uno o lo otro. Además, Siamo Fuori es una expresión medio oscura; se usó hace 15 años y hoy son pocos los que la conocen. Te garantizo que si usás esta remera vas a ser único”.
Ahora, cuando yendo por la calle pierdo el rumbo y todos mis instintos e intuición me dicen que gire a la derecha, suelo doblar a la izquierda. Nunca falla.
El caso es que compré la remera y horas más tarde retrocedí horrorizado al enterarme que TODOS los boludos usaban ese tipo de prendas, y no por innovación civil, sino porque lo vieron en la TV.
Afortunadamente la frustración se diluyó el sábado pasado y los días que le siguieron. Como es muy poca la gente que me presta atención en mi vida diaria, casi nadie supo apreciar la ironía de mi remerita, pero al menos me fui a dormir con la conciencia tranquila.
Updetear es una molestia (sobre todo cuando lo único que hacés en tu día es leer, ver porno y jugar Soul Calibur 3… Ahh Tira…). Escribir es siempre agradable. Publicar es otro tema. Uno tiene la idea de que su creación debe cumplir con ciertas expectativas, o al menos obedecer determinados parámetros, aún siendo reducido el público consumidor.
Bah, esa es la idea de alguien que trata de hacer las cosas bien. Los guionistas de Montecristo se cagan en lo que publican. Pobre Dumas.
A lo que iba es que si hace mucho que no subo nada en este blog es porque no estoy muy inspirado/motivado que digamos para elaborar un texto acorde al mismo.
Eso no implica que no me sienta inspirado/motivado para escribir otras cosas. Estoy preparando algunas cosas para LIA (que es el receptor de los updates “grandes”) de pronta publicación. También, empecé un fotolog temático donde subo updates cortitos y al pie. Una suma de factores lo volvió más propicio que mi blog para escribir humor.
Aquellos lectores que disfrutan quejándose de la prolongada ausencia de updates graciosos en este blog tal vez puedan pegarse una vuelta por www.fotolog.com/el_angel_cruel. Inmediatamente se darán cuenta cual es la temática del flog.
El blog quedará en estado latente. Estará sujeto a las publicaciones, modificaciones y periodicidad que mi humor dicte, con la única garantía de que jamás voy a borrar ni alterar nada de lo ya publicado. Realmente no me va eso de que “terminé una etapa de mi vida y lo mejor que puedo hacer es borrón y cuenta nueva, por eso borré todo y empiezo de cero y bla bla”. Mierda. Si se hizo es porque en ese momento se deseaba hacerlo. En ese momento fue real y legítimo, así que no jodamos y hagámonos responsables de nuestras acciones. La lavada de manos es cosa de adolescentes de mente turbia. Yo tendré la mente turbia, pero de ninguna manera soy adolescente, porque tengo 23 años, que representan el número sagrado porque 2+3=5. Así que ya saben. O no. Da igual. Ya que andamos con numerología, este update es el número cien.
Updeteo no porque realmente tenga muchas ganas de expresarme, sino porque me da pena saber que cada vez que aumenta el contador, una persona entró buscando algo y se fue con las manos vacías. Bueno, a esas personas les ofrezco —y con esto resumo básicamente todo el post— que lean mi flog si les apetece, o que sean pacientes.
Sin promesas de ningún tipo, simplemente hasta pronto.
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