Dos updates en una semana. ¡Qué lo parió! Debe ser el
“efecto año nuevo” que tanto se ve en los gimnasios.
Ok, nobleza obliga: si el lector no ha visto Gravity pero tiene pensado verla y
disfrutarla sin ningún boludo que le cague la experiencia, sugiero dejar
pasar el siguiente artículo. Este consejo efectivamente redujo el número de
lectores de 0 a
-5, pero tengo la obligación moral de no spoilearle nada a nadie. Así que
fuera. Andá, mirala y volvé algún día.
Muy bien. Ahora que estamos solos, a spoilear se ha dicho.
Tengo un problema con Gravity.
Va a ganar todos los premios habidos y por haber. Seguramente los merezca; es
una película muy buena, con mucho laburo encima, sin fallas evidentes (más allá
de ciertas libertades artísticas que solo le molestan a un astrofísico) y que,
a mi juicio, logra lo que se propone.
Genial. Habiendo dicho esto: Gravity no es mejor que un videojuego. Es más, es peor que un videojuego, porque no cuenta con la
interacción del usuario.
La película, como tantas otras, propone un esquema del
monomito, también llamado “viaje del héroe”, en el que un protagonista con
fallas en su personalidad se ve metido en una aventura para cuya culminación
deberá no solo afrontar los peligros externos, sino superar sus propios conflictos
interiores, tras lo cual podrá regresar al punto de partida victorioso y hecho
mejor persona.
Sandra Bullock es nuestra heroína en Gravity. Es la médica más apática de la historia, porque en algún
punto de su vida perdió a su pequeña hija y nunca pudo superar el periodo de
duelo. Ésto, sin embargo, no impidió que tras seis meses de entrenamiento se
convierta en astronauta y viaje a la ionósfera a reparar el telescopio espacial
Hubble, por alguna razón jamás explicada. Algo sale muy mal y la flaca queda
flotando a la deriva junto a George Clooney como único acompañante vivo en todo
el espacio. La historia deriva en que Clooney deba sacrificarse para salvar a
Bullock, pero no sin antes darle instrucciones para volver a la Tierra. Bullock
deberá ir del punto A al punto B, para lo cual deberá sortear algunos obstáculos.
Luego deberá ir del punto B al punto C, para lo cual deberá sortear otros
obstáculos. Y finalmente deberá dirigirse del punto C al punto D, para lo cual
deberá sortear un nuevo número de obstáculos. Toda forma de conflicto en la
película es entre la protagonista y el medio natural en el que se encuentra.
Con todo esto quiero exponer que, en el sentido narrativo, Gravity es exactamente igual a un
videojuego. Pongamos por caso el último Tomb
Raider.
Lara Croft, joven arqueóloga en una expedición a las islas
del Pacífico, aún en duelo por la muerte de sus padres. Se produce una
naufragio, ella y un par más sobreviven. Terminan en una isla llena de locos.
Un personaje ayudante le dice que vaya del punto A al punto B al punto C al
punto D, y luego naturalmente se muere. Lara queda sola. Sufre miedo, culpa,
dolor y una larga lista de etcéteras, hasta que se da cuenta de que si no deja
de lamentarse y se calza los ovarios, se muere ella también. Lara deja de
escapar, supera su propia debilidad, vence a sus demonios internos, consigue un
arco y flechas explosivas y los caga matando a todos. Derrota al jefe final,
rescata a los pocos amigos que quedaron vivos y vuelve a su hogar más fuerte y
sabia que nunca. Fin.
El esquema es completamente derivativo. Y es así porque
funciona. Hace dos mil años que funciona. El problema —mi problema— con Gravity es que su esquema narrativo le
impide ser verdaderamente innovadora. Termina siendo Avatar, una historia conocida contada de forma habitual pero con
efectos especiales del carajo. Y eso termina ganando todos los Oscars. Y me da
por las pelotas.
Entiendo que una película es más que un guión, y en todos
los demás aspectos Gravity es
excelente. Es una película para verla en cine o en su defecto con toda la alta
definición que tu placa de video pueda bancarse (ese último es mi caso, por eso
estoy haciendo esta crítica ahora y no hace tres meses). Pero me cuesta
considerarla una obra maestra cuando le falta algo tan fundamental: no busca
provocarte, no te deja con preguntas, con cuestionamientos de ningún tipo. Es
una gran —y a veces poco sutil— analogía de la llegada al mundo y la necesidad
de luchar para sobrevivir que tenemos todos los animales. Un conflicto eterno
que trasciende a la humanidad. Hermoso, sí, pero para nada original. Es descriptivo
a más no poder y no aporta nada nuevo. Lo peor de todo: me hace pensar que Prometheus, que no ganó un carajo, es
mucho mejor película.
Esta última probablemente no haya logrado del todo lo que se
propuso, y se pueden señalar una cuantas fallas que bien podrían ser
deliberadas. Pero en el campo del subtexto busca patotearte un poco, y eso es
bueno. Gravity te habla del
nacimiento, el crecimiento y la voluntad para sobrevivir; algo que podés ver en
Animal Planet. Te dice “esto es así y punto”. Prometheus trabaja sobre los mismos temas pero le suma el aspecto
humano del miedo a la reproducción y al sexo en general (temática arrastrada ya
desde Alien, donde el miedo era
puntualmente a la violación), pero no se limita a lo descriptivo. Al contrario,
busca generar ideas en conflicto y tirártelas por la cabeza. Hacerte sentir incómodo,
de hecho.
Volviendo a la Tierra podría mencionar Life of Pi, una película similar a Gravity en muchos aspectos pero superior en el narrativo, que se
elabora a sí misma de formas complejas e innovadoras, y, cuando más podría ser
descriptiva (sentenciosa, teniendo en cuenta su temática), elije ser ambigua.
Ahí está su verdadero mérito: que cuando termine la película vos te quedes
pensando, y sigas pensando por un par de días más.
O la belleza en la claustrofobia de Buried, donde toda la experiencia humana de una vida transcurre
dentro de un ataud enterrado en el medio del desierto durante una hora y media
en tiempo real.
En conclusión, Gravity
me hubiera gustado más si menos gente me hubiera dicho a través de los
medios que la película era lo mejor que le pasó al cine. Por ahí lo fue, pero
solo en el 2013. Y por eso tiene mi visto bueno para ganarse todos los premios
que quiera.
Sí, ya sé. Me di vuelta como una media. ¿Pero qué querés?
Uno no puede enojarse con esta bebota.