[¿Sigue vivo este blog? Pregunta con trampa: no está muerto aquello que yace eternamente. Les dejo una obrita de teatro que escribí ayer para un cuarto año. Ah, sí, soy profesor de Literatura. Ni idea cómo llegué; vi luz y me mandé. Besos, abrazos, share like subscribe, añadir a f/f y agrego por reverse. Hasta el año que viene.]
Babel - comedia en un acto
Personajes:
Cliente
Marta
Chino
Repositor
Fiambrera
(Una pareja
esperando para pagar en la caja de un supermercado chino. El cajero chino está
terminando de pasar productos por el lector de códigos de barra. Marta está
irritada y no para de quejarse; solo despega la vista de su teléfono celular
para criticar a su novio. Raúl, el cliente, visiblemente cansado, va embolsando
los productos que le pasa el chino.)
Marta: Te digo que acá
está todo muy caro.
Cliente: Este chino es
bueno, Marta.
Marta: Podríamos haber ido
al de la otra cuadra. Era más barato. Pero nunca me escuchás.
Cliente: Tenés razón.
Marta: Ves, no me estás
escuchando.
Cliente: Dale. Buenísimo.
(El chino termina de pasar el último producto y
anuncia el precio final. Habla pausado y con dificultad.)
Chino: Ciento. Cincuenta.
Cinco peso. Cincuenta Centavo.
Cliente: Pará, ¿cómo
tanto? Te compré cuatro cosas nomás. ¿Qué rompimos?
Marta: Seguro te quiere
sacar plata Raúl. Te vio la cara.
Cliente: (Estudiando el ticket.) Me estás
cobrando de más la cerveza.
Chino: Cerveza fría. Más
cara.
Cliente: No vi ningún
cartelito. Aparte, no las saqué de la heladera.
Chino: (Tocando con dos dedos la botella.) Cerveza fresca al tacto.
Más cara.
Marta: Te quiere sacar
plata, Raúl.
Cliente: (A Marta.) Ya te ignoré la primera vez,
Marta. No hace falta que lo repitas. (Al
chino.) Decime chino, ¿cómo estás calculando el precio?
Chino: Dos peso por grado
centígrado. Cerveza fresca. Más cara.
Cliente: ¿Y los envases?
Chino: No entendo.
Cliente: Los envases que
te dejé. Dos envases.
Chino: No entendo.
Marta: Pagale, Raúl.
Cliente: (Respira hondo, explica con claridad) Ni
bien entré te mostré dos envases, te pregunté si servían, me hiciste una seña
con la cabeza y los guardé— ¡delante tuyo! — en el cajón de la entrada. Te
tenés que acordar.
Chino: No entendo.
(Pausa tensa.)
Marta: Pagale, Raúl. ¿No ves
que no te entiende?
(Entra un joven repositor. Ignora a los clientes y le
habla directo a su jefe.)
Repositor: Chino,
consulta. La leche llegó con el precio congelado. No la puedo poner a veinte.
¿Qué hacemos?
Chino: (En perfecto español rioplatense.) Guardala y poné en la
heladera la del mes pasado. Todavía no venció. Y de última la vendemos como
yogur.
Repositor: No sé, chino.
¿Y si se envenena alguno?
Chino: ¿Sos doctor, ahora?
¿Sos nutricionista?
Repositor: Pero la fecha
de vencimiento-
Chino: (Interrumpiendo.) ¡Acá la única fecha que se respeta es
el año nuevo chino! ¡Andá y hacé lo que te dije!
(El repositor agacha la cabeza y se retira por donde
vino.)
Cliente: Vos no sos chino.
Chino: Yo chino.
Cliente: Te acabamos de
escuchar. Vos lo escuchaste, ¿no Marta?
Marta: No sé, Raúl. Vos
nunca me escuchás a mí.
Chino: Yo chino. Chino de
Tokyo.
Cliente: Tokyo queda en Japón.
Vos sos un chanta.
Chino: Tokyo China. No
Japón. Tokyo China. Pueblo chiquito. Al sur de Italia.
Cliente: Vos sos un garca.
Si recién hablabas con acento argentino.
Chino: Chino hace mucho
año tener accidente. Despertarse en hospital. Olvidarse nombre, casa, idioma.
Chino perder memoria.
Cliente: Ajá…
Chino: Gente hablarle a
chino en argentino. Chino aprende argentino. Pero después Chino recupera memoria. Chino entende argentino
cuando olvidarse que es chino.
Cliente: (Totalmente descreído.) Ajá… Entonces vos
solo entendés el español… cuando te
olvidás que sos chino…
Chino: No entendo.
Marta: Yo le creo, Raúl.
Para mí dice la verdad. Pagale.
Cliente: (Resignado, le alcanza unos billetes.) Ok.
Ya fue. Estoy con doscientos pesos, no tengo cambio.
Chino: (Tomando el dinero.) No cambio. Caramelo.
Cliente: No, pará. No me
vas a dar cincuenta mangos en caramelos.
Chino: No entendo. Rico
caramelo. Tomá caramelo.
Marta: Aceptá los
caramelos, Raúl. No tenés carácter para ganar esta discusión.
Cliente: (Perdiendo la paciencia.) Escuchame,
¿querés que llame a la policía?
Marta: Raúl, ¿no te das
cuenta que no te entiende?
Chino: Señora tiene razón.
No entendo.
(Entra una chica, la fiambrera. Se dirige a su jefe
como lo hizo antes el repositor. Hablan en un guaraní ininteligible. La chica
pregunta algo con timidez, el chino responde con agresividad. Luego de
intercambiar un par de frases, la fiambrera se retira por donde vino.)
Cliente: ¿Y eso qué fue?
Chino: ¿Qué eso?
Cliente: Lo de recién.
Estabas hablando guaraní con la chica, la que vende los fiambres.
Chino: Ah eso. Chino hace
mucho año pasar por triple frontera. Visitar cataratas.
Cliente: Dejame adivinar.
Pasaste por Paraguay y aprendiste guaraní.
Chino: Cliente se burla.
Chino sufrir mucho. Chino poseído por demonio paraguayo. Chino ponerse ojos
blancos y hablar guaraní. Mucho miedo.
Cliente: ¿Y por Brasil no
pasaste? Ya que estabas cerca.
Chino: (en perfecto portugués.) Passei duas semanas no
Rio de Janeiro. Eu fui para o carnaval.
Cliente: (A Marta.) ¡Está hablando en portugués!
¡¿Lo escuchaste?! ¡Está hablando portugués!
Marta: Me quiero ir, Raúl.
Cliente: (Al chino.) O sea que hablás guaraní,
portugués… ¿Inglés?
(El chino responde con el acento correspondiente a
cada idioma.)
Chino: Yes.
Cliente: ¿Francés?
Chino: Oui.
Cliente: ¿Alemán?
Chino: Ja.
Cliente: Hablás todos los
idiomas menos español. Salvo cuando te olvidás que sos chino.
Chino: No entendo.
Cliente: Y no viste cuando
te dejé los envases.
Chino: No entendo.
Cliente: Y no tenés cambio
de cincuenta pesos.
Chino: No entendo.
Cliente: (Totalmente resignado.) Ok… Dame los
caramelos.
Chino: (En perfecto “argentino”.) ¿De naranja o frutilla?
Cliente: ¡Yo te mato,
chino ladrón!
(El cliente se abalanza sobre el chino y lo persigue
fuera de escena. Marta, sin levantar la mirada del celular, los sigue. Telón.)
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