Hay algo trágico en cada culo hermoso que te
cruzás por la calle, y la mayoría lo ignora. Vas por la vida tranquilo,
preocupándote por tus propios asuntos, el estudio, el dinero, tu mujer. Y de
repente se te cruza un culo escultural. Uno de esos culos que sobrepasa toda
definición establecida e impone una categoría en sí mismo. Estoy hablando de belleza en estado puro, sintetizada en carne,
piel, grasa, hueso; un culo que es mucho más que la suma de sus partes. Un culo
que se completa cuando vos lo mirás. El culo perfecto, impoluto, eternizado en
esas dos o tres cuadras que podés seguirlo, con tu mirada siempre clavada en
él, hasta que invariablemente dobla la esquina y lo perdés para siempre. El
culo se va, y lleva tras de sí tus esperanzas y sueños de felicidad. El culo te
deja en la más desnuda miseria existencial; te abandona a tu suerte en plena
vía pública, a merced de otros culos inferiores, aborreciblemente accesibles (y
con qué vergüenza, con qué dolor accedés a ellos). Aquel culo eterno,
imperecedero, que te cruzaste en la calle aquel día marca un hito en tu
existencia, un punto de inflexión del que no podés escapar. Forma el parámetro
bajo el que medirás a todos los demás culos, y te condena de por vida a su
ausencia y a su recuerdo y al absurdo dolor de no poder tener lo que se quiere
o de no querer lo que se tiene o vaya uno a saber que hijaputez tan poco digna
de un culo angelical y más cercana a la injuria del peor de los enemigos.
El culo perfecto ha logrado su cometido. Era él
quien te buscaba. Era él quien te miraba a vos.
Shitaro:
“Laaa puta. Qué buenos culos que hay en
Shibuya, che.”
Sentado en el banco de una plaza viendo al
mundo pasar. Deambulan las supermodelos frente a mis ojos, apuradas por llegar
a la escuela, deteniéndose a contemplar la ropa interior que lucen los
maniquíes en las vidrieras, manchando sus enormes senos con el helado que con
tanta pasión disfrutan sorber. Caminan de acá para allá, llevando su alegre
uniformidad hipersexual de un lado a otro.
Aki:
“Ya ve porqué nos unimos al club de periodismo,
sempai.”
Mal acompañado, sí. Desde hace varios días.
¿Qué puedo decir? Uno se cansa de hablar solo.
Shitaro:
“No sé qué tendrá que ver el periodismo con
andar mirando culos, pero ok.”
Aki:
“¡¿Que qué tiene que ver?! ¡Tiene todo que ver!
Los periodistas tenemos la obligación de buscar la verdad y capturar-”
Shitaro:
“La única verdad es la irrealidad.”
Aki:
“Exacto. Capturarla y llevársela a los
lectores. Es un compromiso de honor, justicia y amor por el periodismo.
¿Entiende, sempai?”
Dicho esto, mi compañero de abstinencia agacha
la cabeza, despliega el lente de su cámara fotográfica y captura en película no
una, no dos, no tres, sino diecisiete veces el monumental orto de una joven de
pelo rosado que pasaba haciendo footing.
Quizás por una especie de indignación infantil,
quizás para probar un punto, me lanzo hacia un costado, inserto el brazo entero
en el cesto de residuos y arranco de un manotazo un ejemplar arrugado del Shibuya Times de ayer.
Shitaro:
“Amor por el voyeur sentís vos, hijo de puta. ¿Por qué no ves lo que es el periodismo de
verdad? Decime si al tipo normal que compra el diario le puede llegar a
interesar…”
Me detengo a medio enunciado. Mi dedo
señalando con temblorosa frustración una primera plana arrugada, cubierta de
ideogramas ilegibles y fotos de mujeres en pelotas.
Aki:
“Somos gente simple en Shibuya, sempai.”
Shitaro:
“Un mundo feliz… sempai.”
Aki me mira extrañado.
Shitaro:
“¿Uh? ¿Qué? ¿No es una especie de ‘cambio y
fuera’?”
Aki:
“Le decimos ‘sempai’ a quien consideramos como un
superior o alguien de mayor rango. Es una muestra de respeto.”
Respeto. Hace rato que no demuestro respeto por
nadie, ni siquiera por mí mismo.
Aki:
“Hasta que regrese Sensuke, usted será mi
sempai, sempai.”
Shitaro:
“Taki, amigo mío, te diría que no te hagas
muchas ilusiones de que reaparezca tu colega. Si no lo encontraron hasta ahora,
dudo que vuelva a aparecer. Tal vez fue
transferido a otra escuela, tal vez fue abducido y sacrificado por cultistas
dementes durante un ritual sexual satánico. No hay manera de saberlo. En lo que
a mi respecta, no pierdo la fe de que ahora mismo está en un lugar hermoso,
haciendo lo que mejor sabía hacer en vida.”
Aki:
“¿En vida? ¿Qué quiere decir con-”
Shitaro:
“Che, ¿qué onda el cafecito de ahí enfrente?
Parece potable. Desde acá se puede ver una abundancia de colores primarios.
Debe estar lleno de minas.”
Aki:
“Lo lamento, sempai, pero ya debo retirarme.
Hoy toca reunión del club de periodismo. Si me necesita estaré en la escuela.”
Shitaro:
“Y sino el antro ese de al lado. Parece medio
fulero, pero mierda, un par de copitas o una docena me vendría
bien en este momento. No te voy a mentir, Taki: en mis buenos días llegué a
hacerme una imagen de connoisseur de
las bebidas espirituosas. Solía ‘empinar el codo’ con bastante frecuencia, como
dicen los chicos ahora. Ahh, tendrías que haberme visto en las excursiones de
los boy scouts. ¿Taki? ¿Dónde te metiste?”
¡Taki desapareció! Se fue para siempre y me
dejó abandonado en pleno Shibuya. Y no tengo idea de cómo volver a casa.
¡Horror! ¿Y ahora qué hago?
Tranquilo Chintaro, conservá la calma. Empezá
por levantarte del banco. Muy bien. Ahora observá tu entorno, evaluá las alternativas,
explorá el mercado. Costo de oportunidad, frontera de posibilidades de producción. Oferta y demanda. ¡Oferta y demanda! Calmate. Calmate, por Dios. Dejá de
llorar. Respirá. Eeeeso. Ok, ahora mirá para adelante. Tenés una cafetería
colorida y posiblemente llena de supermodelos, y un bar oscuro y deprimente
repleto de viejos borrachos con un muy inhibido sentido de higiene personal.
¿Qué elegís?
¡Cafetería pop shibuyense! Empujo la puerta y
¡wow!, es como el interior de la vagina de Hello Kitty. Hay colores y flores y
peluches y música salida de un videojuego de danza espástica. Y mujeres, obvio.
Lleno de mujeres hermosas.
Detrás de la barra, una camarera con delantal
de sirvienta gótica y orejas de gato intenta comunicarse conmigo. Habla en mi
idioma, pero no le entiendo un carajo.
La plaquita en su delantal dice que se llama
Miharu.
Miharu:
“Staru♥Bakusu e Yōkoso!!”
Shitaro:
“¿Perdón?”
Miharu:
“¡Sea usted
bienvenido! Por favor, siéntese. El especial de hoy es Caramel Macchiato Latte más
dos muffin o mini carrot cake. En la Bakery tenemos también rolls, bagel (los
originales) y scons. Oferta dos por uno en Vainilla Latte, Chocolate Latte,
Coffee Latte, Earl Grey Latte.”
Shitaro:
“Señorita, no sé qué es un Latte.”
Miharu:
“También tenemos una amplia
selección de soft drinks, cold drinks, hot blends, ice frappés. Descuentos
especiales en Doble Espresso, Triple Buffer, Quad Core.”
Shitaro:
“¡Café! ¡Sírvame café!”
Miharu:
“¿Latte?”
Shitaro:
“Negro, amargo y con un toque de
desesperación, por favor.”
La empleada se da media vuelta y comienza
a prepararme un Nietzscchiato Mocha Latte. Groso.
Ok, ya estoy instalado. Hora de
reconocer el terreno. Y veo veo… ¿Qué veo? Una diosa maravillosa. Morocha,
flaquita, ojos marrón oscuro. ¿O se dice castaño? ¿Avellana? Uhm, ni idea,
distingo doscientos cincuentiseis colores nomás. Pero la piba es hermosa. Y encima
está leyendo un libro. Eso es nuevo… Ok, probá hablarle.
Shitaro:
“Leer es para mariquitas.”
Mina:
“Ok…”
Bien, ya rompiste el hielo.
Además, descubriste que se llama Mina. ¡Qué original!
Shitaro:
“Te lo digo yo que soy ¡el
presidente del club de lectura!”
¡Obvio, papá!
Mina:
“Interesante. Y dígame, señor
presidente, ¿cuál fue el último libro que leyó?”
Shitaro:
“¡Pfff! Una pequeñez. Un libro como de mil paginas que tiene todas las
palabras. Lo escribió un tal Larousse, por ahí te suena.”
Mina:
“No he tenido el gusto.”
Shitaro:
“Claro, veo que a vos te gustan
los de bolsillo. Mi literatura, en cambio, es más bien tirando a… extensa…
Contundente… Voluminosa… Y sobre todo… placentera… ”
La muchacha sigue leyendo.
Shitaro:
“Estoy hablando de mi pene.”
Mina:
“Quizás quieras reconsiderar tu
aproximación. Podrías comenzar por preguntarme qué estoy leyendo y luego darme
tu opinión sobre el libro.”
Shitaro:
¿Qué estás leyendo?”
Mina:
“¡Oh! Hola. Sí, por supuesto.
Estoy leyendo uno de mis favoritos: Raimugibatake
de tsukamaete.”
Shitaro:
“. . .”
Mina:
“Y… veo que no lo leíste.”
Shitaro:
“No sé leer en este idioma. Es un temita que
tengo; uno de estos días lo resuelvo. Decime, ¿de qué se trata?”
Mina:
“Podríamos decir que de un chico que va por la
vida sin saber qué es lo que quiere, y va probando diferentes cosas pero nada
le satisface, hasta el punto en que ya no sabe porqué hace lo que hace, pero lo
hace igual.”
Shitaro:
“No me suena.”
Mina:
“¿De veras? Es algo así como un
niño perdido en la gran ciudad. Se la pasa quejándose de la gente y sus
costumbres. Intenta relacionarse con mujeres de todo tipo, pero siempre por
alguna razón se le hace imposible. Se pierde en sus propias fantasías
extravagantes por no saber manejarse en cuestiones elementales. ¿Realmente no
te suena ninguna campana?”
Ok, la estás complicando. Cambio
de estrategia. Tenés que demostrarle que sabés lo que ella quiere saber que vos
querés saber de ella, sin dejar ver que sabés que ella sabe lo que quiere de
vos pero no lo dice porque quiere que vos lo sepas. ¿Entendés? Probá encarar
por ese lado. A todas las mujeres les gusta un hombre con las ideas claras.
Shitaro:
“Mina, preciosa, podríamos
pasarnos la tarde entera hablando sobre los libros que no leímos. O podríamos
aprovecharla para conocernos mejor.”
¡Genio!
Mina:
“Pero hay un problema… Yo ya te
conozco, Hōruden-san.
Y tú me conoces a mí.”
No entiendo qué me quiso de decir. ¿Y qué es
eso de Hōruden-san? Me perdí.
Shitaro:
“¿Cómo que me conocés? ¿De dónde?”
Cierra el libro. Está poniendo dinero sobre la
barra. ¡Se
va a ir! ¡Tenés que liquidar el asunto ya! Esto es lo más cerca de tener sexo
que estuviste en meses ¡Por Dios, no lo arruines!
Mina:
“Todos te conocen. Eres muy famoso, Hōruden-san.”
Shitaro:
“¡Si te referís al incidente del otro día en la
hora de natación, te puedo dar explicación perfectamente no-homosexual! En
primer lugar, había tragado mucho cloro, y el capitán del equipo realmente parecía una mujer.”
Me interrumpe con una mano y se pone un par
de anteojos de sol con la otra. ¡Se va! Junto a toda esperanza de esparcir tu
ADN en la reserva genética, ¡se va!
Shitaro:
“Ok, me dejás hablando solo. Otra que
me abandona. Vos, Taki, mi familia; todos me abandonan eventualmente. Pero no
pasa nada, estoy acostumbrado. Quizás no me suicide esta noche. Depende qué
haya en la tele.”
Mina sonríe y señala el libro.
Mina:
“Terminó el capítulo y me tengo
que ir. Pero volveré para el próximo. ¿Qué te parece?”
Shitaro:
“Uhm… ¿Y cuánto faltaría para eso?”
Mina:
“Muy poco. Es un libro corto.”
Tira un beso con el dedo índice y se va.
Genial.
¿Y ahora qué hago con todo este
Latte?